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Jóvenes adolescentes que no quieren estudiar

Jóvenes adolescentes que no quieren estudiar

La adolescencia es una etapa difícil en la vida de nuestros hijos donde se producen muchos cambios muy rápidamente, que no solo tienen que ver con las hormonas.

 

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¿Por qué mi hijo no quiere estudiar?

Los estudios pueden marcar la diferencia en muchas etapas de su vida, por esto es muy importante que habléis y entendáis los motivos por los que quiere dejar de estudiar. Así podréis explicarle que los estudios son una parte muy importante de su vida, y que aunque pueda ser duro en ocasiones, les merecerá mucho la pena cuando sean mayores.
Las razones por las cuales un adolescente no quiere estudiar pueden ser muy variadas, puede que nos lo digan directamente, o deje que sus malas notas lo hagan por él.

La desmotivación suele ser una de las causas principales. En estas edades es cuando se empiezan a cuestionar la verdadera utilidad que le pueden dar a sus estudios, y tal vez por no encontrar una respuesta convincente, decidan que no sirve para nada.

En esta época de cambio muchos adolescentes pueden sufrir ansiedad o incluso depresión, y en algunos casos puede resultar muy difícil de detectar, incluso para ellos mismos. Esto puede influir directamente en sus notas y en sus relaciones con los demás.

Existe también la posibilidad de que sufra algún tipo de acoso como el bullying en el instituto y, por eso, rechace ir y por tanto seguir estudiando
 

¿Qué podemos hacer ante esta situación?

Aunque a veces resulta difícil hablar con un adolescente, hay que mantener la calma, desarrollar la capacidad de escucha y no dejarse llevar por la ansiedad, el enfado o el miedo. Si tu hijo decide que no quiere estudiar más, lo primero que tienes que hacer es hablar con él, una buena comunicación nos ayuda a entender sus problemas, y así poder ayudarle a solucionarlos.

“Es que estudiar es un rollo”. Es la frase que nuestros hijos nos suelen repetir cuando les mandamos hacer los deberes o prepararse ese examen que sabemos que apenas se han mirado. El problema es que no nos paramos a pensar que detrás de esa frase hay más de lo que parece. Puede que lo que nuestro hijo necesite en ese momento no sea solo una orden, sino motivos para ponerse a estudiar. Puede que el problema no sea falta de capacidad, sino falta de motivación.

Averiguar si existen problemas físicos que puedan estar afectando al rendimiento: fatiga, problemas de alimentación, trastornos del aprendizaje no detectados hasta el momento…, o problemas de interacción social: acoso de otros compañeros, conflictos con el profesor, excesiva “presión académica”… Para ello hablar con los profesores u orientadores del centro puede ser de gran ayuda.

Mantener una conversación con ellos acerca de su vocación, de sus planes de futuro y buscar información al respecto. Plantearse unos objetivos a medio y largo plazo que le ayuden a reflexionar acerca de los pasos a seguir y apoyarles para poder alcanzarlos.

En el proceso de búsqueda de la identidad típico de la adolescencia, también se incluye el saber “qué quiero hacer”, y tener momentos de duda y desconcierto es un proceso normal en esta etapa.

En definitiva, escucharles, respetarles y guiarles para buscar soluciones ante un problema concreto es la mejor manera de acompañarles en un momento de cambio e incertidumbre tan inevitable como pasajero.

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Inevitablemente, los padres nos creamos y formamos unas expectativas sobre nuestros hijos, y son precisamente estas expectativas las que hacen que nos frustremos o nos enfademos con ellos por no cumplirlas. Pero también es inevitable que ellos no coincidan al cien por cien con ellas, lo normal es que se salgan de la norma y se diferencien.

En función de estas expectativas, el que nuestro hijo no sepa lo que quiere hacer puede resultar muy frustrante o incluso desesperante, pero debemos recordar que nosotros también fuimos adolescentes y que también nos cuestionamos nuestros estudios en algún momento.

La presión que pueden sufrir nuestros hijos por nuestra parte puede ser en ocasiones muy perjudicial para ellos. Exigirles buenas notas todo el tiempo y castigarles severamente cuando no las consiguen puede provocar el efecto contrario al que queríamos, es decir, desmotivarles a seguir intentándolo. No podemos olvidar que estudiar siempre supone enfrentarse con nuestras propias limitaciones y puede llegar a ser muy frustrante. Quizás si echamos la vista atrás recordemos lo bien que se nos daba el inglés… pero lo mucho que nos costaban las matemáticas y la frustración que sentíamos cuando teníamos que estudiarlas.

Por lo tanto, así podamos entender ese “estar perdidos” de los adolescentes en el contexto de su etapa vital: al preguntarse qué quieren hacer se están preguntando también por su identidad y se están preguntando también quiénes son. Poder respetarles, entenderles y buscar juntos soluciones sería una buena forma de acompañarles en este proceso.

Para intentar que estén más animados y ayudarles con sus responsabilidades en el instituto te proponemos algunos consejos:

- Acostumbra a tus hijos a realizar simulaciones de examen de lo que hayan estudiado. Esta costumbre les dará una gran ventaja cuando se enfrente a exámenes reales y les ayudará a mejorar sus resultados.

- Anima a tus hijos a preguntar en clase. Enseñarles que la buena comunicación con los maestros es uno de los pilares del éxito escolar.

- Fomenta la curiosidad en tus hijos para que se interesen en el aprendizaje y quieran aprender por sí mismos y explorar temas de su interés.

- Ayuda a tus hijos a realizar un calendario de estudio general y otro particular para cada asignatura, dedicando tiempos de acuerdo con las dificultades previstas o reales. De esta manera, será más fácil organizarse y alcanzar resultados.

- Educarles para estar seguros de sí mismos y ser optimistas antes, durante y después de los exámenes.

- Enseña a tus hijos a realizar evaluaciones personales y a medir su progreso regularmente en cada una de las asignaturas.

- Felicita y sigue animando después de cada esfuerzo y pequeño éxito para que tus hijos puedan valorar el esfuerzo realizado y aumentar su autoestima, siempre con sencillez y sin fanfarronería.


Fuente:

Álava, Silvia (2016), Queremos que crezcan felices, Madrid, Actitud de Comunicación.

Fecha de actualización: 15-02-2023

Redacción: Cristina Rodríguez

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