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Terapia psicológica para niños que roban

Terapia psicológica para niños que roban

Ya lleváis bastante tiempo preocupados por esta situación en casa. Vuestro hijo roba y no sabéis ya cómo controlarlo. Habéis hecho de todo y habéis hablado con él, pero la cosa no cambia por lo que es hora de pedir ayuda. La terapia psicológica, llegados a un punto tan grave y difícil de controlar, es la única opción viable para evitar que vuestro hijo siga robando.

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El robo en la infancia

Cuando el niño todavía es pequeño estas acciones no pueden considerarse como robos reales, pues probablemente coge algo que suscita su interés o que le llama la atención, aunque sí debe ser frenado e inculcarle que no es correcto lo que hace y que no está bien. Sin embargo, la cosa cambia cuando estos niños ya no son tan niños, sino que más bien son ya adolescentes que roban por diversión o, peor aún, porque no están atravesando una buena situación familiar y lo único que quieren es “escapar”, pero llamando la atención. También es posible que el robo venga motivado por mostrar cierta valentía a su grupo de amigos. Y, en otros casos, aunque estos no suelen ser los más habituales, por esa necesidad de dependencia. Son adolescentes que no quieren depender de nadie y que, por tanto, roban lo que necesitan.

Antes de acudir a un especialista, o a terapia psicológica, lo normal es que los padres le digan que robar no está bien, que ayuden a su hijo adolescente a devolver el objeto u objetos que haya robado, que se aseguren de que el niño no se beneficia del robo bajo ninguna circunstancia, evitar darle un sermón, pero sí dejarle claro que su comportamiento es totalmente inaceptable dentro de las costumbres familiares y de la comunidad. Sin embargo, en muchos casos, con esto no es suficiente y es por ello por lo que se hace inevitable buscar ayuda externa. Además, recordemos que “robar” puede ser una señal también de problemas emocionales bastante serios en el desarrollo emocional del niño, que tienen dificultad para confiar en los demás y para establecer buenas relaciones con otros e, incluso, en muchas otras ocasiones, llegan a culpar a otras personas de su comportamiento.


¿Qué hará el terapeuta?

Cuando robar acaba convirtiéndose, por tanto, en un problema significante y crónico, acudir a terapia psicológica se queda como única opción. En este caso, será el terapeuta quien va a ayudar y evaluar al niño, que será la única manera tanto para él como para los padres de descubrir el verdadero motivo por el que su hijo adolescente está robando. Pero antes de llegar a esa consulta es importante conocer el término de la cleptomanía que existe y que cada vez más jóvenes practican.

La cleptomanía es un trastorno psicológico que se caracteriza por la dificultad recurrente para controlar los impulsos de robar cualquier objeto aún cuando no sea necesario para uso personal o por el valor que este tenga. Es un problema mental grave que afecta a la vida del individuo, pero en muchas ocasiones también a los familiares y personas cercanas a este. Cuando un padre o una madre lee esta definición es probable que se preocupe, y mucho, pues es muy difícil querer ver esta realidad y que tu hijo adolescente se haya convertido en un cleptómano no es algo de lo que sentirse orgulloso en absoluto, pero esto pasa y hay que aprender a manejarlo. Dentro de la terapia psicológica lo más adecuado para el adolescente que roba es la terapia cognitiva conductual (TCC). Las terapias cognitivo-conductuales son orientaciones de la terapia cognitiva enfocadas en la vinculación del pensamiento y la conducta, que recogen los aportes de distintas corrientes dentro de la psicología científica.

Este modelo sí acepta la tesis conductista de que la conducta humana es aprendida, pero este aprendizaje no consiste en un vínculo asociativo entre estímulos y respuestas sino en la formación de relaciones de significado personales, esquemas, cognitivos o reglas. Recordemos que la cleptomanía se deriva de un problema psicológico subyacente, como el estrés, la ansiedad, los trastornos alimentarios, el abuso de sustancias y otros trastornos psicológicos y, sin duda, el asesoramiento es el primer paso para tratar a los niños cleptómanos.

 

¿Y por qué esta terapia y no otra?

Porque la terapia cognitivo conductual es una forma de entender cómo piensa uno acerca de sí mismo, de otras personas y del mundo que le rodea, pero también cómo lo que uno hace afecta a sus pensamientos y sentimientos. Por ello, la terapia cognitivo conductual le puede ayudar a cambiar la forma cómo piensa (lo cognitivo) y cómo actúa (conductual). Unos cambios que además le pueden hacer sentir mejor. Y es esta, sencillamente, porque, a diferencia de algunas otras “terapias habladas”, la TCC se centra en problemas y dificultades del “aquí y ahora”.

Además, la terapia cognitivo conductual en lugar de centrarse en la angustia o en los síntomas en el pasado busca maneras de mejorar su estado anímico en estos momentos y ayuda también a entender problemas complejos desglosándolos en partes más pequeñas. Esta terapia va a ayudar al niño a ver cómo estas partes están conectadas entre sí y cómo le afectan. Partes que van a hacer referencia a la situación, al problema, al hecho o una situación concreta difícil de resolver.

Por último, se ha de tener en cuenta también que de esta terapia cognitiva conductual pueden derivarse:

- pensamientos

- emociones

- sensaciones físicas

- comportamientos

Cada una de estas áreas puede afectar a las demás. Sus pensamientos sobre un problema pueden afectar a cómo se siente física y emocionalmente el adolescente por lo que se convierte en la mejor terapia para aquel que roba ya que, como veíamos, en la gran mayoría de los casos viene motivado por un problema real previo, por una situación familiar grave que trae consigo unas emociones negativas, por llamar la atención de sus padres como comportamiento de necesidad o por pensamientos que se generan tras el miedo a ser rechazado de un grupo de amigos que probablemente también se dedica a robar. Todas estas situaciones pueden pasar, pero el primer paso es conocer el foco principal que le lleva al adolescente a cometer el delito de robo.


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