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Terapia psicológica para niños rebeldes

Terapia psicológica para niños rebeldes

Los niños rebeldes son aquellos que se oponen a todo, desobedecen, incumplen las normas y no acatan los límites impuestos por sus padres o por sus profesores. La rebeldía puede ser un rasgo de la personalidad habitual o presentarse en determinadas épocas más complicadas. Si pasado un tiempo esta rebeldía no solo no se pasa, sino que va a más, causando diversos problemas al niño, puede ser necesario llevarle a terapia psicológica para resolver sus problemas de mala conducta.

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La rebeldía en niños

Aunque tanto niños como niñas pueden mostrarse rebeldes, es cierto que la rebeldía es un problema más habitual en los niños (hasta tres veces más que en las niñas) y en ciertas etapas como la adolescencia.

La rebeldía puede aparecer por un sistema educativo muy permisivo de los padres, que haga que los niños no sepan aceptar ni respetar las normas de la sociedad, o tras diversos problemas o situaciones familiares complicadas, como un divorcio, la muerte de un familiar, una mudanza, etc. Los niños pueden echar la culpa de estos conflictos a sus padres y, como consecuencia, desobedecer y portarse mal para llamar la atención y mostrarles su descontento.

En los casos más graves, es posible que el niño sufra lo que se conoce como Trastorno Negativista Desafiante (TND), un comportamiento rebelde y desafiante del niño que altera la armonía familiar y que se caracteriza por una conducta extremadamente hostil hacia los padres, llegando incluso a los insultos o los golpes. Además, este problema puede formar parte de otros trastornos como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno Disocial.


¿Qué deben hacer los padres?

Si tu hijo se muestra rebelde, lo primero que debes intentar hacer es averiguar la causa para ver si es algo puntual ligado a algún problema que está atravesando o algo permanente que arrastra desde hace tiempo.

Además, puedes seguir estos consejos para minimizar su comportamiento y mejorar su conducta:

1- Mantener el control y no dejar que el niño nos lleve a su terreno de gritos e insultos. Mantén la calma y muestra una actitud responsable para darle el ejemplo adecuado de cómo hay que comportarse.

2- Ayudar a comprender y gestionar sus emociones de otra forma, ya que muchas veces esta rebeldía es fruto de un gran enfado o frustración que el niño no sabe expresar más que portándose mal. También puede ser una llamada de atención, por lo que habrá que estar atento a sus posibles causas.

3- Acuerda unas normas claras y consensuadas con tu pareja y manteneos firmes en su cumplimiento. Muchas veces, el Trastorno Negativista Desafiante se genera cuando el niño aprecia que las normas de conducta son difusas. Las sanciones o consecuencias también deben ser claras y aplicarse en el momento.

4- Las nomas, además, deben ser justas y adaptadas a la edad y madurez del niño, puesto que las normas demasiado estrictas pueden provocar este comportamiento rebelde.

5- Pasa mucho tiempo con tu hijo y crea un vínculo de amor y seguridad. Es importante saber escuchar a nuestro hijo antes de actuar, ponernos en sus zapatos e intentar ver por qué se comporta así, ya que los actos de rebeldía, al menos al principio, suelen tener un motivo. Dialogar y emitir críticas constructivas es mucho mejor que juzgar o castigar.

6- Elogia a tu hijo cada vez que obedezca y se porte de manera adecuada. La educación positiva es mucho más eficaz, aunque puede llevar un tiempo ver resultados, así que paciencia.

Y, si nada funciona y la convivencia cada vez es más complicada, no dudes en buscar ayuda psicológica, ya que la terapia, individual o familiar, puede ayudaros mucho.


Terapia psicológica para niños rebeldes

Si estos consejos no han funcionado y ya no sabes qué más hacer, no dudes en consultar a un psicólogo infantil especializado en mala conducta, ya que ellos tienen las herramientas y las terapias para averiguar la raíz del problema y fundar unas nuevas bases familiares que mejoren la convivencia y la conducta del niño.

En este caso, la terapia suele ser tanto individual como familiar, ya que el psicólogo necesitará trabajar tanto con el niño, modificando su conducta y sus esquemas mentales, como con los padres y el niño juntos para mejorar su relación.

Dentro de todas las terapias, las más efectiva y habitual en estos casos es la terapia cognitiva conductual (TCC). Las terapias cognitivo-conductuales están orientadas a la vinculación del pensamiento y la conducta, aceptando la tesis conductista de que la conducta humana es aprendida y puede modificarse, así como los pensamientos que tenemos sobre nosotros y el mundo que nos rodea. Por ello, la terapia cognitivo conductual ayuda a cambiar la forma cómo piensa (lo cognitivo) y cómo actúa (conductual). Unos cambios que pueden hacer que se sienta mejor consigo mismo lo que, sin duda, redundará en su buen comportamiento.

En resumen, esta terapia se ocupa del desarrollo y la orientación personal, la resolución de conflictos, el entrenamiento en habilidades y estrategias internas y la autorregulación emocional.

Otras terapias que pueden ser positivas y que suelen usarse en este tipo de problemas son la Terapia de modificación de conducta (que se basa en los condicionamientos operantes y el uso de reforzadores y castigos, trabajando las normas y los límites para modificar los malos comportamientos); técnicas de relajación y control de estrés; o el entrenamiento en habilidades sociales si tiene problemas para relacionarse con los demás.


Fuentes:

- Álava, Silvia (2015), Queremos que crezcan felices, Madrid, Actitud de Comunicación.

- Carrobles, José Antonio; Pérez-Pareja, Javier (2008), Escuela de Padres. Guía práctica para evitar problemas de conducta y mejorar el desarrollo infantil, Ed. Pirámide

Foto: Freepik.com

Fecha de actualización: 17-03-2021

Redacción: Irene García

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