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El miedo a la oscuridad: con un origen racional y una solución imaginativa

El miedo a la oscuridad: con un origen racional y una solución imaginativa

La Nictofobia o miedo a la oscuridad es uno de los temores más frecuentes entre los niños y adultos. Tiene su origen en una serie de mecanismos mentales que no son tan irracionales como podemos pensar.

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Indice

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Un mecanismo evolutivo de defensa

Diversos estudios, como uno realizado por la Universidad de Maastricht en 2001, estiman que alrededor del 70% de los niños tienen miedo a la oscuridad, y que aproximadamente el 10% de los adultos también. Si pensamos en ello, todos, en mayor o menor medida, hemos sentido este miedo en algún momento. Puede que incluso muchos de nosotros en nuestra infancia hiciéramos frecuentes viajes a la cama de nuestros padres y hermanos para calmar la ansiedad que la noche nos provocaba.

Como han demostrado y explicado los científicos, este miedo tiene una explicación racional. Para empezar, la oscuridad inhabilita, o por lo menos disminuye, uno de nuestros sentidos más prevalentes: el de la visión. Al contrario que la mayoría de animales, los humanos no hemos desarrollado mecanismos naturales frente a la oscuridad (de ahí que desarrolláramos la luz y empleáramos el fuego para iluminar). En ella, y sin esos mecanismos externos de luz, estamos mucho más vulnerables y con mucho menos control de nuestro entorno. Además, se sabe que en la oscuridad nuestro sentido dominante pasa a ser el oído, de ahí que magnifiquemos cualquier pequeño sonido que oigamos.

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Está probado que todo esto provoca un mecanismo de defensa inconsciente que hemos heredado de nuestros antepasados. A medida que crecemos nos damos cuenta de que, en general y cuando estamos en la seguridad de nuestro hogar, la oscuridad no tiene por qué implicar esos peligros. Es decir, aprendemos a gestionar este instinto de sentirnos en peligro en la oscuridad. Pero esto es algo que los niños aún no han desarrollado, de ahí que entre ellos sea un miedo mucho más prevalente. A esto se añade que los niños tienen ciclos de sueño distintos que los adultos, lo que supone que se despierten más a menudo.

 

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La clave está en la imaginación

El miedo a la oscuridad, o más bien a lo que se puede esconder en ella, parte de la imaginación. En el caso de los niños, con una capacidad imaginativa mucho más activa que la que podemos tener los adultos, esto se traduce en un mayor miedo e inquietud.

Racionalizar con un niño entre los 2 y los 7 años no funciona. En cambio, la imaginación es la puerta para ayudarles a gestionar ese miedo. Hasta una determinada edad, los niños son muy pequeños para comprender que su miedo es irracional y está creado por su mente, por lo que decírselo realmente no sirve de mucho. En cambio, usar el “pensamiento mágico” les puede ayudar a ir aprendiendo a controlar sus miedos y la ansiedad que estos provocan con las herramientas que tienen.

Puedes darle un peluche “protector”, por ejemplo. O contarle una bonita historia antes de dormir para que le ayude a dormir tranquilo. Incluso puedes organizar la rutina antes de que se meta en la cama de hacer un conjuro inventado para evitar que los monstruos entren en su cuarto.

Los niños tienen menos herramientas que los adultos para controlar su ansiedad y miedos. Es por ello que recurren a su fuente principal de seguridad: sus padres o hermanos. Que tu hijo duerma con sus padres no es algo que tengas que coartar, pero buscar con él maneras con las que pueda aprender a sobrellevar sus miedos (tener una lamparita encendida en su cuarto, que duerma con su peluche…) será muy positivo para él. Utiliza la imaginación como tu pequeño/a y verás cómo funciona.


Fuentes:

Universidad de Maastricht 

Fecha de actualización: 26-06-2020

Redacción: Irene Gómez

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