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La etapa del no

La etapa del no

Alrededor de los dos años los niños convierten la palabra no en una de sus favoritas adoptándola como su respuesta favorita. Esta etapa coincide con el momento en el que el pequeño empieza a percibirse como un ser independiente de los demás, con sus necesidades, deseos y exigencias propios. Así, suele manifestar más rebeldía siendo una forma frecuente el contestar con un “no” a cualquier cosa que se le pregunte o pida.

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Indice

 

¿Por qué se produce la etapa del no en los bebés?

La etapa del “no” se inicia alrededor de los 2 años y se extiende hasta los 4 años.

Es una etapa no solamente psicológica sino también fisiológica donde los cambios experimentados hacen que el niño aprenda a imponerse e intentar hacerse valer ante los otros. Psicológicamente hay que tener en cuenta que el niño ha escuchado esa palabra “no” de forma constante cada vez que intentaba un nuevo desafío o exploraba un sitio nuevo siguiendo la línea que le marcaban sus impulsos. En esta etapa ya conoce su significado y por lo tanto la emplea como una forma de retar de manera constante.

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Además no debe olvidarse que es una etapa más donde el niño intenta tomar la iniciativa y comenzar a desarrollar su autonomía personal sin tener que depender tanto de los padres y en especial de la madre. Para ello el “no” le resulta muy útil y a veces puede que lo refuerce con el llanto o conductas agresivas como morder o pegar.

El pequeño está confuso en esta etapa y una forma de resolverla es probando a romper la autoridad de sus padres viendo hasta donde puede llegar. Esto es positivo también, ya que así comienza a defender sus posiciones y a ver que puede tener mayor autonomía, que no todo depende de los otros y que puede influir en su entorno.

También, aunque aún no han desarrollado el razonamiento lógico, ya tienen opiniones propias y son capaces de tomar sus decisiones. Y el no les ayuda a expresarlas.

 

¿Cómo actuar si desobedece y dice no por norma?

-  Lo fundamental es dejarle claro que hay cosas que son innegociables e incuestionables, además obviamente de aquellas cosas que ponen en peligro su seguridad (jugar con cuchillos, bañarse en la piscina solos, etc.). Por ejemplo si en la familia hay establecidos unos horarios de comida o de irse a dormir. Pongamos que el niño tiene que tomar postre. En este caso no se le debería preguntar si quiere o no tomarlo, sino que se le puede dar a elegir entre dos opciones que los padres hayan decidido previamente, por ejemplo manzana o pera. Así, verá que efectivamente puede elegir (autonomía) pero que es dentro de un orden (reglas inamovibles) y que esa autonomía tiene sus límites.

- Es cierto que si el niño es muy insistente puede influir en sus padres haciendo que lleguen a perder la calma y ese nerviosismo influirá a su vez en el niño en la forma en que sus padres reaccionen ante ese comportamiento.

- Ante todo no debe perderse la calma o si se pierde -cosa que ocurrirá en más de una ocasión- intentar que eso no influya en la forma en que tratemos con el niño. Así, hay que armarse de paciencia y tolerancia, lo cual no significa carta blanca para que haga lo que quiera.

- Es conveniente emplear un tono cariñoso que le diga que aunque se haya portado mal, se le está corrigiendo sin dejarle de querer por ello. Imponer por imponer (“Yo lo digo y punto”) no es positivo para su progreso, pero tampoco lo es entrar en discursos que no comprende y para los que su desarrollo intelectual aún no está preparado.

- Si se le dice algo hay que intentar cumplirlo tanto en lo negativo como en lo positivo. Teniendo especial cuidado con el uso del “luego” o el “más tarde”. No es adecuado que le digamos: “luego verás la peli”, si sabemos que será imposible porque comienza la hora de bañarse o de irse a dormir. Es absolutamente necesario que vea que puede confiar en lo que decimos y que eso se cumple.

- Evitar reacciones exageradas en forma de gritos, ya que el niño verá que así también obtiene atención y por lo tanto intentará repetir la conducta realizada tan sólo para obtener más de esa atención.

- No confundir prestar atención con mimar o consentir. El niño necesita ese contacto cariñoso de sus padres ya que le da seguridad y confianza, mientras que dejarle llorar todo el tiempo le proporcionará todo lo contrario. No se trata de que sean niños egoístas y caprichosos. Ellos no son conscientes de si molestan o interrumpen algo importante, por lo que atenderles haciéndoles ver que no es el momento, a veces será suficiente para que se tranquilicen y de paso se sientan más seguros y con mayor confianza en sí mismos.

- El ejemplo es importantísimo también. No podemos pretender que deje de emplear el no si nosotros lo utilizamos todo el tiempo con él. Si le razonamos, de forma adecuada a su edad, estaremos estimulando su desarrollo intelectual y sabrá que hay cosas que le resulta difícil aceptar, pero que hay que hacerlas porque existe el motivo para ello.

- Respeta su “no”. A veces los padres no aceptan un “no” por respuesta y obligan a los niños a actuar en contra de su voluntad. Es cierto que a veces no se puede permitir esa negativa, pero hay ocasiones en los que podemos permitir su “no”. En esos casos, respétalo.

- Enséñale a ofrecer otras respuestas que puedan indicar sus dudas sin ser tan rudo, como quizá, tal vez, a lo mejor, puede, etc.

- Educa con el ejemplo y procura usar otras expresiones cuando te pregunte algo. No digas que  no a todo por costumbre. Valora sus preguntas y peticiones para ver si es posible otra respuesta.


Fecha de actualización: 26-01-2022

Redacción: Juan Pedro Valencia

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