Otra forma de ver la educación. Disciplina positiva

Esta nueva forma de ver la educación tiene el nombre de Disciplina Positiva.
Para quien no conozca, o no haya escuchado nunca nada sobre ella, es un método educativo basado en el respeto hacia el niño, aunque considero que es más que eso, es una filosofía de vida que tiene como principales premisas el no al castigo, no a los gritos, al chantaje y los premios y a la violencia como método para educar a nuestros hijos.

La disciplina positiva nos propone una nueva visión mucho más ecológica en cuanto a cómo tratar las rabietas, las diferencias entre hermanos, los enfados, etc. tanto para el niño como para el adulto. ¿Por qué no intentar fomentar una mejor relación entre padres e hijos?

Bajo mi punto de vista, nos encontramos en una sociedad donde los niños necesitan algo más de los adultos. Necesitan ser vistos. Necesitan, como bien dice la disciplina positiva, pertenecer.

Cada día encontramos padres y madres con cada vez menos tiempo, con cada vez más responsabilidades y con cada vez menos paciencia. Esto es tremendo. ¿Deberíamos revisar nuestra escala de prioridades?

Nosotros como adultos venimos de una educación tradicional basada en el castigo como forma de hacer que los niños obedezcan. Quizá esa no sea la mejor forma de enseñar al niño a largo plazo. Como propuesta se puede utilizar la disciplina positiva.

Si, disciplina, que, como hemos dicho, no tiene nada que ver con gritos o castigos.
La diferencia entre ambos conceptos es que la disciplina trata de enseñar, y el castigo trata de sancionar por un comportamiento que el adulto considera incorrecto. Pero, ¿qué es un comportamiento incorrecto?

Partimos de la base de que, cualquier padre, quiere y hace lo mejor que sabe en cuanto a la educación de sus pequeños y, sobre todo, lo hace basándose en lo aprendido a través de su propia experiencia. El adulto de hoy en día también fue niño, y probablemente también lo hicieron lo mejor que pudieron con él, pero hace años quizá existían otras prioridades que no permitían cuidar la infancia de esta manera.

Actualmente nuestros hijos necesitan ser respetados y entendidos desde su forma de ver el mundo, que dista muchos de la nuestra. Los padres tenemos la responsabilidad de enseñar desde el cerebro del que aprende.

Los niños necesitan de nosotros. Necesitan nuestra presencia. Pero no solo presencia física, necesitan nuestra absoluta atención. Esto no quiere decir que tengamos que pasar 24 horas atendiéndoles. Lo que quiere decir es que debemos plantearnos que el tiempo que empleamos con nuestros hijos tiene ser de mayor calidad, y que cuando ellos nos necesiten sientan que vamos a estar ahí, y además de la manera en la que ellos nos necesiten.

La disciplina positiva es una actitud, como la propia vida. Es necesario cambiar la forma de ver a los niños. Para ello es importante entendernos a nosotros mismos para poder entenderles a ellos.

Los padres necesitamos cuidar nuestras creencias, nuestra forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos para poder enseñar a nuestros hijos. Al fin y al cabo, la disciplina positiva se la muestra el adulto al niño. Sería totalmente incongruente un adulto que no sabe manejar sus emociones, que no es empático, que no comulga con los principios de la disciplina positiva, pretendiendo enseñarle a su hijo esta manera de estar en el mundo.

También es importante saber que ningún padre es perfecto, pero sí bienintencionado. Partimos de la base de que todos los padres quieren lo mejor para sus hijos. El problema es que a veces lo que los padres consideran lo mejor para sus hijos no es tal. Y no pasa nada, porque estamos en el aprendizaje, estamos despertando. Nos estamos dando cuenta de que hay algo que falla, y equivocarse no es tan terrible. Es una nueva oportunidad para empezar y corregir lo que no salió bien. No seremos jamás súper padres, no es necesario. Pero sí seremos padres aprendiendo día a día y enseñando a nuestros hijos lo que realmente sí es bueno e importante para ellos.

Por tanto, en resumen, la disciplina positiva es una carrera de fondo, donde estamos en continuo aprendizaje. Es una filosofía de vida. Y es la manera en la que podemos brindar a nuestros hijos la oportunidad de ser personas el día de mañana con unas habilidades sociales y emocionales que les hagan ser felices, al fin y al cabo es lo que queremos para ellos.

¿Estamos dispuestos a intentarlo?