Tratamiento de la placenta percreta
En algunos embarazos, la placenta, órgano encargado de suministrar oxígeno y nutrientes al bebé, se fija a las paredes uterinas atravesándolas completamente. Esto imposibilita su expulsión tras el parto y puede afectar a otros órganos pélvicos cercanos. Se trata de un trastorno grave que suele implicar la extirpación del útero tras el nacimiento del niño
Indice
¿Qué es la placenta y para qué sirve?
La placenta comienza a formarse en el mismo momento en el que el óvulo fecundado llega al útero y se forma a partir de la capa de células llamada trofoblasto, entre la cuarta semana de gestación y el cuarto mes.
Es un órgano con forma de óvalo y plano adherido a la pared interna del útero (conocido como lado materno) por uno de sus lados. Al final del embarazo mide unos 18 cm y pesa medio kilo.
Sus funciones principales son:
- Transmitir nutrientes y oxígeno al bebé. El lado materno de la placenta está formado por vellosidades que se adhieren al útero y extraen la sangre de la madre, a través de la cual pasan oxígeno, anticuerpos y nutrientes al bebé.
- Eliminar los desechos fetales: el lado fetal, por su parte, está compuesto por cientos de vasos sanguíneos que contienen la sangre y los desperdicios del bebé, que son expulsados al sistema circulatorio materno, que los filtra y los expulsa a través de los riñones.
- Fabricar hormonas: la placenta libera estrógeno, progesterona y gonadotropina coriónica humana (hCG), lactógeno placentario humano y hormonas esteroideas desde que se empieza a formar.
- Proteger: protege al feto de muchas sustancias y microorganismos que puedan hacerle daño ya que no son capaces de atravesar la placenta, aunque no puede protegerle de todas.
¿Qué es la placenta percreta?
La placenta percreta es una enfermedad placentaria en la que las vellosidades de este órgano se fijan completamente a la pared uterina dificultando mucho su separación a la hora del parto. En los casos más graves, tras atravesar todo el grosor del miometrio y la serosa (últimas capas del útero), invade órganos vecinos. Se trata de un trastorno muy grave, aunque de baja incidencia, que puede provocar hemorragias masivas y daños a los uréteres, vejiga y otras estructuras pélvicas. Es la primera causa de histerectomía obstétrica (extirpación del útero en el parto) y determina un aumento de la mortalidad de la madre y del bebé.
Los factores de riesgo más comunes son: placenta previa (crece en la parte más baja de la matriz), cesáreas anteriores o cirugías previas en el útero, legrados o abortos, mujeres mayores de 35 años, partos múltiples o endometritis. Si la placenta percreta se posiciona sobre una cicatriz hace más propicio que las vellosidades rompan la pared uterina atravesando por el tejido cicatrizado. Tras pasar el útero, las vellosidades tienen mucha más facilidad para seguir su progresión e invadir zonas cercanas.
Diagnóstico y tratamiento
Dada la gravedad del trastorno, es fundamental el diagnóstico oportuno para realizar una planificación quirúrgica previa. Hoy en día, gracias a los avances médicos y al mayor conocimiento de esta enfermedad, la placenta percreta se puede diagnosticar durante la gestación, evitando así las complicaciones imprevistas durante el parto.
Hace años, esta afección se detectaba por una sospecha del médico tras una hemorragia masiva, por hematuria (presencia de sangre en la orina) durante el embarazo o porque durante el parto la placenta no se desprendía de manera espontánea. Los síntomas varían según las características de la placenta y de otras posibles complicaciones como la invasión de los órganos más cercanos. Lo más común es que se produzca una hemorragia antes del parto, durante el mismo o al finalizar.
El proceso suele terminar con una gestación programada por cesárea, o en el peor de los casos, interrupción del embarazo de urgencia, además de la extirpación quirúrgica de la placenta y útero en ambos supuestos.
Gracias al diagnóstico previo, el tratamiento por excelencia suele ser la cirugía planificada y no de urgencia: finalización de la gestación programada mediante cesárea e histerectomía. Las semanas mínimas de gestación para que el nacimiento sea óptimo no están establecidas, pero es importante evitar cualquier intento de parto espontáneo y por vía vaginal pues podría provocar hemorragias masivas en la madre. El diagnóstico placentario suele hacerse mediante el estudio del historial clínico de la embarazada para detectar factores de riesgo conocidos, cistoscopia, ecografías rutinarias y ecografía con técnica doppler (evalúa el flujo de sangre) y resonancia magnética si las anteriores pruebas no son concluyentes o para preparar la operación.
Aunque el diagnóstico prenatal es básico para tratar la placenta percreta, solo será concluyente a finales del segundo o principios del tercer trimestre del embarazo. Antes, puede haber sospecha pero es muy difícil detectar el alcance de la dolencia. Aunque se detecte a tiempo y el equipo médico tenga su intervención preparada, siempre hay posibilidad de que haya que actuar de urgencia por hemorragias preparto.
Para pacientes que quieren conservar su fertilidad y que las condiciones lo permitan (no ha habido intervención de urgencia por hemorragia), en los últimos años han surgido novedosos tratamientos conservadores del útero que pueden evitar su extirpación. Estos tratamientos no están exentos de riesgos y aún siguen en fase de estudio, sobre todo en los casos de mayor adherencia de la placenta e invasión de los órganos cercanos. La paciente debe estar informada y advertida de todas las complicaciones y su estado clínico debe ser estable.
El método consiste en dejar la placenta entera o de manera parcial en su lugar y conservar el útero, relegando la extirpación o histerectomía a una segunda opción. Los procedimientos asociados a este tratamiento conservador suelen ser: emobilización de las arterias uterinas o uso de Metotrexato para necrosar la masa placentaria y su posterior reabsorción o expulsión.
Fuente:
Placenta percreta con invasión vesical: reporte de 2 casos. Eduardo Vera M., José Lattus O., Hugo Bermúdez L., Lorena Espinoza U, Carlos Ibáñez B, Andrés Herrera V., Ramón Almuna V. Rev. chil. obstet. ginecol. v.70 n.6 Santiago 2005 http://dx.doi.org/10.4067/S0717-75262005000600010 REV CHIL OBSTET GINECOL 2005; 70(6): 404-410 Scielo. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-75262005000600010
Fecha de actualización: 24-09-2020
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