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Corioamnionitis: embarazos de alto riesgo

Corioamnionitis: embarazos de alto riesgo

Una de las posibles complicaciones que se puede producir en una gestación es la corioamnionitis, es decir, la infección de las membranas placentarias y del líquido amniótico, lo que puede dar lugar a un parto prematuro. Aunque es poco frecuente, si se produce una rotura prematura de las membranas, los gérmenes de la vagina o del recto pueden pasar hasta el útero infectándolo. Un control riguroso de la embarazada y un diagnóstico precoz evitarán los riesgos

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Indice

 

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¿Qué es la corioamnionitis?

En medicina, es una infección de las membranas placentarias y del líquido amniótico. Es poco frecuente, se presenta en un 1-2% de todos los embarazos, pero es más común en los partos prematuros puesto que la corioamnionitis puede causar bacteremia (infección en la sangre) en la madre y provocar un parto prematuro y una grave infección en el neonato.

Durante la gestación, el moco cervical y las membranas ovulares forman una importante barrera que separa al feto y al líquido amniótico (estériles), del canal vaginal (cargado de bacterias), por lo que casi nunca se observan gérmenes en el líquido amniótico antes del parto.

Pero, a veces, si hay una rotura prematura de las membranas, los gérmenes pasan o ascienden desde la vagina hasta el útero infectando el líquido amniótico. La infección también se puede producir a través de la sangre o después de un procedimiento obstétrico invasivo, como la amniocentesis o el cerclaje cervical. El riesgo de contagio tras una amniocentesis diagnóstica es aproximadamente del 1%; después de transfusiones intrauterinas es del 5%; y tras un  cerclaje del 1-2%.

Los organismos generalmente responsables de la corioamnionitis son los que normalmente se encuentran en la vagina, incluyendo la Escherichia coli (E. coli). Los estreptococos grupo B también pueden producir la infección.


Síntomas principales de la corioamnionitis

•    Fiebre.

•    Aumento de la frecuencia cardíaca en la madre y el feto.

•    Dolor o sensibilidad en el útero.

•    Olor desagradable del líquido amniótico.

•    Leucocitosis materna (>15.000 leucocitos/mm3).

Estos síntomas pueden parecerse a los de otros trastornos o problemas, por lo que será necesario un examen minucioso del obstetra para asegurarse. El diagnóstico se realiza mediante un análisis de laboratorio para detectar la infección. A veces es necesario controlar el líquido amniótico mediante una amniocentesis (extracción de líquido con una aguja).

Las mujeres que han tenido un episodio previo de corioamnionitis deben tener más cuidado en futuros embarazos puesto que presentan más riesgo de volver a presentar otro episodio similar (aunque no necesariamente). El papel del obstetra en su prevención consistirá en realizar cultivos de orina y vagina, investigaciones para descartar infección por clamidia y mycoplasma, y cultivo del recto para descartar infección por estreptococos del grupo B. También se tratará de identificar en futuros embarazos la aparición de amenaza de parto pretérmino (aparición de contracciones antes de la fecha prevista de parto) y de rotura prematura de membranas.

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Complicaciones frecuentes de la corioamnionitis

Los riesgos más frecuentes asociados a la corioamnionitis son: bacteriemia de la madre o del neonato, aumento de la mortalidad perinatal, síndrome de distrés respiratorio, aumentos potenciales de las complicaciones quirúrgicas, desprendimiento prematuro de la placenta y atonía uterina.

También se vincula con una mayor incidencia de distocias: trastornos del trabajo de parto, mayor requerimiento de oxitocina para obtener contracciones uterinas eficaces, dilataciones cervicales más lentas y aumento en el número de cesáreas.
 

Tratamiento de la corioamnionitis

El tratamiento dependerá del estado de salud de la embarazada y de sus antecedentes médicos, de lo avanzada que esté la enfermedad, de su tolerancia a ciertos medicamentos y de las expectativas de evolución del trastorno.

Tan pronto como se diagnostica la infección se administran antibióticos para tratar la corioamnionitis. A menudo es necesario inducir el parto para prevenir complicaciones en la madre o si el feto está en peligro, y continuar con los antibióticos una vez se haya dado a luz.

Se recomienda, siempre que se pueda, llevar a cabo un parto vaginal para evitar la contaminación de la cavidad peritoneal durante el nacimiento. Pero ante cualquier problema, se debe practicar una cesárea; de hecho, el índice de cesáreas en pacientes con esta infección es bastante alto debido a que es frecuente el trabajo de parto disfuncional o el sufrimiento fetal.


¿Para qué sirve el líquido amniótico?

Este líquido se forma en la cuarta semana de embarazo, cuando el embrión ya ha anidado en las paredes del útero y se empieza a formar la cavidad amniótica, la cual se irá llenando de líquido. Durante el primer trimestre, este líquido es un ultrafiltrado del plasma sanguíneo materno, pero a partir de la duodécima semana, también el bebé interviene con su orina.

El líquido amniótico protege al niño de lesiones externas, le sirve de amortiguador para los golpes y evita que le dañe la presión que ejercen tus propios órganos. Además, le mantiene calentito, a la temperatura de tu organismo, ayuda a desarrollar los pulmones e incluso le alimenta, ya que cada traguito del líquido amniótico proporciona a tu bebé iones y proteínas.

También es un importante indicador del estado de salud del bebé y de posibles complicaciones. En el caso de que haya mucho, puede determinar que haya gemelos, diabetes o malformaciones del feto. Si hay poco, significa que existe un peligro claro, debido quizás a una fisura en la bolsa o un problema en el sistema renal del bebé. Esto puede provocar infecciones uterinas o que el feto comprima el cordón umbilical, por lo que será necesario adelantar el parto.

Gracias al líquido amniótico se pueden diagnosticar malformaciones, ya que contiene un gran número de células fetales con las que se puede conocer el cariotipo del bebé y saber si padece una enfermedad cromosómica.


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La fecha prevista de parto se calcula sumando 280 días al primer día de la última menstruación de la mujer. Se trata de una fecha aproximada que el obstetra irá ajustando conforme se vaya acercando la finalización de la gestación.

Fuente: Goetzl, Laura (2006), Concepción y embarazo a partir de los 35, Pearson Educación.

Fecha de actualización: 30-12-2020

Redacción: Irene García

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