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Violencia infantil ¿Cómo prevenirla?

Violencia infantil ¿Cómo prevenirla?

El fomento del respeto y la tolerancia son dos valores fundamentales para prevenir las conductas violentas en nuestros pequeños. La forma en la que nuestros hijos e hijas canalizan sus sentimientos es clave para que sus formas de actuar no desemboquen en comportamientos agresivos

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Indice

 

¿Es normal una rabieta o un enfado?

Las rabietas y los enfados son comportamientos normales en niños y niñas, sobre todo en los primeros años de su infancia en los que están aprendiendo a relacionarse con otras personas y con su entorno.

El enfado a través del lloro o un tono de voz elevado suele ser la única forma de expresión de la que disponen los niños en esta etapa de su vida, por lo que no debe preocuparnos que este tipo de situaciones se produzca de vez en cuando. Pero sí debemos centrarnos en cómo canalizan nuestros hijos esos sentimientos para que este tipo de pautas no se conviertan en conductas más agresivas o violentas con el transcurso del tiempo.

La puesta en marcha de una labor educativa basada en la transmisión de valores positivos tales como el respeto y la tolerancia es un buen comienzo para prevenir este tipo de actitudes. Además, es importante potenciar en nuestros hijos e hijas conceptos como la autoestima, la escucha activa y la comunicación con el fin de que adquieran las habilidades sociales necesarias para resolver cualquier tipo de conflicto recurriendo al diálogo y la consensuación, en lugar de a la violencia.

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Cómo llevar la teoría a la práctica

Todo lo dicho anteriormente es la teoría del ideal que se pretende conseguir. No obstante, para ponerlo en práctica es necesario contar con una serie de pautas y consejos que podamos aplicar con nuestros hijos e hijas en diversas situaciones de nuestra vida cotidiana.

Uno de los aspectos que debemos cuidar desde el momento del nacimiento es la utilización del lenguaje verbal y corporal. Los niños y niñas son esponjas que absorben todo lo que ven y escuchan. Es probable que en nuestras reuniones familiares, en conversaciones teléfonicas o simplemente viendo la televisión, descuidemos nuestro comportamiento y de él sean testigos nuestros hijos, que posteriormente imitarán y reproducirán lo que han visto.

Por esta razón, además de intentar evitar el uso de insultos o palabras malsonantes, también hay que prescindir de las formas de expresión y movimientos del cuerpo que resulten agresivos, así como tonos elevados de voz. No hay que olvidar que el lenguaje es un vehículo de transmisión y, a través de él, podemos influir en el comportamiento y forma de pensar de nuestros hijos e hijas.

Cuántas veces no nos habremos preguntado: ¿y esa expresión o ese grito, de dónde lo habrá sacado? Somos observados y analizados por nuestros hijos e hijas, más de lo que creemos, y cuando nos queremos dar cuenta, han aprendido a hablar con nuestros malos ejemplos. Hay que intentar hablar entre los padres o entre los abuelos de una manera cordial y educada, guardándose siempre el respeto entre todas las personas. Los gritos o insultos son también formas de maltrato infantil y minan su autoestima. 

 

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¿Cómo resolver un conflicto?

Otra cuestión importante es el modo de resolver los conflictos. Los niños y niñas se encuentran a lo largo de su crecimiento con distintos retos que afrontar propios a su edad. La forma de solventar los diferentes problemas con los que tropezamos en la vida es un proceso de aprendizaje en el que cada uno de nosotros utilizamos diferentes métodos en base a nuestra personalidad, costumbres y experiencia educativa.

En este sentido debemos echar una mano a nuestros hijos e hijas en el momento de hacer frente a sus problemas y enseñarles a percibir el conflicto como algo positivo y su superación como parte indispensable para el crecimiento y desarrollo personal.

Cuando son más pequeños, entre 0 y 3 años, hay que intentar naturalizar y normalizar los conflictos, hacerles entender que no siempre se gana, y que cuando uno se cae, no pasa nada, hay que levantarse, sin hacer ningún drama de la caída, y seguir adelante. No es aconsejable enseñarle a echar la culpa al suelo o a la pared, en caso de que se haya dado algún golpecito, ya que con esto no está aprendiendo a reconocer que a veces somos nosotros los responsables del daño.

Por otro lado, a partir de los 3 años, que ya son más mayores, la utilización del diálogo debe ser una herramienta primordial a utilizar en cada conflicto. Hacer que expresen sus sentimientos, y lo que piensan en este tipo de situaciones, es una forma idónea de resolverlos. De este modo, estaremos potenciando el diálogo y la comunicación, y comprenderán que no todo el mundo piensa de la misma manera, que la diversidad nos enriquece y que debemos respetar las ideas de los demás y llegar a puntos en común.

 

Influencias en la conducta del niño

Todas estas pautas de educación, como decíamos, son un proceso de aprendizaje en el que se adquieren diferentes habilidades con las que se abandona el uso de la violencia. Por supuesto, el ámbito familiar es básico para prevenir estas conductas, pero no podemos olvidar que existen otros elementos externos que contribuyen a esta educación y que pueden perturbar nuestras buenas intenciones.

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Entre ellos, queremos destacar el papel de los medios de comunicación. La implicación de estos agentes sociales es fundamentel en la transformación de un mundo en el que se fomente el respeto y la tolerancia. A través de sus mensajes cumplen con una función básica para toda la ciudadanía, y además pueden contribuir a la creación de espacios de debate en los que se potencie la reflexión, el análisis crítico de la información y el aprendizaje, entre otros.

Lo más probable es que nuestros hijos e hijas quieran ocupar una gran parte de su tiempo viendo la televisión, a ciertas edades se trata de un modo de entretenimiento muy aclamado por ellos. Pero de nuevo, debemos preocuparnos por el contenido televisivo que reciben como espectadores y cuidar que aquello que ven no fomente en ellos pensamientos sexistas, discriminatorios o conductas violentas.

Es importante que los mayores nos sentemos con ellos a ver la televisión, que comentemos las imágenes que están saliendo y les vayamos preguntando si les parece bien lo que están viendo, si lo van entendiendo, de manera que de la televisión hagamos una manera de compartir un espacio y de aprender juntos, y de ese modo se convierta en un elemento positivo.

Y lo mismo ocurre con los videojuegos, juguetes, libros, música, etc. En definitiva, con todos aquellos elementos con los que los niños y niñas se divierten e incorporamos a sus momentos de ocio diarios, ya que éstos les pueden ayudar a desarrollar habilidades individuales y sociales. Cada una de estas herramientas puede convertirse en educativa si fomentan valores positivos, potencian la reflexión o la interacción con otras personas, entre otros.

En la rutina se adquiere compromiso, responsabilidad y se configura la personalidad de nuestros hijos e hijas. Por lo que cualquier situación: el momento del juego, el de la comida o la elaboración de los deberes puede ser idóneo para poner en marcha cada una de estas pautas.

Y si no funciona y no sabes cómo ayudar a tu hijo, consulta a un profesional de psicología. 
 


Fecha de actualización: 10-06-2022

Redacción: Pilar Lainez

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