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¿Castigar o premiar a los niños?

¿Castigar o premiar a los niños?

Muchos padres asocian la palabra disciplina con castigo. Sin embargo ante un mala conducta infantil que queremos evitar o cambiar, muchos expertos coinciden en la eficacia de las recompensas. De este modo se podrá extinguir esa actitud indeseable más fácilmente si la ignoramos, mientras, por el contrario, reforzamos la buena conducta con elogios y premios.

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Índice

 

 

¿Es mejor castigar o premiar para educar a un niño?

Muchos padres se preguntan si, para conseguir que sus hijos se porten bien, es mejor castigarlos o premiar sus conductas positivas.

Los expertos coinciden es que es mucho más beneficioso para el desarrollo del niño y más efectivo premiar las conductos buenas que castigar las malas. Así, el refuerzo positivo mejora la autoestima del niño y le aporta seguridad, mientras que los castigos se basan en el miedo y bloquean el aprendizaje.

Un castigo busca hacer sentir mal al niño y le causa vergüenza, enojo o represión de emociones, afectando al desarrollo emocional del pequeño.

Pero las recompensas o los premios tampoco son la respuesta. El niño debe portarse bien porque es lo correcto, no para conseguir un premio. Lo mejor es motivar, reforzar la conducta buena con alabanzas, ayudar, ser empático y ponerse en la piel del pequeño para entender sus motivaciones y comportamiento. Así le ayudaremos a portarse mejor y ser mejor persona.
 

Consecuencias y recompensas efectivas para niños

El objetivo final es que el niño sepa que sus conductas siempre acarrearán unas consecuencias, pero cuando es pequeño no entenderá que bañarse tiene efecto positivo a largo plazo: Mantener una buena higiene hará que no tengamos infecciones. Por eso a determinadas edades debemos sustituir esas consecuencias por otras más inmediatas, las recompensas.

Estas recompensas al buen comportamiento no deben ser entendidas como un premio material, si no que, en la mayoría de las ocasiones, un elogio o unas palabras de reconocimiento serán suficientes, pues tampoco es conveniente que solo se acostumbrarse a actuar bien si consigue algo a cambio.

Para que las recompensas sean eficaces tienes que tener en cuenta lo siguiente:

- Cuanto más se retrase una recompensa menor efecto tendrá.

- Nunca se debe premiar la conducta indeseada que se pretende extinguir.

- La recompensa debe concederse siempre después de la conducta que se quiere reforzar y nunca antes.

- Esta nunca debe ir unida a una crítica, si no puede ser tomada como un castigo. Por ejemplo: “¡Muy bien! hoy has recogido tú solito los juguetes, pero has tardado mucho en hacerlo.” Esto puede desanimarle, y hacerle pensar que por mucho que se esfuerce nunca llegará a hacer las cosas perfectamente. Es preferible que refuerces las conductas poco a poco. Cuando consigamos que se bañe solo, podemos continuar con otras órdenes (tardar menos tiempo, ordenar la ropa, etc.

- Han de evitarse las recompensas a largo plazo, especialmente si el niño es muy pequeño, pues de esta forma no asociará el premio con un buen comportamiento. No le prometas una bicicleta al final de curso si se porta bien y saca buenas notas. Es preferible otorgarle pequeños “premios” por cada meta conseguida a corto plazo.

- Fíjate en los gustos del niño y qué recompensas le satisfacen más, teniendo siempre en cuenta su edad, así será más efectivo.

En definitiva, motivar, alabar y el refuerzo positivo son mucho más eficaces para la educación y el aprendizaje del niño y, además, fortalecen su autoestima y la ayudan a sentirse mejor, en vez de hacerle sentir mal como hacen los castigos, que buscan el miedo del pequeño.


Fuente:

Álava, Silvia (2016), Queremos que crezcan felices, Madrid, Actitud de Comunicación.

Fecha de actualización: 15-12-2022

Redacción: Lola García-Amado

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