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Qué hacer para que el niño duerma solo en su cama

Qué hacer para que el niño duerma solo en su cama

Alrededor de los 2 o 3 años los niños suelen mudarse de la cuna a la cama. Algunos se adaptan a este cambio sin el menor problema, incluso disfrutan de su nueva libertad y mayor movilidad sin los barrotes de la cuna. Para otros, por el contrario, esta situación supone entrar en una fase de rabietas, andanzas a medianoche y/o resistencia a dormir.

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Motivos por los cuales los niños no quieren irse a la cama

¿Tu hijo es de los que oponen a irse a la cama cuando le corresponde y la hora de dormir se convierte en una batalla diaria? ¿Se levanta de la cama una y otra vez con excusas para no acostarse?

Antes de poner en práctica cualquier técnica para que duerma solo deberíamos poder identificar el motivo que le impide irse a la cama. Los niños de esta edad encuentran mil argumentos para no dormir. A continuación te ofrecemos unos cuantos. ¿Reconoces alguno? Si es así trata de ponerle solución y comprueba si la situación cambia.

1. El sueño de los niños es el origen de muchos quebraderos de cabeza de los padres. La creencia generalizada, especialmente en los últimos tiempos, de que los niños han de dormir solos y del tirón desde sus primeros días ha suscitado que se genere mucha de esta inquietud entre los progenitores cuando su hijo no duerme determinadas horas seguidas, se despierta en mitad de la noche o no quiere dormir en su propia cama. Algunos expertos han llegado considerar estas situaciones de enfermedad, insomnio, desorden del sueño, mala costumbre, etc. cuando en realidad, según otros especialistas, estos despertares o resistencia a dormir no son más que reacciones totalmente habituales en un niño de corta edad. Y es que hasta los 5 o 6 años es absolutamente normal que se despierten por la noche. A partir de entonces, los despertares nocturnos suelen desaparecer y su sueño tiende a igualarse al de los adultos. La razón es que los patrones de sueño de un niño son distintos al de una persona mayor. Por lo tanto, antes de tratar la situación como un problema o una enfermedad, debemos tener presente que, como explica la psicóloga Rosa Jové en su libro Dormir sin Lágrimas: “Dormir es un proceso evolutivo que se va adaptando a las necesidades del ser humano. No será hasta los 5-6 años cuando tendremos un sueño bastante parecido al adulto: un único periodo nocturno, sin siestas, y de una duración entre 8-10 horas. Tanto niños como adultos tenemos despertares nocturnos. La única diferencia es que nosotros ya dominamos la técnica de volver a dormirnos. Nuestros hijos aún no, pero lo harán algún día por ellos mismos.” Por lo tanto, paciencia.

2. El cambio ha sido muy brusco. Si además de cambiarle de la cuna a la cama el niño ha pasado de la habitación de sus padres a la suya propia, es decir, ha pasado de dormir acompañado a dormir solo, o incluso ha coincidido con un cambio de casa, la adaptación puede ser mucho más difícil. En estos casos no es raro que la ansiedad por la separación, la angustia o los temores, se apoderen de él ante la idea de irse a la cama. Lo ideal, para que esto no ocurra, es hacer los cambios poco a poco, comprobando que el niño se va ajustando al nuevo escenario antes de introducirle en otro.

3. Estar despierto es más divertido. A estas edades todo les sorprende y todo llama su atención. Es lógico que prefieran estar despiertos descubriendo lo que les rodea. Por ello es importante que las actividades que realicen antes de acostarse sean tranquilas y no favorezcan la sobrexcitación para que conciliar el sueño les resulte más sencillo. El truco es anticiparse a su cansancio empezando el hábito de relajación antes de que esté adormecido, así se evitará llegar a situaciones de sobrexcitación que con frecuencia desembocan en rabietas, llantos, enfados, etc. y la negativa a irse a la cama. Para dormir es fundamental favorecer la calma y bajar el nivel de actividad.

Es normal, también a esta edad, que una vez en la cama te llamen o se levanten pidiéndote cosas como un vaso de agua, un cuento, una canción, etc. Todo esto no son más que mecanismos a los que el niño recurre para disminuir su ansiedad y poder relajarse para dormir. Especialmente en aquellos que duermen solos. No se lo niegues, le ayudará a tranquilizarse y a sentirse seguro, pero establece antes los límites (por ejemplo, dile que solo será un cuento y después deberá dormir).

4. Miedo a la oscuridad. Con estos años la mente de un niño vuela. Su imaginación está en pleno desarrollo y la fantasía, que por el día se ha mantenido aletargada por la actividad, en medio de la oscuridad, solo y tumbado sin nada que hacer, puede florecer y hacer de las suyas. Si el niño te llama o se despierta aterrorizado, habla con él, sin menospreciar sus temores. Para él, esos monstruos, fantasmas o ruidos extraños son reales. Una buena idea es pedirle que te cuente qué ha soñado o que ha visto y terminar con él la historia con un final feliz.

5. Enfermedad. Asegúrate de que no tiene fiebre o no le duele algo. Un dolor de tripa, una infección de oído o una congestión nasal que dificulte la respiración pueden no dejarle dormir. Tampoco es mala idea comprobar cualquier posible alergia a ciertos tejidos. Algunos niños se muestran inquietos, irritables, incómodos, etc. cuando se acuestan. Y ese malestar, a veces, puede estar provocado por una sensación molesta producida por una alergia al material del pijama o de la ropa de cama, que les impide conciliar el sueño correctamente.  

6. ¿Tiene frío, calor, hambre, sed o algún otro factor le impide dormir? Descarta cualquiera de estos obstáculos que pueden entorpecer su sueño o despertarle. Tal vez haya demasiada luz, o algún ruido le sobresalte en mitad de la noche o le moleste y no le permita dormir más tiempo de forma natural.

 

Recomendaciones para que el niño duerma mejor

Favorece un ambiente propicio para el sueño. La hora de acostarse debe ser agradable y sin prisas y el dormitorio oscuro, silencioso y confortable. Es conveniente que haya rutinas y se acueste todos los días a la misma hora.

No le castigues o le amenaces con mandarlo a la cama. De esta forma asociará erróneamente el sueño o la cama con una sanción o algo negativo.

Trata de instaurar unos hábitos a la hora de irse a la cama: Fija una hora para dormir y anúnciale que la hora se aproxima 15 minutos antes. Así tendrá tiempo de hacerse a la idea y de concluir lo que estaba haciendo.

El niño ya tiene la edad suficiente como para entender ciertas cosas. Si tenéis planeado trasladarle a la cama o a su propia habitación anúnciaselo con antelación y preparad el acontecimiento juntos.

Asimismo si has de comprarlo, pídele opinión para elegir la ropa de cama o incluso el propio mueble. Tomar parte de la decisión puede hacerle sentir importante y hacer de la cama algo suyo.  

Si tu hijo o hija se levanta de la cama, llévala de la mano de vuelta y simplemente dile que tiene que volver a dormir allí. Repítelo todas las veces que sea necesario. Pregúntale qué le inquieta, pídele sugerencias y adapta sus peticiones para que el cambio de la cuna a la cama sea más sencillo (dejar una luz tenue, la puerta abierta, contarle un cuento, etc.). Elógialo cuando duerma en su cama y prométele un premio, si fuera necesario, cuando logre permanecer en su dormitorio un determinado número de noches seguidas.

Es bueno que pase tiempo en su habitación haciendo cosas divertidas y jugando para que no asocie la cama con algo aburrido o malo.

Déjale cerca sus peluches y juguetes más queridos para que se sienta protegido.

Antes de acostarse lo mejor es leerle un cuento y no ver la televisión para ayudarle a relajarse y reducir la actividad.


Fuente:

AEP

Fecha de actualización: 14-10-2022

Redacción: Irene García

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