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Síndrome antifosfolípido en el embarazo

Síndrome antifosfolípido en el embarazo

El síndrome antifosfolípido o síndrome de anticuerpos antifosfolípidos (SAFL) es una enfermedad autoinmune relacionada con la hipercoagulabilidad causada por anticuerpos dirigidos contra los fosfolípidos de las membranas celulares. Esto hace que la persona afectada sea más propensa a crear trombos tanto en arterias como en venas que, en el embarazo, puede tener consecuencias tan graves como abortos espontáneos, muerte fetal, parto prematuro o preeclampsia.

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¿Qué es el síndrome antifosfolípido en el embarazo?

La causa de este síndrome es un desorden autoinmune que provoca la producción de unos anticuerpos (IgG e IgM) que atacan a unas proteínas de la sangre, los fosfolípidos, unos componentes de las membranas celulares. Esto puede causar la formación de coágulos sanguíneos o trombos en las arterias o las venas.

El síndrome antifosfolipídico afecta mucho más a las mujeres que a los hombres. Además, hay otros factores de riesgo como padecer otra enfermedad autoinmune (como el lupus eritematoso diseminado o el síndrome de Sjögren), padecer determinadas infecciones (sífilis, VIH/sida, hepatitis C o enfermedad de Lyme), tomar determinados medicamentos o tener un familiar con el síndrome antifosfolipídico.

Existen dos tipos, el "síndrome antifosfolípido primario", cuando el SAFL ocurre en ausencia de otras enfermedades autoinmunes, y el "síndrome antifosfolípido secundario", cuando aparece junto a otras enfermedades autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico (LES).

Este síndrome no siempre se detecta ya que los síntomas pueden aparecer o no. Las principales señales son las trombosis arteriales o venosas en cualquier órgano, o complicaciones en el embarazo. Por eso, muchas veces no se diagnostica hasta que la mujer se queda embarazada por primera vez y presenta ciertos problemas.

Las consecuencias más habituales de esta enfermedad son las trombosis venosas profundas en las extremidades inferiores o los accidentes cerebrovasculares. Los coágulos sanguíneos de las piernas también pueden desplazarse hasta los pulmones (embolia pulmonar).

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Otros síntomas de este síndrome son los accidentes isquémicos transitorios (que duran solo unos minutos y no causan ningún daño irreparable); la erupción cutánea con un patrón reticulado (livedo reticularis); migrañas; demencia y convulsiones causadas por un coágulo sanguíneo en el cerebro; trombocitopenia; sangrados o hemorragias, sobre todo de la nariz y de las encías; petequias.

En mujeres embarazadas puede ser muy peligroso ya que puede causar abortos espontáneos antes de la semana 20 de gestación, preeclampsia grave, infartos de placenta, partos prematuros y muerte fetal. De hecho, se cree que del 5% al 20% de las mujeres con abortos recurrentes presentan SAFL.

En algunos casos el SAFL puede haber causado retrasos en el desarrollo físico o mental de los bebés al haber habido durante la gestación una inhibición de los trofoblastos inducida por los anticuerpos antifosfolípidos.

Durante la gestación el riesgo de tromboembolismo arterial está aumentado entre 3-4 veces y el venoso entre 4-5 veces. El riesgo de enfermedad trombótica venosa en el postparto es hasta 20 veces mayor. Por eso, es esencial controlar bien este problema durante toda la gestación.

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Para confirmar el diagnóstico es necesario hacer una serie de análisis sanguíneos. Los anticuerpos deben aparecer en la sangre al menos dos veces en pruebas realizadas con 12 semanas o más de diferencia.


¿Cuál es el tratamiento durante el embarazo?

El mejor tratamiento durante el embarazo es el uso de anticoagulantes como la heparina de bajo peso molecular que te puedes inyectar tú misma por vía subcutánea. También se puede usar la aspirina en bajas dosis. Ambos tratamientos se deben comenzar antes del embarazo en mujeres con antecedentes de abortos espontáneos y son seguros para el feto.

Los inhibidores de la vitamina K, como la Warfarina, empelados en pacientes con este problema, no se pueden emplear en el embarazo ya que puede atravesar la placenta y causar problemas teratogénicos.

También hay que tener en cuenta que, al tomar anticoagulantes, hay más riesgo de padecer episodios de sangrado, que deben ser controlados por el médico.

Además, es importante que sigas una serie de medidas de precaución como tener cuidado de no hacerte heridas o hemorragias, evitar los deportes peligrosos, usar un cepillo de dientes blando e hilo dental encerado.

Con un control adecuado antes y durante el embarazo, este puede llegar a término sin complicaciones, pero no se puede dejar el tratamiento en ningún momento.

Por eso se aconseja una primera visita antes de la semana 6 de embarazo para determinar la viabilidad fetal. Después, se deben realizar cada 4 semanas hasta la semana 28, cada 2 semanas hasta la semana 36 y cada semana hasta el parto.


Fuentes:

Síndrome Antifosfolipídico y embarazo. Servei de Medicina Maternofetal. Institut Clínic de Ginecologia, Obstetrícia i Neonatologia, Hospital Clínic de Barcelona. https://medicinafetalbarcelona.org/protocolos/es/patologia-materna-obstetrica/saf%20y%20embarazo.pdf

Tratamiento del síndrome antifosfolipídico en el embarazo. Irama Villar, Guillermo Ruiz-Irastorza. Servicio de Medicina Interna. Hospital de Cruces (Bilbao). Seminarios de la Fundación Española de Reumatología. Vol. 7. Núm. 2. páginas 59-69 (Junio 2006). Elsevier: https://www.elsevier.es/es-revista-seminarios-fundacion-espanola-reumatologia-274-articulo-tratamiento-del-sindrome-antifosfolipidico-el-S1577356606750813

Fecha de actualización: 18-11-2020

Redacción: Irene García

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