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Parasomnias en niños

Parasomnias en niños

Las parasomnias son todo aquel conjunto de movimientos anormales y antinaturales, comportamientos, emociones, percepciones y/o sueños que se producen durante las fases del sueño. Son muy habituales en niños, especialmente el sonambulismo, el bruxismo, las pesadillas o los terrores nocturnos.

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Indice

 

¿Qué es la parasomnia en niños?

La parasomnia es un conjunto de trastornos del sueño generalmente inofensivos y leves, muy frecuentes en niños o en periodos de estrés, cansancio, fiebre… La mayoría de ellos desaparecen al crecer los niños, aunque a veces pueden permanecer toda la vida. La edad de mayor incidencia se sitúa entre los 3 y 6 años.

Se clasifican en 3 tipos diferentes: Parasomnias asociadas al REM (sueño de movimientos oculares rápidos), asociadas al NREM y parasomnias de la transición sueño-vigilia.

 

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Parasomnias asociadas al REM

El sueño REM tiene lugar durante la segunda mitad de la noche. Durante esta fase del sueño los ojos se mueven rápidamente y se producen los sueños más vívidos. Ocupa el 25% del sueño total.

- Pesadillas: son sueños angustiosos que despiertan al niño. El niño está completamente alerta al acabar la pesadilla y es capaz de contarnos lo que ocurría en ella. Son muy frecuentes en niños con mucha imaginación y desarrollo mental. Generalmente el contenido de las pesadillas está relacionado con sucesos ocurridos durante el día que le han causado inquietud. Es fácil calmar al niño tras una pesadilla, aunque puede que le cueste volver a dormirse. 

- Trastorno de comportamiento del sueño REM (DCR): el individuo puede moverse a pesar de estar en la fase REM, lo que le puede causar heridas o lesiones (a sí mismo o a otros). Es frecuente en hombres de más de 50 años y puede estar asociada a enfermedades neurodegenerativas.

- Catatrenia: consiste en contener la respiración durante el sueño, produciendo una serie de gemidos y ruidos al exhalar. Diferentes de los ronquidos, que se producen al inhalar el aire.

 

Parasomnias asociadas al NREM

Suceden durante la primera parte de la noche. El niño puede parecer confuso y desorientado y, si está medio dormido, es difícil despertarlo. Una vez acabado el episodio puede seguir durmiendo tranquilamente y normalmente no recuerda nada de lo sucedido. Están causadas por una activación fisiológica en la que el cerebro de paciente sale del estado en el que está y se queda atrapado entre el sueño y la vigilia. Estos trastornos implican la activación del sistema nervioso autónomo, del sistema motor o de procesos cognitivos durante el sueño. Son muy comunes en la infancia.

- Sonambulismo: las personas sonámbulas son capaces de levantarse de la cama y realizar determinadas acciones (andar, coger objetos…) aprendidas durante el día como si estuvieran despiertos. Los episodios de sonambulismo suele durar entre 10 y 15 minutos y no se debe despertar al niño, sino llevarle a su cama y tener cuidado de que no se haga daño. Se dan en el primer tercio de la noche. Es habitual en niños pero rara vez continúa al hacerse adultos.

- Somniloquia: es la emisión de sonidos con significado psicológico mientras se está dormido. Pueden ser sonidos ininteligibles o un monólogo. Al día siguiente el niño no recuerda hablar hablado durante la noche. Son más frecuentes cuando el niño empieza la guardería o el colegio.

- Terrores nocturnos: son las parasomnias que más asustan a los padres ya que el pequeño se despierta con un grito, llanto inesperado e intenso, taquicardia y cara de susto. Mientras duran estos episodios el niño está despierto y dormido a la vez. No son como las pesadillas ya que el niño es incapaz de recordarlas al día siguiente, ni siquiera puede explicar qué le ha asustado cuando suceden ya que no está consciente. Es normal que cueste calmarle. No hay que despertarle, sino intentar tranquilizarle hasta que se vuelva a meter en la cama. Estos espisodios duran unos 5 minutos. La fiebre, un ruido o alguna experiencia de miedo por el día pueden motivar los terrores nocturnos. Suelen aparecer a los 2 años y ceden en la adolescencia.

- Despertar confuso: el niño se despierta confundido y alterado. Puede incluso ponerse a llorar, a gritar o a hablar sin ningún sentido. Suelen ser episodios cortos que el niño no recuerda. Puede costar calmarle.

 

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Parasomnias de la transición sueño-vigilia

Episodios que ocurren antes de comenzar el sueño o al despertar:

- Bruxismo: así se llama al ruido que se hace al rechinar los dientes. Es muy común y puede llegar a afectar hasta al 50% de los niños y jóvenes. Provoca dolor en las mandíbulas, cansancio en los músculos de la masticación y sensibilidad en los dientes. Se suele colocar una férula dental para evitar estos daños.

- Movimientos rítmicos: algunos niños necesitan efectuar ciertos movimientos para conciliar el sueño. Consisten en movimientos de todo el cuerpo, balanceos, golpes de la cabeza contra el colchón, sonidos guturales… Estos movimientos suelen empezar a los 9 meses y no duran más allá de los 2 años. Son más habituales en niños autistas, aunque se pueden observar en niños sin ningún tipo de trastorno. Es muy espectacular pero no hay que darle mayor importancia a no ser que dure más allá de los 5 años.

 

¿Qué hacer en estos casos?

El diagnóstico de las parasomnias se hace por los síntomas. Solo en algunos casos se hace un estudio del sueño con electroencefalograma, muchas veces con grabación en vídeo. El estudio de EEG y vídeo servirá para conocer en qué fase del sueño ocurren los episodios y de qué tipo son.

La mayoría de estos trastornos son normales en niños y desaparecen solos con la edad. No requieren más tratamiento que atender al pequeño cuando suceden y evitar que se haga daño.

Si duran mucho tiempo, son muy frecuentes o nos preocupan por cualquier motivo se puede consultar con el pediatra, quien decidirá si es necesario hacer alguna prueba al niño para ver si detrás de esos episodios hay algún trastorno o requieren de algún tipo de tratamiento psicológico o médico, aunque lo más habitual es que solo haga falta una reconducción de los hábitos de sueño: seguir una rutina, acostarse a una hora adecuada, evitar las películas de miedo o los videojuegos de guerra antes de dormir, reducir el estrés del niño, etc.


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