Orden de nacimiento
Beatriz y Fernando han nacido en la misma familia, tienen los mismos padres, han ido al mismo colegio, pero son muy diferentes. Beatriz es introvertida y responsable, Fernando es rebelde, comunicativo y sociable. En ocasiones asombra ver la extraordinaria distancia existente entre los caracteres de dos hermanos. Y es que ¿nunca te has planteado por qué tus hijos, educados de la misma forma son tan distintos?
Indice
- Condicionantes de la personalidad de los hijos
- La relación de los padres
- ¿El género es determinante?
- El número de hijos también influye
- El hijo único
Condicionantes de la personalidad de los hijos
Toda persona tiene su personalidad. El modo de ser de cada uno se forja desde el momento de su nacimiento. Son muchos los factores que influyen en la formación de la identidad, y uno de ellos es el momento en el que llegamos a la vida. Obviamente la condición de primogénito no es el único determinante en la singularidad de cada uno.
Existen otros condicionantes, genéticos, educacionales, sociales, etc. Sin embargo, según proclaman varios estudios el orden de nacimiento interviene en la formación de la personalidad de cada ser y por lo tanto determina de alguna manera el camino que tomará en la vida.
Muchas han sido las teorías que han tratado de dar explicación a las diferencias de temperamento de una persona según su ubicación en la familia respecto al resto de sus hermanos. Hace poco tiempo conocíamos los resultados de un estudio realizado por un grupo de científicos de la Universidad de Oslo, el cual concluía que el cociente intelectual de los hijos nacidos en primer lugar era algo mayor que el del hermano menor.
El interés por la relación del orden de nacimiento y la inteligencia o la personalidad no es nuevo. Ya a principios del s. XX, Alfred Alder, discípulo de Freud, desarrollaba una teoría en la que demostraba el reparto de rasgos según la posición de cada hermano. Aunque reconocía que la razón de estas diferencias no es tanto gestacional como una consecuencia de las circunstancias educacionales.
Otras muchas investigaciones se han sucedido a lo largo de los años, pero cocientes intelectuales al margen lo cierto es que, aunque pocos padres lo admitan abiertamente, no se educa de igual forma a todos los hijos.
La teoría del orden de nacimiento afirma que nuestra posición en nuestra familia afecta a nuestra personalidad, nuestro coeficiente intelectual e incluso nuestro éxito en la vida más que otros condicionantes como la educación.
“Es verdad, explica el psicólogo infantil Juan Pedro Valencia, que desde pequeños tenemos ya un cierto carácter que intentamos mostrar en nuestras actitudes, reacciones, obstáculos a superar, etc. Y que como estos estudios confirman, existen diferencias en esas características según el orden que se ocupe al nacer, aunque no sea el único factor a tener en cuenta, ya que los genes, los aspectos psicológicos propios y el entorno influyen también de forma notable. Estos mismos estudios parecen indicar, asimismo, que el orden en que se nace no sólo determina el lugar en la familia sino probablemente influya poderosamente en su lugar en el mundo”.
Ahora bien, nunca se puede afirmar que un niño por el hecho de ser el primogénito, el segundo o el quinto esté determinado a presentar unas características fijas e invariables, pero sí que los estudios parecen encontrar que es mucho más probable que, según ese mismo orden, se presenten unas señas de personalidad diferentes.
De este modo, siempre en términos generales, se puede decir que el primero suele ser más serio, más formal, responsable, ordenado e introvertido; es el receptor de valores, el que siendo hijo único recibe más atención y dedicación (de momento) positiva y negativamente. Suelen ser más precoces y solitarios o individuales que el resto de la familia porque al nacer el segundo experimentan una especie de desentronización que les hace enfrentar por sí solos muchas áreas que antes abordaban con el apoyo de los padres.
El segundo hijo, o mediano en el orden, suele ser más diplomático y alegre, puesto que a diferencia del primero cuenta ya con un cierto “camino abierto” que le ha ido dejando el mayor, los padres ya cuentan con experiencia y no le sobreprotegen tanto, por lo que su grado de sociabilidad y competitividad será mayor que en el caso del primero, estableciéndose una especie de lucha de uno por intentar superar al otro y del primero por tratar defender lo que considera suyo.
A medida que aumenta la prole, la educación parental se va debilitando, y el benjamín suele ser más mimado y mimoso así como algo rebelde y quizás poco previsible. Mientras que precisamente por ser el último, al no haber ningún otro que le quite su puesto de atención, el mimo puede despertarle una cierta sensación de inferioridad respecto a sus hermanos mayores pero también puede que al tener el camino más abierto de todos sus hermanos les supere.
La relación de los padres
Las características no son innatas, aunque sí hay formas de la personalidad que ya se poseen desde el nacimiento pero que se irán desarrollando o no según las experiencias vividas, de cómo se vivan, la educación recibida, la permisividad, el entorno social y físico, etc. Por ejemplo, cuenta Valencia “nacer mujer en una sociedad donde sus derechos están claramente limitados no será igual que si se nace en otra sociedad más abierta y libre. Lo mismo si se nace en un ambiente económicamente más fuerte que en uno más débil”. Y en el plano de la educación no podía ser menos. Ocurre en muchas familias, de forma casi inevitable.
El orden del nacimiento dispone la interacción de los padres con sus niños. “Es evidente que todos hemos visto que educar a los hijos por igual es casi imposible. Sí que se puede intentar transmitir una serie de valores propios a todos los descendientes, pero a la hora de hacerlo vemos que es necesario adaptar su transmisión y enseñanza a la particularidad de cada uno. Eso se ve claramente en que con el mayor hay más empeño en su educación y se le exige más responsabilidad mientras que al pequeño se le trata de manera más tolerante. No hay que olvidar igualmente que cada hijo nace en diferentes momentos del desarrollo familiar: no es igual ser el primero de una pareja joven que aún está luchando por situarse y desarrollarse profesional y personalmente que nacer el último cuando ya han pasado unos años y hay un cierto acomodamiento vital y profesional.
¿El género es determinante?
En palabras de J. P. Valencia el sexo influye en el orden de nacimiento ya que altera la “competición” que puede establecerse cuando todos los hermanos son del mismo sexo. Así, si el primero es un varón y el segundo una chica, ésta no verá a su hermano como rival y si es única chica de varios hermanos varones (o el único varón de varias hermanas) quizás sea más cuidada o cuidado que el resto, alterándose, por tanto, las características habituales del orden perfectamente adoptar las correspondientes a un hijo único.
El número de hijos también influye
Ser primogénito ha sido históricamente cualidad beneficiaria de innumerables privilegios, uno de ellos era el que les consideraba máximos herederos de los recursos familiares. Hoy en igualdad de condiciones en el ámbito legal, no puede afirmarse que ser el mayor sea una ventaja. Al ser el primero, los progenitores depositan en él todas las expectativas, por lo que, en opinión de los expertos, les costará más esfuerzo asumir fracasos.
El lugar que cada vástago ocupe en la familia puede ser de igual manera, motivo de discusiones y enfrentamientos entre los hermanos propiciada por la relación de papá y mamá hacia cada hijo. Así como también influye la relación con cada miembro según el puesto que ocupe respecto a otro hermano. El mayor tiende a proteger al pequeño y el menor a verse en el espejo del mayor.
Según un reciente estudio de psicología llevado a cabo por científicos de la Universidad Autónoma de Barcelona, el número de hermanos en la infancia podría afectar asimismo en la vida adulta.
En experimentos con ratas, los investigadores, han detectado que los individuos que habían compartido camada con un número más elevado de hermanos presentan un comportamiento menos ansioso y son más activos frente a situaciones adversas. Resultados que podrían perfectamente extrapolarse al comportamiento humano. En el trabajo se ha estudiado la actitud materna hacia estas crías para averiguar si esto influía en los cambios emocionales de su vida futura, demostrándose que independientemente del cuidado materno, las interrelaciones con los hermanos tienen importantes repercusiones en la vida adulta.
En cualquier caso, “la frecuencia de separaciones que existe en la actualidad, concluye el psicólogo, hace que se varíen las relaciones y que el vínculo entre hermanos se estreche o aumente aún más”.
El hijo único
El estudio de la Universidad de Oslo no se olvidaba de las familias con un solo hijo y revelaba que el cociente intelectual de éstos era también menor que el del primogénito de una serie de hermanos. Históricamente, la mala fama que acompañaba a los hijos únicos surgió a raíz de los resultados de unas investigaciones que afirmaban que la condición de hijo único era una anormalidad. La realidad es que, especialmente hoy que el índice de fecundidad avala la normalidad del único descendiente, los expertos consideran que esta circunstancia no es algo positivo o negativo en sí mismo para el pequeño. Todo depende de las pautas de educación que apliquen los padres, el método de crianza y las circunstancias de su entorno.
Fuentes:
Juan Pedro Valencia. Psicólogo infantil. EFE.
Fecha de actualización: 06-06-2022
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