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Cuentos de niños rebeldes

Cuentos de niños rebeldes

Los cuentos no solo sirven para entretener, sino que también nos pueden ayudar en la educación de nuestros hijos cuando se nos plantea alguna situación complicada, como la de un niño rebelde que no quiere obedecer. Y es que los cuentos sirven para mucho más.

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Los cuentos transmiten valores y enseñan al niño, con un lenguaje apropiado a su edad, lo que se debe hacer y lo que no en muchas situaciones. Por eso, los cuentos son un recurso educativo muy empleado que nos puede ayudar cuando nuestro hijo no quiere comer verduras, cuando le estamos quitando el pañal o cuando desobedece. Estos cuentos te ayudarán en este último caso.

1- Bruno no quiere ir al colegio

Sin duda este verano había sido el mejor para Bruno. Tan bien se lo había pasado que solo pensar en tener que volver al colegio le ponía tremendamente triste.

No es que no le gustara el colegio pero a sus ocho años ya había aprendido a leer, a sumar, restar, a multiplicar, conocía los nombres de los ríos más importantes y sabía distinguir una docena de árboles y animales diferentes. Para él era suficiente. ¿Qué más le podrían enseñar?

Su madre se había empeñado en que la acompañara a comprar los libros, los cuadernos, las pinturas y la mochila para el colegio. Decía que con ocho años ya podía elegir lo que más le gustara. Pero estaba tan desganado que le daba igual. Un cuaderno no dejaba de ser un cuaderno por mucho que en la portada llevara un dibujo de Ben 10 y las mochilas, aunque reconocía que eran chulas, solo servían para llevar los libros que tanto le disgustaban.

Ir al colegio era un rollo. Estudiar era un rollo. Sus profesores eran aburridos y no tenía demasiados amigos.

2- Hermanos enfadados

Había una vez dos hermanos que eran estupendos amigos y siempre jugaban juntos. Pero un día tuvieron una discusión tan grande por uno de sus juguetes, que decidieron que a partir de aquel día cada uno jugaría con sus cosas.

Como tenían tantas cosas y tantos juguetes, se pusieron de acuerdo para dedicar el día siguiente a aclarar de quién era cada cosa. Así lo hicieron, haciendo cada uno un montón con sus cosas, pero cuando acabaron con los juguetes grandes, tocaron los juguetes pequeños, y como no les daba tiempo, lo dejaron para el día siguiente. Y al día siguiente sucedió lo mismo, porque empezaron a repartirse los lugares de la casa. Y lo mismo ocurrió un día tras otro, así que todo el tiempo andaban enfadados decidiendo quién tenía derecho a usar cada cosa que veían, ya fuera un animal, un árbol o incluso una piedra. Al final, habían acumulado dos verdaderas montañas de cosas ante sus casas.

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3- El abeto presumido

Érase una vez un invernadero donde vendían todo tipo de plantas y árboles. Frente a la tienda había un terrenito donde crecían felices los abetos destinados a la época que estaba próxima: "la Navidad".

Todos los abetos estaban alegres y nerviosos esperando ser comprados para adornar los salones y albergar todos esos regalos que hacían felices a los niños. Pero había uno más hermoso y alto que los demás que presumía de su frondosidad y alardeaba de su perfección. Este abeto se esforzaba mucho en crecer y crecer estirándose hacia el cielo lo más que podía. Siempre hacía comentarios despreciando a sus compañeros menos agraciados y estaba muy seguro de que sería comprado en primer lugar. Su ego crecía día tras día escuchando a los clientes comentar su belleza y miraba a los demás por encima del hombro.

4- Ramón el gruñón

En una pequeña aldea situada muy cerca del bosque, vivía una familia que tenía un hijo muy desobediente. No hacía caso a las cosas que le decían. Cuando se enfadaba solía llorar como un bebé de pañal y sus gritos eran tan fuertes que parecía un ogro. De su boca, salían palabras tan feas que a nadie le gustaba oír. ¿A que no adivináis cómo le llamaban en la aldea? Pues bien, su nombre era Ramón, y le llamaban “Ramón el gruñón”.

5- El reno Horacio

Varios son los renos que tiran del trineo de Papá Noel. El más famoso, sin duda, es Rodolfo, el que tiene la nariz colorada. Hoy contaremos la historia de otro de los renos quien -sin llegar a tener roja su nariz- se hizo muy conocido una Navidad.

Horacio, así se llamaba, era un reno muy curioso y movedizo que jamás se podía quedar quieto. Era famoso en el Polo Norte por ir de aquí para allá mirando todo y poniendo sus patas donde podía y donde no también.

Era la época de Navidad y todos en el taller trabajaban sin parar para llegar a tiempo con todos los regalos. No sólo trabajan los duendes, sino que también lo hacían todos los renos entrenando todo el día para estar en forma y poder volar por el mundo entero sin problemas.

Horacio era el fiel compañero de Rodolfo, juntos eran los dos primeros renos del trineo y quienes dirigían a los que iban detrás, siguiendo las indicaciones de Papá Noel. Jamás había habido problema alguno durante el viaje más maravilloso y mágico del año.

Sin embargo, esa Navidad, las cosas no serían igual.


Fecha de actualización: 11-11-2020

Redacción: Irene García

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