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El uso de los niños en los procesos matrimoniales

El uso de los niños en los procesos matrimoniales

¿A quién quieres más? ¿A papá o a mamá? Todos conocemos la respuesta a esta absurda pero frecuente pregunta. Y es que el niño siempre contesta, lógicamente, lo que más le interesa en ese momento, dependiendo de quien le haga la pregunta; porque para él, ambos progenitores son o deben ser igual de importantes.

 

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Todos conocemos la respuesta a esta absurda pero frecuente pregunta. Y es que el niño siempre contesta, lógicamente, lo que más le interesa en ese momento, dependiendo de quien le haga la pregunta; porque para él, ambos progenitores son o deben ser igual de importantes.

 

Utilización de los niños en procesos de divorcio

Sin embargo, esa realidad que nos parece tan evidente cuando las cosas marchan bien y existe armonía entre la pareja no lo es tanto cuando ésta se rompe. Entonces puede ocurrir que ambos o alguno de los progenitores, considere que el hijo es sólo suyo, iniciando una batalla sin cuartel en los tribunales y fuera de ellos, en la que los niños siempre son los principales perdedores

Sin embargo, esa realidad que nos parece tan evidente cuando las cosas marchan bien y existe armonía entre la pareja no lo es tanto cuando ésta se rompe. Entonces puede ocurrir que ambos o alguno de los progenitores, considere que el hijo es sólo suyo, iniciando una batalla sin cuartel en los tribunales y fuera de ellos, en la que los niños siempre son los principales perdedores.

En estos casos, cuando los padres no se entienden y ambos pretenden tener consigo a los hijos -sin compartirlos con el otro-, y cuando el conflicto se lleva adelante en los tribunales, la situación degenera la mayoría de las veces en una guerra en la cual cada uno intenta demostrar que el otro es un mal padre, sin reparar en que el “otro” puede ser un pésimo marido o una pésima esposa, pero un excelente padre.

La situación llega en ocasiones al extremo en que uno de los progenitores “programa” al hijo para que odie al otro, sin justificación alguna, produciéndose lo que se ha denominado síndrome de Alienación Parental. Este fenómeno no es nada nuevo, y fue definido por primera vez en 1980 por el psiquiatra Richard Gardner quien explica el trastorno como un conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor, es decir, uno de los progenitores manipula al menor con el fin de que éste rechace al otro.

Todos estamos de acuerdo en que es una situación muy criticable la de que algunos niños sufran el alejamiento de uno de sus padres tras el divorcio. Alejamiento al que a menudo el otro progenitor contribuye o incluso fuerza a través de una amplia gama de manipulaciones.

Los especialistas advierten de la gravedad de este problema: “Exponer al niño a la hostilidad no resuelta de sus padres le produce un gran estrés, añadiendo que el abuso emocional tendrá con toda seguridad repercusiones psicológicas, pudiendo engendrar problemas psiquiátricos durante toda la vida”.

Los padres por lo tanto deben ser conscientes de esta cuestión y entender que los niños no deben participar en los conflictos de pareja, y que el referente paterno y materno es indispensable para su adecuado desarrollo emocional. ¿Quién tiene derecho a privar a un niño de la atención de su padre o de su madre cuando éstos quieren estar con él?

El progenitor alienador es definido por los especialistas como “una persona sobre protectora, que se considera una víctima en la ruptura y que ha sido tratada injustamente. De este modo, quiere vengarse haciendo creer a sus hijos que el ex cónyuge tiene toda la culpa”. En definitiva, es una persona que no ha superado la ruptura y posiblemente no tenga conciencia de que está utilizando a los niños.

Cuando se plantea este problema, debemos tener la certeza de que los tribunales no son el medio adecuado, aunque a veces no quede otro camino para darle solución, ya que la negativa de los hijos a relacionarse con uno de sus progenitores empuja a éste a buscar amparo en los mecanismos jurídicos y judiciales, desencadenándose entonces, entre las partes, una serie de acusaciones, búsquedas de explicaciones y acciones encaminadas a resolver un problema que la mayoría de las veces, no alcanza el resultado esperado.

El progenitor que anima sus hijos a ignorar los derechos de visita, debe ser sancionado por el tribunal, debe ser llamado al orden, porque su actitud está perjudicando gravemente los derechos, no ya suyos como padre o madre, sino de los menores, cuyo interés debe tener prioridad absoluta.

El juzgado cuenta con mecanismos coercitivos concretos que van desde multas severas a la pérdida de la custodia, mecanismos que están para ser aplicados en beneficio de los derechos del niño y ante los cuales no nos debe temblar el pulso, ya que en este tema el tiempo juega en contra.
 

La mediación familiar

Ante esta tremenda realidad, y con independencia de lo expresado anteriormente, entendemos que para la solución definitiva del problema, una intervención judicial por sí misma o una intervención psico-social aislada del contexto legal, podrían ser insuficientes. En este sentido, la mediación familiar podría ser la respuesta. Sin embargo debe ser una mediación adaptada a la realidad generada tras el inicio de un proceso contencioso, que vaya más allá de la simple facilitación de procesos de negociación, que esté en relación directa con el contexto judicial, permitiendo una orientación psico-jurídica conjunta.

El mediador que no debe actuar como abogado, debe estar siempre presente en el proceso de mediación para dar la orientación jurídica, absolutamente necesaria en la resolución de todo conflicto.

En estos casos habrá que buscar el camino para dar una solución pronta a estas lamentables situaciones, sin ahorrar esfuerzos, porque lo que no es de recibo es que padres o madres se vean impotentes de ejercitarse como tales, todo ello por la actitud manipuladora del otro progenitor, viéndose obligados a iniciar una lucha desigual que la mayoría de las veces supone años de procesos judiciales, que conllevan sufrimiento y desaliento.

Y es que a veces estos progenitores se ven en la necesidad de tirar la toalla preguntándose, ¿por qué mi hijo no quiere verme?

 

 

La custodia compartida: Una solución ¿a gusto de todos?

Desde que en 2005 se aprobara la modificación del Código Civil en materia de separación y divorcio y se incluyera por el legislador la posibilidad de que ambos padres pudieran compartir la guarda y custodia de sus hijos, la avalancha de padres y madres que han acudido a los despachos de abogados solicitando información al respecto ha sido impresionante y su aplicación se ha convertido en el principal foco de debate.

Por un lado están las madres que consideran excesiva su aplicación. Así, Pilar Fernández, presidenta de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas, considera que esa opción “supone problemas emocionales y psicológicos añadidos tanto a los hijos como a la mujer, y que debe ser descartada, ya que si la pareja no puede compartir la vida menos aún a un hijo”.

Por otra parte, las voces de los padres se alzan denunciando que su aplicación es escasa, e incluso abogan por la creación de una ley específica. Así Luis Martínez, presidente del colectivo de Padres Separados, considera que “la aplicación de la custodia compartida es una de las llaves para alcanzar la igualdad dentro del proceso de divorcio entre hombres y mujeres”.

Como viene siendo habitual en los temas en los que existen intereses contrapuestos, no hay término medio en las posturas, y el enfrentamiento es radical. Pero en lo que todos deben estar de acuerdo, sean hombres o mujeres, es que cuando se busque una solución nunca debe ser prioritario el interés del padre o de la madre, sino el de los niños. En estos casos hay que buscar su bienestar sobre todas las cosas.

La mejor opción para los hijos, salvo en determinados casos, es la Custodia Compartida. Y es que así lo determinan varios estudios sobre los beneficios de ésta, realizados en países de nuestro entorno cultural como Estados Unidos, Canadá, Australia, Francia e Italia. Aunque en España este tipo de estudios aún brillan por su ausencia, lo cierto es que los resultados obtenidos en dichos países han contribuido a que esta figura se imponga en sus ordenamientos jurídicos como punto de partida, por defecto, en las separaciones.

Hemos de recordar que cuando se producen estas situaciones de conflicto, el resto de la familia, que no son parte en el enfrentamiento de la pareja, también las sufren.

Y es que ¿somos conscientes de que esta actitud súperproteccionista puede acarrearnos en un futuro graves problemas con nuestros hijos? Varios estudios llevados a cabo por UNICEF y el Centro Reina Sofía sobre la violencia, vienen a concluir que los niños que crecen sin conservar el contacto y relación con alguno de los progenitores son, con diferencia, más propensos a tener desórdenes de conducta, a abandonar los estudios, a consumir drogas y a delinquir. Estos datos deben hacernos pensar. 

Los hijos tienen derecho a mantener una relación equilibrada y continuada con ambos progenitores; tienen derecho a recibir su cuidado, educación e instrucción, así como de mantener relaciones con ambas familias. Que esto es difícil de conseguir es un hecho evidente, máxime si la relación es tensa y aún existen reproches; la realidad es que no hay fórmulas mágicas, pero en tiempos de conflictividad entre la pareja, puede acudirse a soluciones como la mediación, que puede ayudar a encontrar soluciones.

De todas formas y para concluir diremos que esta ley, tal como está redactada, no deja de ser un tibio intento de introducir en los procesos matrimoniales la guarda y custodia compartida. La realidad es que esta posibilidad en nuestro ordenamiento no deja de ser una quimera, debido a la dificultad para conseguir que en un caso se cumpla escrupulosamente todos los requisitos recogidos en la norma. Se establecen muchísimas cautelas para poder conceder la custodia compartida, cautelas que sin duda deberán ir matizándose para que esta posibilidad pueda legar a ser un hecho.

En cualquier caso, lo importante es que los padres superen el trauma de la ruptura de su pareja y dejen de lado la utilización de los hijos para vengar ofensas y atiendan por encima de todo–y no sólo de boquilla- al bien de sus hijos, que no está en las play-stations sino que pasa por el mantenimiento de unas buenas relaciones con su padre y con su madre. Sin olvidar que si sus hijos tienen ese padre o esa madre, es porque cada uno de ellos eligió al otro como coprogenitor de esos hijos.


Fuente: Soledad Benítez-Piaya. Abogado de familia Zarraluqui Abogados. www.zarraluqui.net

Fecha de actualización: 16-05-2020

Redacción: Lola García-Amado

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