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¡No quiero aprender!

¡No quiero aprender!

¿Podemos prevenir el fracaso escolar? Las estadísticas de nuevo nos sacan los colores en materia de Educación. Y es que, según el informe anual de 2006 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), España lidera la lista de fracaso escolar de la Unión Europea. Casi el 30% de los alumnos abandonaron los estudios obligatorios.

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Ante estos datos nos preguntamos ¿podemos evitarlo antes de que sea demasiado tarde?

Aunque el concepto de fracaso escolar es ambiguo, en términos generales se explica como la incapacidad para adquirir conocimientos básicos, medido en porcentajes de abandono de estudios y repeticiones de curso.

Mientras los expertos se ponen de acuerdo en sus causas para hallar soluciones, desde el Ministerio de Educación se alerta de que ya en Primaria el 25% de los niños no han desarrollado las capacidades necesarias para continuar aprendiendo satisfactoriamente. Incluso antes de alcanzar los 6 años pueden detectarse posibles factores de riesgo.
 

Construyendo los cimientos de aprendizaje

Rara vez, aseguran los estudios, el fracaso escolar es fruto de la desgana o la holgazanería del niño, sino que más bien atiende a razones de otra índole, asociadas, en mayor medida, a desarreglos neurológicos que le impiden adaptarse adecuadamente al medio.

En todo fracaso académico se combinan factores intelectuales, físicos, afectivos, pedagógicos y sociológicos, pero la causa más relevante, (un 30% de incidencia) es la debida a los trastornos de aprendizaje, síntoma claro de la inadaptación del niño al entorno escolar. La estimulación del cerebro a través de los sentidos desde los primeros años de vida será fundamental para evitarlo o subsanarlo.

La prevención -amén de los programas diseñados por políticos y profesionales de la Educación para combatir el abandono académico- se presenta por lo tanto como una de las medidas más acertadas, con la que contribuir al asentamiento de una base sólida sobre la que poder construir unos pilares firmes. Así lo indica Esperanza Gómez-Olazábal, educadora infantil y directora de la Escuela Infantil Jauja de Madrid: “Para adquirir el aprendizaje de la lectura y la escritura, base para cualquier otro aprendizaje posterior, el niño tiene que haber alcanzado la madurez en todos los campos: físico, psíquico y afectivo”.

Así, en el plano físico, el niño debe haber alcanzado la maduración neuromuscular necesaria para tener una coordinación óculo-manual y control motriz para dirigir los movimientos con el lápiz.

 

En el psíquico, haber adquirido un lenguaje, es decir, una estructuración del pensamiento, asimilando el concepto mental de todos los objetos que conoce, y una capacidad de concentración y atención que le haga posible centrar su atención en el ejercicio a realizar.

En el campo afectivo, necesita un equilibrio emocional, que no le distraiga y le deje interesarse por este aprendizaje. “Por ejemplo, dice Esperanza, si un niño está pasando por un mal momento afectivo, como celos por la llegada de un hermano, sentimientos de abandono o conflictos familiares, no puede pensar en nada más que en su problema. A este niño por lo tanto no se le podrá exigir una concentración o interés por las actividades de aprendizaje”.
 

Condiciones que favorecen la concentración en el aprendizaje

 - Presentarle de forma lúdica y divertida las actividades, motivándole de forma variada con interés por sus comentarios e iniciativas, valorando su esfuerzo o logros.

- Motivarle en el aprendizaje del lenguaje, ya desde la cuna. Hablando a los bebés con un tono de voz adecuado, afectuoso, acompañándolo con contacto físico, indicando siempre lo que queremos decir con el gesto. El pequeño pronto conoce nuestra voz y exterioriza sus sentimientos, estados de ánimo y deseos con gorjeos, gritos y vocalizaciones. Es imprescindible prestarle atención y contestarles, pues un niño que se siente escuchado es un niño que se comunicará pronto. Más adelante, interiorizarán los conceptos que designan un objeto, nombrándolo cuando lo ven. Después lo reconocerán en su represtación gráfica.

- Trabajar las onomatopeyas, imitando los sonidos para facilitar la fonación y pronunciación de éstos. Para ello pueden ayudar las canciones con mímica y ritmos sencillos, la narración y dramatización de cuentos, el guiñol, la memorización de poesías, la secuenciación de cuentos en viñetas, la descripción de láminas… todo esto es necesario para la adquisición del lenguaje

 

- Deben trabajarse mucho los conceptos temporales y espaciales. El niño no sabe dónde está él y dónde lo demás o cómo están situados los objetos en relación con otros o frente a él y en general todos los conceptos en el espacio. El niño adquirirá el concepto del espacio si lo trabajamos corporalmente. Asimismo debe prestarse atención a los conceptos temporales, pues el niño vive el presente y le es difícil captar estos conceptos tan abstractos pero fundamentales para la escritura y la lectura.

La directora de Jauja insiste también en la importancia de la música en este aspecto:

“Todas las actividades de motricidad gruesa, donde se trabaja el equilibrio, la coordinación de movimientos de las diferentes partes del cuerpo, la identidad corporal, la simetría, la lateralidad, etc. son adquisiciones prioritarias antes de comenzar con el aprendizaje de la lectura y la escritura. Por esta razón son necesarias las actividades de música y baile así como el aprendizaje de pequeños pasos que, además de ser divertido, les ayuda en la coordinación de movimientos y en la adquisición del sentido del ritmo, fundamentales para la lectura pues, sin ritmo ni control de la respiración, difícilmente se podrá leer, modular la voz, etc. Las palabras tienen acentos, pausas, separaciones, unas preceden a otras, se necesita un espacio de tiempo para comunicar lo que se quiere decir… Y todo se adquiere trabajando el ritmo.”

“Pero también hay una labor previa a la escritura y la lectura, recuerda Esperanza, que pasa por la manipulación de objetos grandes y pequeños, así como el uso de una gran variedad de instrumentos plásticos, que, además de desarrollar la destreza manual, es una actividad fundamental para la expresión de su mundo interior y de su creatividad. Las actividades de motricidad fina tienen este fin primordialmente. El uso de diferentes clases de papel, (seda, pinocho, celofán, cartulina…) así como brochas, esponjas, pinceles, ceras, cepillos, dedos, tijeras, punzones, modelado… son fundamentales para desarrollar la habilidad manual necesaria para controlar el lápiz y dirigirlo. En la escritura participan más de cincuenta músculos que hay que coordinar para poder realizar el movimiento necesario para dibujar la grafía de las letras y de los números”.
 

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Motivación para aprender

Para que el aprendizaje de la escritura y la lectura sea un éxito tiene que haber una fuerte motivación hacia éste. El objetivo es enseñarle la importancia que tiene la lectura en su vida, para estar informado de lo que pasa a su alrededor, para comunicarse con los demás, para leer los cuentos sin depender de los mayores, etc.

“Si el niño te pide que le enseñes a leer, es que está preparado para ello y debes iniciarlo en este aprendizaje; si un niño no muestra ese interés es porque todavía no ha alcanzado la suficiente maduración o que no se le ha mostrado de manera atractiva y no se ha captado su interés. Es difícil que un niño bien preparado y estimulado, tenga problemas de aprendizaje en el futuro”, señala Gómez-Olazábal.
 

 

El papel de los docentes en la motivación de los niños

Las soluciones que proponen los responsables de la Educación son tan diversas como sus causas. Sin embargo muchos expertos coinciden en señalar los planes pedagógicos mal concebidos o ineficaces formas de enseñanza, como circunstancias favorecedoras de la inadaptación del niño al entorno académico.

Los maestros y docentes, con una preparación adecuada, podrán no sólo contribuir a reducir el abandono escolar sino que pueden convertirse en una pieza clave para su prevención.

La psicoanalista Patricia Tassara opina que “cada niño, como cada uno de nosotros mismos, encarna una determinada posición ante el saber que se presenta. De este modo un niño puede elegir decir sí o no a la oferta educativa.” No obstante “cuando el educador está atravesado por un deseo de saber, podrá transmitir su asignatura con entusiasmo y entusiasmar a los alumnos que tenga enfrente. Aunque siempre sin olvidar que aprender conlleva un esfuerzo del sujeto y una responsabilidad”.

Como suscribe Pelancha, la escuela infantil se erige como el contexto idóneo donde llevar a cabo las actividades mencionadas “para que el niño esté preparado para lo que tiene que afrontar posteriormente en su vida escolar. Está comprobado que aquellos que han asistido a una escuela infantil con un proyecto educativo adecuado, tienen un desarrollo intelectual lingüístico, social y afectivo mucho mayor que los que han estado en casa. De ahí la importancia de elegir la escuela que mejor convenga al pequeño, pues desarrollando una personalidad segura y con la motivación y preparación adecuada para obtener una base para su aprendizaje posterior, ese niño tendrá menos posibilidades de tener problemas en su vida académica”.

Los esfuerzos para prevenir el fracaso escolar deben centrarse en lograr una escuela basada en estimular el interés, la creatividad, la imaginación, las habilidades del niño, etc. para conseguir despertar su atención y entusiasmo y en definitiva su deseo por aprender.

“Estoy totalmente en contra de los métodos nuevos que obligan al niño a unas actividades sedentarias muy alejadas de su interés y maduración neuropsíquica. En una escuela infantil se debe desarrollar el conocimiento de la realidad que le rodea a través de la estimulación de los sentidos y del movimiento, con actividades cambiantes, atractivas, presentando un rico material”, concluye la educadora de la Escuela Jauja.
 

 


 


Fuentes: Esperanza Gómez-Olazábal, educadora y directora de la Escuela Jauja de Madrid. Patricia Tassara, psicoanalista y directora de Kairós.

Fecha de actualización: 19-05-2020

Redacción: Lola García-Amado

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