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Cuentos fantásticos para niños

Cuentos fantásticos para niños

Leer es una actividad maravillosa que debemos hacer con nuestros hijos desde que nacen. Los libros potencian su imaginación, su creatividad y ayudan al desarrollo de su lenguaje. Además, fortalecen los vínculos afectivos con los padres. Por eso, te presentamos unos cuantos cuentos fantásticos para que le leas a tus hijos. 

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1- La bruja Bruji

Érase una vez una bruja muy fea, con una gran nariz y una boca a la que faltaban varios dientes. Vestía una capa y un gran sombrero de punta. Se llamaba Bruji, era muy buena y le gustaba que los niños fueran sus amigos, pero siempre que se acercaba a ellos, los niños huían asustados y gritando: “¡Una buja! ¡Una bruja!” y la pobre Bruji se sentaba en el suelo a llorar.

Después, toda triste, cogía su escoba y se iba volando en busca de otros niños, a ver si conseguía su amistad, pero siempre le pasaba lo mismo.

2- El cazador de estrellas

Alguien me contó una linda historia acerca de las estrellas, sí, esas lucecillas traviesas que adornan el cielo con un mágico manto de luz. No se sabe de nadie que lograra contarlas todas. Muchos lo intentaron, unos se durmieron; otros, tras perder la cuenta una y otra vez, desistieron; y otros se quedaban parados mirando lo bonitas que son y simplemente olvidaban lo de la cuenta.

Pues bien, me contaron que hace mucho tiempo hubo una persona llamada Job, que vivía en un pueblecito muy chiquitín pero con una playa preciosa. Y tanto le gustaban las estrellas que se pasaba las noches tirado en la arena de la playa mirando y mirando nada más.

Una de esas noches en la que el cielo estaba especialmente bello, vio como una familia se sentaba no muy lejos de él a admirar también aquel lindo espectáculo. Pero a Job no le gustó nada.

3- Tití, el mono volador

Tití era un pequeñito mono que vivía en la sabana africana. Tenía una obsesión desde que era pequeño por volar. Por otro lado, estaba Titre, un buitre amigo suyo que no quería volar y cuyos padres estaban muy preocupados por ello.

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Tití lo había intentado todo para volar: mover los brazos muy rápido, usar grandes hojas como alas, saltar desde el árbol más alto. Esto último le costó unos dolores de huesos durante varios días.

4- Simbad el marino

Hace muchos, muchísimos años, en la ciudad de Bagdad, vivía un joven llamado Simbad. Era muy pobre y, para ganarse la vida, se veía obligado a transportar pesados fardos, por lo que se le conocía como Simbad el Cargador.

- ¡Pobre de mí! -se lamentaba- ¡qué triste suerte la mía!

Quiso el destino que sus quejas fueran oídas por el dueño de una hermosa casa, el cual ordenó a un criado que hiciera entrar al joven. A través de maravillosos patios llenos de flores, Simbad el Cargador fue conducido hasta una sala de grandes dimensiones. En la sala estaba dispuesta una mesa llena de las más exóticas viandas y los más deliciosos vinos. En torno a ella había sentadas varias personas, entre las que destacaba un anciano, que habló de la siguiente manera:

- Me llamo Simbad el Marino. No creas que mi vida ha sido fácil. Para que lo comprendas, te voy a contar mis aventuras...

5- El caballo de madera

Ese fin de semana Samuel estaba en casa de sus abuelos rebuscando en el desván trastos viejos que poder desmontar, cuando encontró el juguete más bonito que había visto nunca. Estaba bajo una lona vieja y descolorida y cuando lo descubrió se quedó boquiabierto. Era el caballo balancín de madera más grande y hermoso que existía en el mundo. De color negro, con los arneses dorados y una silla de montar en color rojo, todo cubierto de polvo pero aun así resultaba imponente. Samuel acarició suavemente la cabeza y comprobó que se movía balanceándose hacia adelante y hacia atrás.

- ¡Abuelo, abuelo, quiero el caballo... el caballo!

Samuel bajó a trompicones la escalera y corrió al jardín donde su abuelo lo esperaba sentado con una inmensa sonrisa.

6- Los tres cerditos

En el corazón de un lejano bosque lleno de preciosos árboles vivían tres cerditos que eran hermanos. Pero no eran los únicos que vivían en el bosque, también había un lobo que siempre andaba persiguiendo a los pobres cerditos para comérselos.

Para estar más tranquilos y más seguros, los hermanos decidieron hacerse una casa. Pero no se pusieron de acuerdo en cómo hacerla y, en vista de eso, cada uno se hizo su casita por separado. El pequeño decidió hacer la suya de paja, para acabar antes y poder irse a jugar. El mediano construyó una casita de tablas de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado y estaba jugando, quiso darse mucha prisa para acompañarle en sus juegos.


Fecha de actualización: 10-11-2020

Redacción: Irene García

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