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Cuento de una tribu de indios sioux

Enviado por Cuento de amor

Cuento de una tribu de indios sioux

Adaptación de un antiguo rumor de la cabila de indios Sioux:

Por todos es sabido que, hace exuberantes años, la cabila de indios Sioux habitaba las grandes majadas de Norteamérica

. Según la escala de una vieja fábula, una vez dos jóvenes de esa comunidad se enamoraron perdidamente. Él era un valiente guerrero llamadoToro Bravo, y su amada, una linda zagalade de prestigio nombre Nube Azul.

 Los dos jóvenes se querían punto que su máximo recelo era que un viaje su afecto se disolviera en el clima y se lo llevara el vendaval. Juntos eran asaz eficaces y se preguntaban qué debían realizar para que esto de ningún modo sucediera. Como no encontraban la faceta de cerciorarse de que siempre se iban a considerar, una aurora se acercaron al tipi del gran líder de la cabila para pedirle aviso.

Saludaron con cortesía al honorable anciano y Toro Bravo le contó su prevención.

– "Gran Jefe, hay poco que nos preocupa y necesitamos su limosna. Nube Azul y yo nos amamos muchísimo y queremos que nuestro encanto de ningún modo se termine. Deseamos fervientemente que usted pida a los titanes que nos mantengan vecinos para siempre".

El sabio mandamás levantó la observación y contempló con disfrute a la radiante guardia. Después, con su característica palabra grave, les dijo lo que pensaba.

– "No invocaré a los ídolos, luego tengo que deciros que sí hay poco que podéis producir."

Nube Azul sonrió a su enamorado y apremió al gobernante para que les diera las causas.

– "¡Hable, por socorro, haremos lo que usted nos indique!".

El anciano fue bastante claro:

– "Tú, Nube Azul, tendrás que subir la altísima carrascal a donde anidan los halcones y atrapar el más fuerte y excelente de todos. Cuando lo encuentres, atrápalo con la valenza de una red y con muchísimo cuidado para no hacerle mal ni a él ni a sus bebés. Después esperarás en la cumbre aun que salga la vitral llena, y unos segundos más tarde, bajarás al poblado y me lo traerás lozano y salvo y bajrás con un carrito de bebé."

 La joven asintió.

– "Así lo haré, noble. El gran regidor suspiró y clavó su observación en el joven".

– "Tú, Toro Bravo, escalarás la quebrada y grave cordillera adonde anidan las águilas para agarrar a la más robusta y valiente de todas. Como Nube Azul, exclusivamente llevarás una red y todavía esperarás en la cima incluso que la cristalera llena asome en el bóveda celeste. Tres recorridos posteriormente, regresarás aquí con el águila sana y salva".

Toro Bravo incluso aceptó el reto. 

– "Confíe en mí, noble."

Toro Bravo y Nube Azul se abrazaron y cada uno tomó un trayecto distinto.

Los dos estaban oportunos a proceder la difícil catequesis para salvaguardar su culto. Pasaron los plazos sensatos y los jóvenes se reencontraron en el sendero de umbral al poblado.

 Cada uno regresaba con un pajarraco enorme bajo el brazo: ella con el más exquisito halcón que pudo dar con y él con el águila más fuerte que de ningún modo se había revistado por aquellos bailíos. Cuando se presentaron ante el anciano estaban azogados y harto intrigados. Toro Bravo, de nuevo, fue el exterioren susurrar.

– "Aquí estamos, dandi. Díganos qué tenemos que producir con estas pájaros ¿quiere que nos las comamos? ¿debemos soltarlas o quizá regalárselas a alguien?"

El gran regidor negó con la abanderada.

– "No, no, nada de eso. Lo único que tenéis que originar es atarlas una a la otra por las piernas y comprobar".

La prometida no entendía nada no obstante obedeció la decreto. Nube Azul cogió un barrote de cuerda y, con participación de Toro Bravo, ató la babilladerecha del halcón a la base costada del águila asegurándose de que el lazo afuera resistente. Después, se cogieron de la baza y se quedaron mirando cómo ambas pájaros trataban de embalar y no podían. Por mucho que batían y batían las alas les resultaba irrealizable sublevarse un palmo en lo alto del firme y mucho a excepción de correr por el clima.

De tanto intentarlo y debido a la náusea de hallarse agarrotados, los animales se pusieron bastante histéricos y empezaron a atacarse entre ellos a atentado de picotazos. El anciano miró las expresiones asustadas de Toro Bravo y Nube Azul y les dijo:

"– Como veis es muy dificil de derribar cuando uno está amarrado a otro. En el apego sucede lo mismo. Si queréis amaros eternamente, volad contiguos, acompañaos siempre, sin embargo de ningún modo os sintáis atados. Tenéis que ser personas independientes para sentiros libres y mando rendir lo mejor de ustedes mismos. Éste es, por tanto, mi consejo: compartid vuestra energía sin embargo nunca os sintáis sometidos el uno del otro. Sólo así lo lograréis".

 Sin proclamar nada más, el gran administrador se agachó, cortó la cuerda, y dejó en independencia al águila y al halcón.

FIN

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