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La familia azteca

La familia azteca

La historia de los aztecas, como la de otras muchas culturas, se pierde entre la leyenda y las creencias religiosas. Sólo tenemos certeza de los hechos acaecidos un siglo antes de la llegada de Hernán Cortés. Todo lo demás se debate entre el mito y las evidencias arqueológicas.

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Aunque apenas sabemos de los orígenes de este pueblo o de cómo llegó a asentarse finalmente en un islote del valle de Méjico allá por el siglo s. XIV según datan algunos historiadores, lo que sí es cierto es que pocas civilizaciones hicieron tanto en tan poco tiempo
 

Organización social de los aztecas

El desarrollo de la civilización mexica se debe en parte a la organización de su sociedad. Ésta funcionaba en torno a una férrea estructura, apoyada fundamentalmente en relaciones de carácter gentilicio. En este contexto la unidad de organización era la familia, basada en el matrimonio. Dentro de él el hombre sólo podía tener una esposa legítima y cuantas concubinas pudiera mantener, pero con las que no realizaba ritual alguno de matrimonio. La mujer por el contrario era sometida a la monogamia.

Además de los núcleos familiares, las familias se agrupaban en una unidad superior, el calpulli, comunidad patriarcal cuyos integrantes realizaban conjuntamente funciones de carácter militar, económico y administrativo, bajo el mando de un jefe que detentaba la máxima autoridad. A su vez estos calpulli se dividían en diferentes estamentos o clases sociales: los sacerdotes, los nobles y los militares, que formaban la aristocracia, los comerciantes y artesanos, el estamento medio, los campesinos y pescadores, el estrato básico y los esclavos, que solían ser prisioneros de guerra o delincuentes.
 

 

Matrimonio azteca

A las mujeres aztecas se les alentaba a ser discretas y recatadas tanto en sus modales como en el vestir, y aprendían, como no, todos los quehaceres domésticos. Su principal labor era criar a sus hijos hasta que éstos dejaban la vivienda familiar. A los varones se les inculcaba la vocación guerrera y así se les educaba desde niños.

Alrededor de los 20 o 22 años, los jóvenes aztecas tenían edad para casarse. Para ello el joven debía obtener el permiso de sus maestros, otorgado después de un banquete que los padres del novio ofrecían según sus recursos. Después, la petición se hacía llegar a los padres de la novia, que la aceptaban o la negaban oficialmente. Si la petición era aceptada, se realizaba la ceremonia.
 

 

Alumbramiento y mitología de los aztecas

Los aztecas manejaban, entre otras artes y ciencias, el sistema matemático con mucha precisión, que empleaban para pronosticar acontecimientos de la naturaleza. Así, según algunos estudiosos, podían predecir incluso el nacimiento de los niños.

La futura madre se ponía al cuidado de las diosas de la salud y de la generación.

En las familias nobles, la gestante recibía cuidados especiales y escogía con tiempo una partera que la atendiera. La partera o matrona visitaba a su cliente en su domicilio, revisando periódicamente el embarazo y entre sus tareas estaba vigilar la posición del feto y tratar de acomodarlo mediante maniobras externas, o internas durante el parto.

Los familiares de los futuros padres, se reunían de nuevo por el octavo mes del embarazo; comían y bebían y la abuela pedía la ayuda de los dioses, bendiciones y la protección para el niño por nacer.

La partera cuidaba de la casa y la comida, de los baños de la parturienta para adelantar el alumbramiento, si no lo lograba, proporcionaba entonces hierbas medicinales y por último, pedía la intervención divina.

El cuidado del embarazo era una mezcla de fórmulas mágicas para ahuyentar los malos espíritus, normas higiénicas y dietéticas y conceptos de medicina preventiva.

Parir era considerado un tipo de batalla y muchas mujeres perecían durante el alumbramiento. De este modo sus víctimas, las mujeres que morían al dar a luz, eran equiparadas a los guerreros, recibían el nombre de cihuateteo y se convertían en diosas, ya que la muerte de parto ponía a la mujer en el cumplimiento supremo de su misión: traer hombres al mundo.

Si el parto había ido bien, a ellos se les daba la bienvenida. Si era niña, la comadrona cortaba el cordón umbilical, y lo enterraba bajo el suelo del hogar, como símbolo de que la futura mujer no saldría de casa y se dedicaría a su cuidado y preparación de la comida.

Luego la partera la lavaba ofreciendo la criatura a la diosa del agua, para que ésta limpiara todas las impurezas del nacimiento, y pudiera ser bienvenida al mundo.

Las madres aztecas daban el pecho a sus hijos durante los dos primeros años de vida. A partir de esta edad cada progenitor se hacía cargo de la educación del hijo de su mismo sexo.
 

 

Educación de los aztecas

Para los aztecas era muy importante que sus gobernantes estuvieran capacitados para su cargo y tuvieran fuertes convicciones morales, por ello se sometía a los varones a una severa preparación con despiadadas pruebas con que demostrar su valor y habilidad militar. Desde pequeños se les sometía a penitencia y autosacrificio (ayunando, clavándose espinas de maguey, recibiendo baños de agua fría y azotes de ortiga, inhalando humo, etc.) y recibían fuertes castigos por parte de sus maestros y progenitores, quienes les exigían el cumplimiento de sus deberes y la adquisición de valores como la verdad, la humildad, la justicia, la castidad, el respeto a los mayores, etc.

Durante los primeros años la educación del niño dependía de la familia. Según fuera su rango social el niño ayudaba en las labores agrícolas, en el comercio, en la pesca, etc. Las niñas barrían, se iniciaban en la cocina, en las labores de tejido…

Cuando el niño llegaba a cierta edad, entre los 6 y 9 años, los nobles entraban a vivir en el Calmecac, que funcionaba como un internado. Allí, en esta escuela, se les entrenaba para ser sacerdotes, guerreros de élite, senadores, maestros o gobernantes y se les educaba en historia, religión, astronomía, música, filosofía y otras artes, de igual forma recibían nociones de economía y sobre todo dura disciplina y valores. También debían conocer la tradición leyendo y aprendiendo de memoria las historias ilustradas en los códices.

Las mujeres entraban como servidoras, se les inculcaba castidad y permanecían encerradas hasta la edad de casarse.

Los hijos de los estamentos más bajos iban a la escuela “del barrio” o telpochcalli  donde se les preparaba para la vida práctica. Después de casarse, los campesinos recibían tierras en usufructo para trabajarlas individualmente, además de las del calpulli, donde faenaban para pagar los tributos.
 

 

Divinidades del parto

Cihuacóatl era una diosa azteca, mitad serpiente mitad humana. Dice la tradición que fue la primera mujer en dar a luz, y por ello se le consideraba protectora de los partos y en especial de las mujeres fallecidas durante el alumbramiento. Ayudó a Quetzalcoatl, dios supremo, a construir la presente era de la humanidad. Cuenta la leyenda que abandonó a su hijo en un cruce de caminos, pero regresaba a menudo para llorar a su niño perdido. Cihuacoatl regía sobre las Cihuateteo.

Las Cihuateteo eran espíritus, almas de mujeres nobles muertas al dar a luz. A estas mujeres se les otorgaba el mismo rango que a los guerreros muertos en batalla. Si éstos  acompañaban a la divinidad solar hasta la mitad del cielo, ellas, partiendo del medio, lo hacían descendiendo hasta Poniente.

A pesar de la grandísima veneración que se tenía por estas divinidades, su presencia en la tierra, donde aparecían en ciertas fechas señaladas, se consideraba fatídica. La imagen con la que se les representaba era tétrica: pálidos esqueletos de blancas caras con garras de rapaz en lugar de dedos. Los vivos, para prevenir su ataque, colocaban ofrendas en los cruces de caminos.
 

 


Fuentes: Gran Historia Universal. La América Prehispánica. Ed. Club Internacional del libro. Historia de las cosas de la Nueva España; Fray Bernardino Sahagún.

Fecha de actualización: 17-05-2020

Redacción: Lola García-Amado

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