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Mi bebé no come

Mi bebé no come

Una de las mayores preocupaciones de los padres (y de las principales consultas al pediatra) es la falta de apetito de sus hijos. Muchas veces, desesperados por la negativa del niño a comer día tras día, recurren a suplementos para el hambre; sin embargo, la reeducación de los hábitos alimenticios del pequeño es la mejor solución: una rutina adecuada, variedad en la dieta, no sucumbir a sus rabietas…

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Antes de afirmar categóricamente que un niño no come, hay que asegurarse de que esta aseveración es cierta. Y es que sorprende comprobar cómo muchos niños considerados por sus familiares como inapetentes se encuentran bien nutridos y con una talla adecuada. Esto se debe a errores de concepto respecto a la nutrición infantil y no es raro que se guíen por inadecuados hábitos y tradiciones familiares que entran en conflicto con las verdaderas necesidades de desarrollo del pequeño.

Por ello, antes de intentar solucionar un problema que quizá no exista, el niño debe ser examinado por un pediatra y, recurriendo a las tablas de percentiles, controlar su peso, talla y evolución según su edad.

Recuerda que muchas veces la falta de apetito es normal. Cada niño tiene su propia “medida” y cada persona reconoce usualmente la cantidad de alimentos que necesita.
 

¿Por qué el bebé no come?

Los principales problemas que plantean los padres respecto a la alimentación de sus hijos son que no comen lo suficiente o que solo comen ciertos alimentos, desechando grupos tan importantes como las verduras o los pescados, tradicionalmente mal aceptados por los niños.

Un niño sano al que se le ofrece regularmente una comida adecuada, no se alimenta mal, aunque tome muy poca cantidad e incluso algún día casi no coma nada. Se le debe ofrecer una dieta variada y completa y, según las edades, las raciones serán de mayor o menor tamaño:

- Los recién nacidos comen a demanda, por lo que la madre deberá darle el pecho o el biberón cada vez que éste lo requiera (normalmente cada 3 horas).

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- En torno a los tres meses suele haber una crisis. El bebé tiene unos días raros, está más inquieto, llora más, se agarra peor al pecho, duerme menos… Reclama mamar más a menudo (lo que la madre interpreta como que tiene hambre), pero ella a su vez se nota el pecho menos lleno. El resultado es que muchas madres deciden dejar de dar la lactancia materna, lo cual es un error. En realidad, el bebé pide más porque está creciendo y su apetito aumenta, y la madre nota menos leche porque a esa edad la producción se ha adaptado ya a sus necesidades. De modo que lo adecuado es intentar adaptarse al bebé. Si pide más pecho porque necesita comer más, la solución es ponerlo más tiempo para que aumente la producción.

- A partir del año de edad el crecimiento se ralentiza y el niño necesita menos cantidad de alimento. Además, comienza a realizar 4-5 comidas al día y a alimentarse igual que los demás miembros de la familia. Por lo tanto, hay que ajustar las cantidades a las necesidades reales del bebé, y no preocuparse si no se acaba un tanque de puré cada día. Si su ritmo de crecimiento es adecuado, será que no le hace falta comerse un plato hasta los bordes. No le obligues a acabarse la comida, si no quiere más, a lo mejor es que está lleno.

- Entre los 3 y los 5 años se reduce de nuevo la velocidad de crecimiento, con la consiguiente reducción de las necesidades calóricas y el apetito. Los padres pueden considerar entonces que el niño no come lo suficiente para mantener su nivel de actividad y recurrir a amenazas o, por el contrario, a adulaciones ineficaces en un intento de incrementar el volumen de las comidas.

Por eso, adecuar la cantidad a la edad es fundamental para evitar problemas con la alimentación. Porciones excesivas (platos muy llenos) y la obligación de consumirlas en su totalidad pueden inducir en el niño actitudes de juego con los alimentos, provocarse el vómito, rabietas… Para que no se acostumbre a dejar la comida en el plato hay que ponerle una porción muy pequeña e ir aumentándola según su apetito vaya cambiando.

Otras veces, cuando un niño deja de comer, puede estar reflejando algunas dificultades de adaptación en su vida cotidiana. Un niño pequeño no sabe muchas veces cómo llamar nuestra atención, por lo que recurre a no comer para que le hagamos caso. Habrá que observar la conducta del pequeño e investigar si le puede haber ocurrido algo que le preocupe (cambio de clase, una discusión con sus amigos, etc.). Si así fuera, el problema desaparecerá cuando se resuelva el conflicto.

Picar entre horas, el estrés en las comidas si el pequeño no come y los papás se ponen nerviosos o el rechazo a nuevos alimentos también son causas frecuentes de que el bebé no quiera comer. 

Si a pesar de todos los cuidados el niño sigue sin comer y notamos que pierde peso, se debe acudir al médico para que descarte cualquier enfermedad que pueda estar afectando a su apetito, como parasitosis intestinal, anemia por déficit de hierro, infecciones de vías urinarias, mala absorción, trastornos endocrinos, etc. También el consumo de ciertos fármacos puede afectar a su petito, consúltalo con el experto en pediatría y medicina. 

 

Cómo abrir el apetito del bebé

- Para valorar si su dieta es la adecuada, conviene apuntar lo que ha comido durante una semana. Así se verá si las cantidades son las aconsejadas y si le ofrecemos una dieta sana.

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- Piensa un menú para toda la semana, escríbelo en un papel y cuélgalo en un lugar visible de la cocina. Este menú, si el niño tiene más de dos años, será el mismo para toda la familia. El escribirlo evitará que se hagan cambios para adaptarse más a sus gustos si no quiere comerse algo. Así no se llevará desilusiones cuando llegue la hora de la cena y haya pescado.

- Si un día se empeña en no comer, no sirve de mucho gritarle y castigarle, es mejor emplear una actitud más neutra, quitándole importancia al hecho de no comer. Si ve que os afecta, lo empelará como arma para conseguir lo que quiera. De la misma forma, tampoco se le debe premiar para que coma, pues le haríamos entender que cuando come nos hace un favor y estamos favoreciendo la manipulación (el niño premiará a sus padres comiendo y los castigará negándose a abrir la boca).

- Los niños se sienten mejor si se respetan sus rutinas. Les ayuda a centrarse el comer siempre en los mismos lugares y a la misma hora. Si una vez come en la cocina, otra en el salón y al día siguiente en casa de la abuela, se distrae mucho. Asimismo, entre las comidas principales deben pasar al menos 4 horas, tiempo durante el cual el estómago se vacía por completo.

- No le ofrezcas distracciones: ni la televisión ni la consola ni juegos de otro tipo. La hora de la comida es para comer. Lo que sí se debe favorecer es la conversación.

- Limita el tiempo de duración, no se debe permitir que la comida se alargue horas. Como los niños aún no controlan las referencias temporales, puedes colocar un cronómetro en la mesa. Un niño come sin agobios en 30 minutos. Por supuesto que si necesita un poco más de tiempo, se debe ser flexible, pero ha de saber que existe un tiempo límite.

- Nunca le des la opción de tomar un plato alternativo. La comida es la misma para todos. ¿Cuántas veces te dijo tu madre cuando eras pequeño: “Hay lentejas, si quieres las tomas y si no, las dejas”? Pues eso mismo funciona para todo. A un niño sano no le pasa nada si no come un día. Si insistimos mucho, le incentivamos a que no coma. Así, cuando luego tenga hambre, aprenderá que es mejor obedecer.

- Casi todo el mundo tiene alguna comida que le gusta menos, eso se le debe respetar, pero sin afectar a grupos completos de alimentos (por ejemplo, las verduras).

- Enseña mediante el ejemplo. Si vosotros no coméis verdura, el niño pensará, de modo más o menos consciente, que deben tener “algo malo”, porque si no, sus padres las comerían.

- Si come poco, necesitará tomar algo ligero a lo largo del día. Puedes ofrecerle a media mañana y por la tarde fruta, un yogur, un bocadillo pequeño… Evita darle líquidos o alimentos ricos en calorías entre comidas –como bollería, golosinas, refrescos con gas-, porque ele quitarán el hambre y le pueden provocar caries, sobrepeso…

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- La variedad es fundamental, no solo en los tipos de alimentos, sino también en la forma de cocinarlos. Hay múltiples opciones para el pescado, la verdura, la pasta, la carne… Además, ten en cuenta que los gustos de los niños cambian. Puede que un día no quiera comer algo porque ya no le gusta, o puede que decida que por el momento ya no quiere comer más de alguna comida en particular. Por eso es importante cambiar constantemente de comida y añadir sabores nuevos.

- Evita que la hora de comer tenga lugar cuando está cansado o tiene demasiada hambre; esta puede ser la razón por la que se pone caprichoso a la hora de comer.

- Si tiene algún amigo de la misma edad que coma estupendamente, invítale a casa a merendar para que le sirva de ejemplo. Suele pasar que los niños comen perfectamente cuando están con otras personas.


¿Es preciso suplementar con vitaminas al bebé?

Cuando un niño se muestra inapetente a diario, los padres se preocupan por su desarrollo y crecimiento y muchas veces optan por darle –sin el consentimiento del pediatra- suplementos vitamínicos para abrirle el apetito.

Sin embargo, estos suplementos solo están indicados cuando se sabe o se sospecha que la dieta seguida no aporta las cantidades adecuadas de nutrientes. Aunque frecuentemente solicitados por los padres, no deben utilizarse tónicos para abrir el apetito; de hecho, algunos, pueden interferir con el crecimiento y limitar la talla final si se utilizan prolongadamente.

Además, estos fármacos pueden tener otros efectos secundarios como somnolencia, incapacidad de concentración, mareos, hipotensión, debilidad, náuseas, vómitos, diarrea, estreñimiento, dolores de cabeza, visión borrosa, irritabilidad, pesadillas, sequedad de la boca, opresión del pecho y debilidad en las manos.

Los multivitamínicos son promocionados para tratar la pérdida de apetito y condiciones asociadas, sin embargo, no hay ninguna prueba científica que los respalde.

Salvo en casos muy concretos, en los que lo prescriba el pediatra, no es muy recomendable su uso. La solución pasa por centrarse en la reeducación de la conducta de la familia (cambiar los hábitos del niño) ante la comida y la aceptación por los padres de la situación, sin considerarlo una enfermedad que requiera de tratamiento con jarabes o pastillas. Simplemente, el niño necesita menos alimento y come peor que otros.

 


 


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Las tablas de percentiles han sido elaboradas por la OMS para facilitar el control del crecimiento y desarrollo del bebé.

Fuente:

González, Carlos (2012), Mi niño no me come, Ed. Temas de hoy. 

Fecha de actualización: 09-04-2021

Redacción: Irene García

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