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¿Qué diferencia hay entre crianza con apego y crianza respetuosa con el bebé?

¿Qué diferencia hay entre crianza con apego y crianza respetuosa con el bebé?

La crianza con apego es estar en contacto con el alma infantil del bebé, otorgarle la necesidad que necesita ante un entorno que considera hostil. Y la crianza respetuosa es similar, pero se extiende más allá: es respetar al niño y sus tiempos, tratar de entender por qué hace las cosas que hace y tratarle con el mismo respeto que te gustaría haber recibido cuando fuiste niño y con el mismo respeto que quieres que tenga hacia ti como padre.

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Índice

 

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¿Qué es la crianza con apego?

La crianza con apego, formulada por el Doctor William Sears, se basa en los principios de la Teoría del Apego, propuesta originalmente por el psiquiatra infantil John Bowlby. A través de estudios y observaciones directas de niños, Bowlby demostró que el apego –vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores– es una necesidad primaria para garantizar el desarrollo saludable de los seres humanos, tan importante y vital como alimentarse. Un bebé necesita tener un consuelo ante lo que considera ‘extraño’, una proximidad, una mirada que le mire, o un cuerpo que sepa del suyo… Cuando todo esto se da de manera ininterrumpida por parte de su cuidador se sentarán las bases para el sano desarrollo del niño.

Y esto responde a una cuestión biológica. Ya los primates dependen del contacto piel con piel para sentir afecto y seguridad. El ser humano es el único animal que es completamente vulnerable al medio cuando nace, y esa falta de autonomía se extenderá durante muchos años más. Tenemos una dependencia para sobrevivir. Y por eso, en parte, somos inteligentes: estar en contacto permanente con el cuerpo de la madre nos permite sentirnos seguros, a salvo, pero también nos ayuda a establecer patrones sociales y a ‘mamar’ el aprendizaje colectivo de toda la historia del ser humano. Todas nuestras habilidades sociales han sido aprendidas –por imitación y educación– a través de nuestros cuidadores, ya sean padres, responsables o profesores.  Por eso la necesidad de sentir la piel, el olor, la voz o los latidos de la madre no es sólo por la necesidad de amor sino como una garantía de poder desarrollarnos y ‘sobrevivir’ a un entorno que percibimos como hostil.

Por eso los bebés lloran si creen que esa parcela no está cubierta, y atraviesan un lapso de sufrimiento, en el cual se llenan de estrés y de miedo, porque biológicamente registran una amenaza a su supervivencia. Hasta hace poco, la ‘mano dura’ o frases como ‘no dejes que tu hijo se duerma en tus brazos porque lo vas a malacostumbrar’ se impusieron como la forma correcta de educar. Y esta manera clásica-autoritaria de tratar a nuestros hijos se ha visto interrumpida por la demostración de que apartarles de este ‘apego’ provoca un aumento en los niveles de estrés que perjudica a su desarrollo cerebral y emocional. Por eso, la crianza con apego derrumba el mito de que debemos enseñar a los bebés a ‘tolerar la frustración’, y propone satisfacer de inmediato y continuamente sus necesidades.

Dentro de ese respeto está el darle lo que crees que necesita en cada momento, a todos los niveles: amamantarle –por ser el mejor alimento posible y por ese intercambio íntimo que se produce en el momento con el bebé y la madre–,  pasar mucho tiempo con él o ella, hablarle, jugar con él, cogerlo en brazos cuando lo necesite y/o cuando lo necesites, dormir con él si así duerme mejor, utilizar el diálogo para solucionar los problemas, servir de ejemplo para que aprendan con nosotros, hacerles saber que son importantes para nosotros y sobre todo demostrarlo. Al final todos se basa en el fundamento principal de hacerles partícipes activos de nuestras vidas, de forma compartida. Pasar del núcleo de pareja al familiar.

Nuestros antepasados llevaban a sus crías todo el tiempo en brazos o colgadas en pareos, dormían con ellas, las alimentaban con pecho durante años, las criaban piel con piel, sin dejarlas llorar, y todo esto porque de otro modo no hubiéramos sobrevivido como especie. Retomar esas prácticas es lo que propone la crianza con apego. Aunque ya no vivamos en terrenos tan hostiles y nuestros entornos sean más seguros para nuestra especie, los bebés desconocen si hay o no peligros, y lo perciben todo como hostil por mera supervivencia. Por eso siguen respondiendo a las mismas características biológicas de sus antepasados.
 

Diferencias con la crianza respetuosa

Mientras que la crianza con apego se enfoca en los primeros años de vida del ser humano, la crianza respetuosa podría verse como una extensión de esta misma. Propone que un niño, a cualquier edad, seguirá necesitando establecer un apego seguro con adultos de confianza. Necesita contar con la certidumbre que le haga sentirse ‘en casa’ y experimentar que hay uno o varios adultos a su cargo, no sólo responsables sino en conexión con su esencia infantil para poder así desarrollarse. Necesita para su sano desarrollo, al igual que comer y respirar, contar con la certidumbre que le prodiga saber y experimentar que hay uno o varios adultos a su cargo, responsivos y en conexión con su alma infantil.

Los principios de la crianza respetuosa podrían resumirse en cuatro aspectos fundamentales, compartiendo algunos rasgos con la crianza con apego:

- Horizontalidad: tratar a los niños como a iguales. No hacer al niño lo que no nos gustaría que nos hicieran.

- Empatía: ser capaces de sintonizar con el alma infantil de nuestros pequeños, reconocer y valorar sus necesidades auténticas sin degradarlas a la condición de capricho.

- Ser responsivos de inmediato y sostenidamente ante las necesidades, sentires y expresiones del niño.

- Límites y disciplina razonable, no punitiva, flexible, democrática, humanizada, respetuosa de los derechos del niño.

Pero no debemos convertir esto en una batalla campal. No hay ninguna forma segura ni en perfecta simetría de las necesidades individuales padres-niños. La maternidad y la paternidad es un camino muy intenso, en el que ninguno de sus miembros es perfecto y está plagado de errores. Al igual que no existen los niños ‘perfectos’ no existen los padres completamente ‘respetuosos’. Dejemos de juzgar a una madre porque no quiere o no puede darle el pecho a sus hijos. O porque decida llevarlo a la guardería porque necesita descansar. O porque le deje llorar, porque ya no sabe qué más hacer. Lo que debería importar en las nuevas formas de entender la maternidad o paternidad debería ser la libertad y el amor. Todo lo demás son opiniones.


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