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¿Por qué nos enfadamos con nuestros hijos cuando no hacen algo bien?

¿Por qué nos enfadamos con nuestros hijos cuando no hacen algo bien?

Seguro que a todos os ha pasado más de una vez, y de dos, enfadaros un montón con vuestros hijos cuando no conseguís que os hagan caso. Hay momentos en el día que el cansancio, las prisas y el estrés nos llevan al enfado y los gritos continuos; pero esta actitud no es positiva y, desde luego, no ayuda a educar a nuestros hijos.

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¿Por qué nos enfadamos con nuestros hijos?

Enfadarse con los hijos es algo imposible de evitar. A lo largo del día se dan un montón de situaciones en las que no logramos que hagan los que les pedimos: no se quieren poner el abrigo, tardan años en acabarse el desayuno, no hay manera de conseguir que entren en casa… Los niños no entienden que nosotros vamos a todas partes con prisa. Para ellos no existe el estrés ni la prisa, y quieren hacer lo que les apetece y como les apetece.

Además, queremos que nuestros hijos sean perfectos. Que estén bien educados, obedezcan a la primera, sean cariñosos y siempre nos hagan caso sin rechistar. Al no conseguirlo, nos sentimos frustrados. Pero hay que entender que eso es imposible y va en contra de la naturaleza volátil y un poco egoísta de todos los niños. Asimismo, hay que tener en cuenta que ellos no le dan la misma importancia que nosotros a las mismas cosas. Su prioridad es aprender y divertirse; la nuestra que todo se haga rápido y bien.

Así que su actitud choca constantemente con nuestros objetivos. Eso lleva a que muchos días nos pasemos todo el rato enfadados y con mala cara, gritando a los niños por cualquier motivo. Ese constante negativismo no es sano para la educación de nuestros hijos, aunque nos cueste mucho evitarlo.

 

Consejos para vivir menos enfadados

- Cuando te despiertes, hazlo con una sonrisa. Piensa que ese va a ser un buen día y afróntalo con alegría. Es una buena manera de comenzar.

- No te pongas demasiados objetivos para el día. Uno de los problemas es intentar hacer demasiadas cosas en un solo día, y arrastrar en nuestros planes a nuestros hijos.

- Intenta ir con tiempo a todas partes. Los niños son mucho más lentos que nosotros y no podemos pretender que vayan a nuestro ritmo. Si no vas con prisa, te molestará menos que tarde en ponerse el abrigo o terminar de merendar.

- Piensa que los enfados y los gritos continuos no son la mejor manera de educar a los niños. De hecho, pierden su efectividad si se convierten en algo constante. Conseguirás más pidiendo las cosas con calma y con una sonrisa, y ofreciendo un abrazo a cambio, que chillando.

- Los nervios y los mensajes negativos producen desorientación y no ayudan a modificar el comportamiento.

- Hay que encontrar un equilibrio entre no enfadarse nunca y hacerlo constantemente. Hay ocasiones en las que el comportamiento del niño es más grave y sí es necesario una regañina o un castigo.

- Antes de ponerte a gritar, respira hondo y cuenta hasta 10. Piensa si el comportamiento de tu hijo justifica un enfado o no, y actúa en consecuencia.

- Si es preciso enfadarse, nunca descalifiques al niño. Deja bien claro que lo que te enfada es el mal comportamiento y explícale qué debería hacer para portarse bien.


Fuente:

Domènech, Montse (2015), Edúcame bien, Ed. Plaza & Janés.

Fecha de actualización: 23-03-2023

Redacción: Irene García

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