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Enseñar al bebé a no pegar

Enseñar al bebé a no pegar

Si tu bebé pega, no te preocupes porque es algo totalmente normal. Cuando cumplen un año todavía no saben hablar y suelen pegar manotazos o patadas para expresar su rabia. Normalmente, esta agresividad desaparece en el momento que aprenden a hablar, pero hasta entonces hay que enseñarles a que muestren su enfado de otra forma diferente. 

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¿Por qué los niños pegan?

A partir de los 12 o 18 meses los pequeños comienzan a explorar por instinto el mundo que les rodea mediante mordiscos y golpes a las cosas de su alrededor. En otras palabras, las manos y los dientes son sus primeras herramientas sociales. Las mordeduras se detienen cuando su lenguaje se desarrolla, pero los golpes suelen perdurar durante varios años en la infancia.

Esta forma de expresar ira, enfado, frustración o incluso alegría es normal en estas edades, pero no por eso se deben permitir.

Si nos decantamos por ceder a sus rabietas, seguramente le enseñemos que es una buena técnica para lograr sus propósitos y lo repitan a menudo. Por eso, para evitar que esto ocurra, lo que suelen hacer los padres es regañarles e incluso pegarles para que comprendan que las agresiones no son correctas.

Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Genera más frustración y rabia puesto que no saben canalizar la furia de otra forma y se vuelven más agresivos. Además, le enseñamos que cuando queremos algo lo conseguimos pegando o gritando.
 

¿Qué debemos hacer para que no peguen?

A esta edad temprana siempre aprenden por repetición, es decir, hay que repetirle todas las veces que haga falta “no se pega”. También tenemos que coger su manita y acariciar con ella a la persona agredida –que pueden ser los mismos padres–.

No obstante, si su frustración ha sido más fuerte y no permitimos que se desahogue pegando, lo más probable es que comience su llanto. Tienes que dejarle llorar hasta que logre que calmarse solo y, por supuesto, no se le debe dar a entender que esta acción es mala. Cuando pase un rato os daréis cuenta que estará tranquilo de nuevo y que querrá volver a jugar.

Si sigue insistiendo en agredir, hay que inmovilizarle para impedir que no haga daño a nadie. Seguirá intentando patalear y pegar pero hay que tener paciencia y no alterarse. Si el enfado es con otros niños lo mejor es alejarle y animarle a que cambie de juego. Seguramente se olvidará muy rápido de la razón de su disgusto y se entusiasme con su nueva actividad.

Debes elogiar también su buen comportamiento al igual que le llamas la atención cuando pega. El refuerzo positivo funciona mucho mejor que los castigos. Lograrás que sepa diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Igualmente, se deben empezar a fijar límites para que adopte un comportamiento adecuado.

Por último, y más importante, no lo descalifiques. No digas frases como “eres muy malo” o “si te comportas así no te quiero”. A esa edad los niños necesitan el amor de sus papás y, si se sienten humillados, su enfado va a persistir y aumentar. Hay que corregir la conducta, no al niño. 


Fuente:

Domènech, Montse (2015), Edúcame bien, Ed. Plaza & Janés.

Fecha de actualización: 31-03-2021

Redacción: Esperanza Pavón

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