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Rocío Ramos-Paúl, "Supernanny"

Rocío Ramos-Paúl,

Supernanny es la nueva superheroína que acude a la llamada de socorro de unos padres en apuros que ven cómo unos hijos desobedientes han tomado su casa, declarando el estado de emergencia con las poderosas armas de las rabietas y se hace necesario un plan urgente para que todo vuelva a la normalidad. Rocío tiene poco de aquella rígida y estirada señorita Rottenmeyer. Más cerca, por sus métodos, de una Mary Poppins moderna, pero con los pies en la tierra, esta joven psicóloga se ha metido cada viernes en la piel de Supernanny -un fenómeno televisivo en más de 20 países- con el fin de ayudar a padres desesperados en la educación de hijos difíciles.

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TODOPAPÁS: Rocío, ¿cómo definirías Supernanny?

ROCÍO RAMOS-PAÚL: Es un formato de televisión, cuya protagonista es Supernanny, aunque la verdadera protagonista es la familia. Yo sólo les acompaño en los distintos cambios que va ejerciendo. Y yo, como Rocío, soy una psicóloga que he trabajado muchísimo con la infancia.

TPP: Pero exactamente ¿qué papel ejerce Supernanny? ¿Es niñera, cuidadora, psicóloga, institutriz…?

RRP: Es una mezcla de educadora y psicóloga. En la parte de psicóloga, aporto mi bagaje teórico, todo lo que sé de haber estado trabajando en consulta y en la parte de educadora, todas mis habilidades para el trato más directo. Es por lo tanto una mezcla de las dos cosas.

TPP: ¿Cuáles son los problemas infantiles más frecuentes con los que te has enfrentado en el programa?

RRP: Todos los que tienen que ver con los problemas cotidianos, relacionados con el sueño, la comida, los límites, las normas… Tratamos de que haya una comunicación más positiva, y de reforzarla, de que los padres aprendan a observar lo que sus hijos hacen bien, no sólo lo negativo de las conductas.

TPP: ¿Son estos problemas que vemos en TV reflejo de la realidad?

RRP: Sí, en algunos casos. La diferencia es que en la consulta muchas veces encuentras trastornos y en el programa, nunca. Es uno de los criterios que hemos seguido dentro del equipo, porque no daría tiempo. Lo que tiene sentido es la vida cotidiana y los problemas que plantea.

TPP: ¿Y con los padres? ¿Qué problemas te has encontrado con ellos?

RRP: La verdad es que con los padres he tenido mucha suerte, porque no he tenido problemas. Lo más difícil ha sido quizás, estar en casa de alguien y tener que contarles cómo hacer las cosas de otra manera. Sin embargo, no he encontrado resistencia, al revés, en todos los casos hay una gran implicación y motivación para llevar a cabo los distintos cambios.

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TPP: Parece que les cuesta asumir los errores que han cometido en la educación de sus hijos ¿no?

RRP: Mi discurso es algo que al principio les choca. Entiendo que tiene que ser muy difícil que alguien entre en tu casa y te diga: “oye mira, hay que cambiar aquí y aquí”. Pero a partir de ahí establecen un compromiso con una motivación alta. Si no encuentras una implicación por parte de los padres a la hora de trabajar con las distintas estrategias que yo llevo a cabo, todo esto no se podría producir.


TPP: ¿Cómo es la dinámica del programa? ¿Qué ocurre desde que unos padres se ponen en contacto con el programa hasta que tú te despides de unos niños ya obedientes?

RRP: Los padres llaman al programa y se hace una selección siguiendo criterios representativos y de normalidad, para que haya una gran mayoría que se sienta identificada con la realidad que vamos a ver. Una vez que se decide con qué familia se va a trabajar, se lleva a cabo todo el programa, en el que hay una primera parte de adaptación con la cámara, donde yo no estoy. Una segunda parte, la vida cotidiana de la familia y luego ya entro yo que observo esa dinámica. Posteriormente, hablo con los padres contándoles cómo lo he visto y evalúo los posibles cambios que se podrían hacer en función de lo que quieren conseguir. Llegamos entonces a un compromiso entre estos objetivos que plantean ellos y lo que yo veo dentro de la dinámica de la familia. A partir de ahí se establecen las normas que conocéis y para su consecución se establecen unas estrategias educativas. Nunca terapias, porque el tiempo no lo permite en televisión y no tendría mucho sentido. Son “pequeñas terapias” que generan cambios. Después ellos se quedan solos un tiempo aplicando esas estrategias. Yo vuelvo a establecer una evaluación con ellos y a modificar pequeñas cosas que irán puliendo.

TPP: ¿La “terapia” no se acaba en el programa entonces? ¿Las familias deben seguir trabajando cuando te vas?

RRP: Sí, yo me pongo en contacto con las familias después y charlamos. En esto es como en todo, hay quien lo aprovecha y quien ha decidido que no.

TPP: ¿Algún niño se ha resistido a Supernanny?

RRP: ¡Muchísimos! Y es normal. Todos lo haríamos. Hay una resistencia grande al cambio. El comportamiento de los niños se produce porque obtienen un beneficio y cuando descubren que ese beneficio ya no existe o que va a cambiar, hay una resistencia. Esto genera mucha angustia en los padres, porque la resistencia de los pequeños viene con lloros y pataletas y en cierto modo hay un sufrimiento del niño. Aunque luego no sea real. Uno tiene que pensar que está educando y educar significa poner límites, aunque poner límites sea incómodo, pero hay que ser consecuente y constante. En la vida en general también hay límites y nos cuesta vivir con ellos; pero asumimos que hay una autoridad y que hay unas normas necesarias para que podamos vivir de una forma tranquila y socialmente aceptable.

TPP: ¿Cómo consigues imponer esas normas que no han conseguido imponer sus padres y que además los niños no te vean después como a un ogro, sino todo lo contrario, te abrazan y se despiden de ti muy cariñosamente al final del programa?

RRP: (Ríe) Yo no hago nada que no puedan conseguir los padres. En el programa intento intervenir lo menos posible. Simplemente doy directrices sobre lo que yo sé. ¡Hombre, juego con ventaja! Llevo mucho tiempo trabajando en esto. Aunque la intención de los padres siempre es buena, hay determinados problemas que les desbordan e intentan darles soluciones equivocadas, por ejemplo, una rabieta. Si intentan darle solución con un grito, la primera vez se parará el niño, la segunda también, pero la tercera el niño gritará más fuerte, y el padre gritará más fuerte… y ya nos meteremos en la dinámica en la que la madre dice: ¡no puedo más con este niño! Yo lo que pretendo es hacer todo lo contrario. No atender a esto, y atender a la parte positiva. El niño tiene que entender que gritar no le vale para nada. Es todo un cambio, en la actitud de la madre primero y después en la del niño, que se pregunta por qué su madre cambia. La madre aprende a manejar la relación con su hijo. Ahora es un niño con límites, contenido, que es capaz de entender que las lágrimas y los gritos no llevan a ninguna parte y él lo comprende, porque su madre está siendo modelo en ese momento.


TPP: ¿Subyacen verdaderos problemas de fondo en estos conflictos familiares o es simplemente mala educación?

RRP: Para eso habría que meternos en terapia. En quince días sería muy difícil hacer una educación emocional y explicarle a una madre cómo tiene que enseñarle a su hijo a expresar emocionalmente los distintos sentimientos. No lo pretendo en el programa.

TPP: La culpa… ¿es siempre y únicamente de los padres?

RRP: Nunca hay culpa. Hay una buena intención y un mal manejo. Todos nos hemos encontrado en situaciones en las que no hemos sabido qué hacer. Es simplemente eso. No es culpa de nadie.

TPP: ¿En qué fallan entonces los padres de hoy en la educación de sus hijos? Se dice que son demasiado permisivos…

RRP: Generalizar es malísimo. Cada familia requiere de una respuesta. Es verdad que hay datos, pero no lo digo yo, lo dicen las estadísticas y los expertos. Puede haber cierta dificultad sobre el límite, cierta tendencia a no posponer los esfuerzos, dar inmediatamente al niño las cosas… pero no significa que todas las familias funciones igual.

TPP: ¿Has perdido los nervios alguna vez con un niño?

RRP: (Ríe) ¡No! Bueno, más que perder los nervios, que sería un poco incoherente, sí que a veces te plantean dificultades que requieren más trabajo y pensar mucho más. Esta profesión no es mano de santo, ni magia. Uno tiene que tener en cuenta que cada niño es una personita distinta y que aunque sabes cómo mejorar su caso, no quiere decir que el niño lo vaya a hacer, entonces sí que tienes que recurrir al método del ‘ensayo y error’.

TPP: ¿Cuándo o qué debemos detectar en nuestros hijos para ver la conveniencia de acudir a un psicólogo infantil?

RRP: Depende de la edad. Es muy importante estar pendiente de los distintos comportamientos o actitudes del niño que nos puedan chocar. En niños muy pequeños, el criterio sí que depende de los padres. Son ellos los que tienen que ver el momento en el que no pueden controlar una situación. Según mi experiencia en consulta, sobre los 2 ó 3 años, suele haber un mal manejo de la situación: “No consigo lo que quiero, que mi hijo esté tranquilo, que entienda lo que le digo y necesito una solución”. Ése sería un buen criterio: cuando no puedo manejar la situación y me está creando una dificultad. Ése es el momento para ir a una consulta o a un profesional.

TPP: Los niños vienen sin manual de instrucciones… ¿necesitarían entonces todos los padres una supernanny?

RRP: (Ríe) ¡No, una supernanny no, porque sería inviable! Pero no podemos tener disculpa por eso. Es verdad que no nos enseñan a ser padres y es una tarea importantísima, la más importante que tienen en la vida. No hay Supernanny para todos, pero sí otras cosas: escuelas de padres, y otros servicios que te pueden orientar y ayudar en un momento dado. No tanto una persona que esté contigo en casa, sino información más clara, que se está intentando llevar a cabo desde el ámbito educativo.

TPP: ¿Qué diferencia a Rocío Ramos-Paúl de Supernanny?

RRP: Muchas cosas. Como Rocío el proceso de la consulta lo entiendo de otra forma, aunque el formato del programa responde a lo que pueden ser las distintas partes del proceso terapéutico. Y Supernanny es un programa para que los padres puedan ver que hay formas para solucionar los problemas que tanto les preocupan y que esas formas son fáciles. Son pequeños cambios en situaciones que a veces nos desbordan. Eso es lo que hace Supernanny y es lo que quizás le ha llegado al público en ese sentido: cómo pequeños cambios pueden producir grandes modificaciones en la dinámica familiar.

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TPP: ¿Por qué decidiste presentarte al cásting de tv?

RRP: Vi un anuncio, me presenté y pasé el cásting. Aunque no tenía ninguna experiencia televisiva, me apetecía probar cosas nuevas dentro de mi profesión. Cuando me presentaron el formato en inglés vi que era serio, que había una necesidad de trasmitir algo así en televisión y que se trataba con respeto, con cariño, y de hecho no me he confundido. Me decidí a hacerlo quizá de una manera inconsciente, como el que se plantea hacer algo nuevo casi sin pensarlo para ver qué pasaba… ¡y aquí estoy!

TPP: ¿Qué consejos le darías a nuestros lectores en esta época vacacional que van a pasar más tiempo con sus hijos?

RRP: No me gusta nada dar consejos, pero creo que las vacaciones son un tiempo precioso para aprovechar el tiempo con los hijos. Creo que hay una queja común de los padres, cuando los dos trabajan: la limitación de tiempo y por lo tanto la limitación de una atención. Además las vacaciones son fuente de conflicto, porque padres e hijos pasan juntos muchas más horas, los niños se vuelven muchos más pesados, la rutina es mucho más flexible, la flexibilidad no suelen entenderla bien... Pero es un tiempo precioso para aprovechar y aprender a estar con tu hijo, atenderlo, escucharle y dedicarle todo el tiempo que no has podido y has querido dedicarle durante todo el resto del año. Hay un ejercicio muy bonito que pueden hacer los padres durante el invierno: todo aquello que no hayas podido hacer con tu hijo apúntalo e intenta hacerlo en tiempo de vacaciones y si la libreta la haces con tu hijo pues mucho mejor, porque entenderá que las cosas se pueden posponer y que a pesar de todo se realizan.


Las normas de Supernanny

• Vamos a hablar todos más bajito y más despacito.

• Decimos las cosas una sola vez.

• Cuidamos nuestra casa, nuestra habitación y nuestras cosas y las ponemos en su sitio.

• Pedimos las cosas “por favor” y luego damos las “gracias”. Sonreímos porque nos gusta que nos ayuden.

• Comemos sólo en el desayuno, la comida, la merienda y la cena. Mientras, hablamos de cosas que nos gustan. No ponemos la tele y cada uno come lo suyo.

• Sólo dormimos en la siesta y por la noche.

• Atendemos a lo que nos dicen mamá y papá a la primera y lo cumplimos.

• Colaboramos con mamá y papá cuando ordenamos/limpiamos y comemos/cenamos. Y nos hacemos mayores aprendiendo a hacer cosas nuevas.

• Cuando algo se ensucia, se desordena o se rompe, lo arreglamos.

• Vemos la TV después de cenar un rato y nos vamos a la cama con un cuento.

• Nos levantamos y nos vestimos solos.

• Aprendemos a tratar a los demás. No les insultamos, ni les pegamos, ni les gritamos.

• Cuando me equivoco, pido perdón.


Éstas son sólo algunas de las normas que Rocío ha tratado de inculcar en el programa, pero si quieres saber más de ella o atención en su consulta:

www.rocioramos-paul.com
91-4139952


Algunos datos …

Es Licenciada en Psicología (UPC), Máster de Formación en Psicología Clínica y Colegiada en el Colegio Oficial de Psicólogos. Ha trabajado desarrollando tareas terapéuticas de intervención individual en despachos privados, atendiendo principalmente casos de niños y adolescentes, con equipos de maestros en distintos colegios y como educadora de menores para la CAM.  Además ha colaborado como terapeuta de familia y como coordinadora de las áreas lúdico-creativas en el proyecto de prevención del menor KRECER, así como en distintas revistas de divulgación popular con la publicación de artículos sobre infancia y adolescencia.


Fecha de actualización: 24-07-2006

Redacción: Lola García-Amado

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