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¿Cómo se lo digo al niño? II

¿Cómo se lo digo al niño? II

Comunicarse con los hijos es una labor esencial de los padres, pero ¿cuántas veces has evitado una conversación con tu hijo porque no sabías cómo decírselo? ¿O porque creías que le produciría dolor o confusión? A menudo los adultos nos sentimos desorientados e inseguros sobre la forma de darle a un niño una respuesta. ¿El secreto? Ante todo, sinceridad

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Indice

 

Adopción

La adopción se ha convertido en una forma ya muy habitual de ofrecer a un niño una familia, pero son muchos los padres que temen el día en que su hijo deba conocer la verdad sobre su origen. Una noticia que marcará su vida.

¿Cómo hacerlo?

Los expertos sugieren introducir la información poco a poco, con explicaciones acordes con su edad. Esto permitirá que absorba la información gradualmente con los años, a medida que vaya siendo capaz de entender conceptos más complejos. En cualquier caso es fundamental que se entere de su adopción a través de sus padres adoptivos. Esto ayuda a que el mensaje que reciba sobre la adopción sea positivo y confíe en vosotros. Si el niño se entera por otra persona, puede sentir ira y desconfianza y verá la adopción como algo vergonzoso que mantuvisteis en secreto. Asimismo puede pensar que le habéis mentido en otros asuntos, por ejemplo en vuestro amor hacia él.

Ocultarle la verdad no es recomendable, puesto que tarde o temprano comenzará a preguntar si estuvo en la barriga de mamá, por qué tiene otro color de piel, etc. ¿Por qué no aprovechas esta oportunidad para iniciar la conversación?
Muchos psicólogos recomiendan utilizar frecuentemente la palabra adopción de manera natural. El Dr. Coleman, autor del libro ¿Cómo decirlo a los niños? matiza que “no es necesario reiterar que tu hijo es adoptado. Es tu hijo y no hay necesidad de diferenciar entre los niños adoptados y los que nacieron en el seno familiar, excepto para ayudarle en la comprensión de la situación. La forma en que un niño llega a la familia no es tan importante como el hecho de que es parte de ella.” Infórmale de los hechos básicos: “Naciste como todos los niños; una mamá te dio a luz, pero ella no podía hacerse cargo de ti y quería que vivieras con personas que te quisieran y te cuidaran. Y nosotros hemos tenido la suerte de ser la familia afortunada con la que viniste a vivir”.

Si tu hijo es muy pequeño, puedes contestar a sus cuestiones de forma muy simple. Si pregunta de dónde vino puedes decirle: “De China”, si es el caso. Intenta entender lo que busca con sus preguntas. A veces los padres se apresuran a dar excesiva información para la cual el niño no está preparado. Contesta a cualquier pregunta y, cuando no sepas la respuesta, admítelo.

Conforme vaya creciendo la idea principal que debéis reforzar es que vuestra familia le deseaba muchísimo. Intentad describir cómo os sentisteis la primera vez que supisteis de él. Por ejemplo: ¿Qué hacíais cuando os comunicaron la asignación? ¿Estabais tan emocionados que salisteis corriendo en pijama? Hechos sencillos como éstos, con un matiz emocional y positivo, son los que necesita oír vuestro hijo.

¿A qué edad?

Los expertos discrepan en este asunto. Mientras unos defienden que debe familiarizarse al bebé con la palabra adopción desde la cuna, otros opinan que podría confundirles, al no entender el concepto, por lo que aconsejan hacerlo cuando sean mayores. Según el Dr. Coleman, cuando el niño cumpla 5 ó 6 años ya debe saber que es adoptado. La labor de los padres consiste en responder a las preguntas más detalladas que el niño hará a medida que se haga mayor.

¿Qué no debo decirle?

Evita decirle cosas como: “Tu madre biológica no te quería y te abandonó” o “Era adicta a las drogas”. Aunque sean ciertas, es mejor hacer comentarios sobre las circunstancias en que vivían sus padres biológicos (eran adolescentes, no tenían dinero, etc.).

Procura no referirte a sus padres biológicos como padres verdaderos o padres naturales. Desde el momento que lo adoptasteis vosotros sois sus padres verdaderos y naturales, legal y emocionalmente. Los términos padres biológicos, son precisos y no le restan importancia a su condición.
 

Muerte

La muerte es un concepto extremadamente difícil de comprender para los niños, y difícil de explicar para los adultos, ya que además del gran dolor que causa, ni siquiera nosotros somos capaces de entenderla. Así lo reconoce la psicopedagoga Verónica Cinosi: “En nuestra sociedad, donde se niega y se oculta la muerte con tanatorios y cementerios apartados, el hablar sobre la muerte es un tabú, como lo fue el sexo en otro momento. ¿Cómo explicarles a los niños algo que ni siquiera nosotros sabemos y cuyo desconocimiento nos genera angustia? Lo más importante en este caso será cómo le transmitamos esa idea a un niño, ya que el concepto de ‘estar muerto’, no tiene el mismo significado para él que para nosotros, ya que ignora el miedo a la muerte, a la nada eterna”.

¿Cómo hacerlo?

Debemos ser directos y honestos, aunque resulte doloroso, y hablarle de acuerdo a su edad, permitiendo que el lenguaje corporal transmita el mensaje, pero sin dramatizar: apóyale con un abrazo, cógele la mano… Después acepta todas sus preguntas contestando con sinceridad.

 

Verónica Cinosi aconseja “hablarle de una forma honesta y sencilla sobre lo que le ha pasado al fallecido, aclarándole que ya no podrá realizar las actividades propias de la edad del niño (ya no podrá comer, dormir, reír, hablar, etc.), y siempre recordando, que de la forma en que lo transmitamos, es la forma en que entenderá tanto su propia muerte, inevitable algún día, como la muerte de sus seres queridos a lo largo de toda su vida”.

Los niños imitan a los que tienen a su alrededor, por lo tanto si los adultos se comportan ante la muerte de forma impasible y sin expresar tristeza, aprenderán que no está permitido mostrar los sentimientos ni hacer preguntas y se lamentarán a solas. Anímale a expresar lo que siente y no restrinjas sus emociones diciéndole por ejemplo: “No debes estar triste”. Cualquier comentario que indique al niño que está equivocado al sentir tristeza podría confundirle.

Del mismo modo se debe respetar su manera de afrontar la pérdida. Los niños pasan por distintas etapas: impacto, ira, sentimiento de culpa, tristeza y aceptación. Sin embargo en su comportamiento diario tienen la capacidad de estar apenados en un momento y al instante querer jugar a la pelota. Se debe permitir, escuchar y respetar cierta irritabilidad, un menor rendimiento escolar, cambios de apetito, los juegos morbosos (jugar al funeral), aparente desinterés (“¿me puedo ir ya a jugar?”) o conductas egoístas (“Ahora que se ha muerto, ¿puedo quedarme con la tele de papá?”).

“Siempre hay que respetar la diversidad de personas, culturas y creencias. El objetivo es lograr una atmósfera de comunicación abierta para que el niño pueda expresar sus miedos y deseos. En este aspecto las escuelas y la comunidad educativa pueden ser de gran ayuda, ya que ofrecen otro contexto que no sea sólo el dolor y el sufrimiento”, añade Verónica.
 

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¿A qué edad?

La forma de entender la muerte varía con la edad, por lo tanto es un factor determinante a la hora de dirigirnos al niño.

De 0 a 3 años desconocen el concepto de la muerte. Lo asocian a algo que no existe, sin embargo sí perciben la ausencia de la persona fallecida. Viven el duelo y lo manifiestan a través de rabietas y conductas de protesta.

De 3 a 5 años ven la muerte como algo temporal y reversible, semejante al sueño. Prolongan la relación mediante rezos y cartas. Son frecuentes las preguntas como: “¿Nos puede oír?”, “¿Cómo puede respirar debajo de la tierra?”, etc.

De 5 a 8 años interpretan la muerte como un castigo. La reconocen como algo irreversible, pero no universal, que no afecta a todos. Surgen también a esta edad, preguntas que pueden parecer morbosas (“¿Cuánta sangre le ha salido?”).

A partir de los 8 ó 9 años ya conciben la muerte como algo irreversible y universal. Aunque la viven como un hecho lejano a ellos.

¿Qué no debo decirle?

Con la idea de proteger al niño de la impresión de la muerte muchos padres recurren a metáforas para explicarla (“Papá está durmiendo”, “El abuelo ha emprendido un hermoso viaje”…). Sin embrago los niños menores de 8 años piensan en términos literales, no en abstracciones. Emplear otras palabras distintas a muerte o morir, pueden confundirle. “Hay ciertas pautas a seguir, como por ejemplo no decirles que la persona fallecida se ha ido al cielo (ya que puede generar la intención de ir a buscarle), o decirle que el fallecido está dormido (puede entender que dormirse es peligroso y temer dormirse y no despertar jamás)”, asevera Verónica.

Es normal que te pregunte si él o tú vais a morir. En ese caso no conviene decirle que eso no ocurrirá: no podrías explicar por qué otros sí lo han hecho. Es preferible decir que esperas que eso suceda cuando seas un ancianito muy mayor: “Todos moriremos algún día, pero la mayoría de las personas viven hasta que son muy viejecitas. Cuando yo muera, tú ya serás un adulto y vivirás en tu casa con tus propios hijos.”
 

Divorcio

El divorcio de unos padres supone un cambio muy importante en la vida de los niños y la noticia siempre les va a afectar. Al responder a sus preguntas, debes estar preparado para repetir las cosas durante meses, pues los niños siempre tendrán la esperanza de que sus padres se vuelvan a unir.

¿Cómo hacerlo?

Según el Dr. Coleman, lo ideal es que los dos padres juntos informen de la situación a sus hijos, con el fin de evitar que escuchen dos versiones distintas de los hechos, lo que ayudará a mantener una sensación de confianza. Podremos decirles: “Durante un tiempo, mamá y papá no se han llevado muy bien. Hemos tratado de que nuestro matrimonio sea feliz, pero no lo somos, por eso hemos decidido dejar de vivir juntos”.
Siempre es mejor explicar las razones que los hijos conocen, que decirles algo sobre lo que no saben nada: “Nos has oído discutir muchas veces”, “Ya has visto que no nos lo pasamos bien juntos en las últimas vacaciones”.

 

Es importantísimo recordarle también que él no es la causa de la ruptura. La preocupación inmediata de los niños será la forma en que el divorcio afectará en su día a día, por lo que debes prepararte para explicarles cómo será su vida cotidiana.

¿Cuándo decírselo?

Hasta que la decisión no sea firme, es mejor no informarle de la ruptura. En el caso de que la intención sea separarse pero no divorciarse, no es mala idea informarle en el transcurso de la separación: “Vamos a vivir separados durante los próximos seis meses. Tú papá y yo te veremos todos los días. Al final de esos seis meses decidiremos si queremos seguir viviendo separados o no”.

¿Qué no debo decirle?

Es un error poner al niño entre ambos, así como culpar al ex cónyuge delante del pequeño. Evita también decirle que el divorcio es lo mejor, probablemente tu hijo no lo vea de esa manera. Simplemente trata de demostrarle que funcionará.
Se debe tener especial cuidado igualmente en no otorgar al niño roles que no le corresponden: “Mamá necesita que ahora seas el hombre de la casa”. No olvides que tú eres el adulto y él sigue siendo un niño.
 

Sexo

Responder las preguntas sobre sexo es quizás una de las responsabilidades que más incomodan a los padres. Estas preguntas se formulan cuando menos te lo esperas, pero lo más oportuno es responderlas de inmediato. El asunto no debe ser eludido, puesto que de todos modos los niños lo aprenderán de sus amigos mucho antes de que consideres que estén preparados, con el peligro de que lo que aprendan de sus compañeros seguramente será incorrecto. Ten en cuenta que resolver sus dudas a medida que crecen les ayudará a tener una educación sexual responsable.

¿Cómo decirlo?

Pelancha Gómez-Olazábal, educadora infantil, considera que “se debe comenzar preguntando al niño qué es exactamente lo que quiere saber y dependiendo de sus cuestiones responderles sinceramente y con naturalidad, empleando la terminología adecuada para denominar las partes del cuerpo. Alrededor de los 2 ó 3 años comienza el interés por los órganos genitales y descubren las diferencias entre los niños y las niñas. A partir de entonces, ya son capaces de entender y pronunciar las palabras correctamente. Los adultos empleamos eufemismos por pudor, pero a los niños sólo les confundirá. Utiliza un lenguaje sencillo, sin dar más información que la que necesita en cada etapa evolutiva: una información demasiado técnica, le llenará de dudas”

¿A qué edad?

Antes de lo que esperas tu hijo te preguntará: “¿Cómo se meten los bebés dentro de la barriga de las mamás?” Éste es el mejor momento para tener la “temida” charla con él, aprovéchalo. Aunque estás en un error si crees que va a ser la última. Pero si tu hijo detecta que contestas con evasivas y vergüenza, comprenderá que el sexo es algo malo y prohibido y preferirá no volver a hablar del tema otra vez contigo.

 

La mayoría de los niños menores de 5 años despejarán sus dudas con una sencilla explicación: “El bebé crece a partir de un óvulo, un pequeño huevo que está dentro de la tripa de mamá y cuando ya ha crecido suficiente y está listo para nacer, sale por un sitio llamado vagina”. Probablemente no será necesario explicarle el acto del coito. Cuando son tan pequeños no entienden bien el concepto aún; pero si insiste o a medida que vaya creciendo puedes darle más detalles: “Cuando un hombre y una mujer se quieren mucho les gusta abrazarse y estar muy cerca, de esta relación crecerá un bebé dentro de la mamá”.

Si quiere saber más, es buena idea proporcionarle libros adecuados a su edad con los que podrá entender, gracias a los dibujos e imágenes, de dónde vienen los bebés.

¿Qué no debo decirle?

Si le recriminas cuando hable de sexo delante de ti puede asociarlo a algo malo o vergonzoso y nunca más te preguntará. Si tu hijo te pregunta querrá decir que ha escuchado algo en el colegio, en la tele o en casa y merece respuestas precisas y sencillas, apropiadas a su capacidad de comprensión. No le des una clase magistral de biología, pero olvídate para siempre del cuento de la cigüeña.

 


Fuentes:

¿Cómo decirlo a los niños?, Dr. Paul Coleman.

Verónica Cinosi, Artículo: “Lo imposible de educar en el tema de la muerte” página web del Seminario del Campo Freudiano de Valencia, grupo de Investigación de Psicoanálisis y Pedagogía.

Pelancha Gómez-Olazabal, Escuela Infantil Jauja.

Fecha de actualización: 16-05-2020

Redacción: Lola García-Amado

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