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¿Cómo se desarrolla el cerebro del feto?

¿Cómo se desarrolla el cerebro del feto?

A partir de los 18 días, el cerebro comienza a desarrollarse, formando las células nerviosas que más adelante darán lugar a las neuronas. Durante este proceso, el feto produce más células neuronales de las que necesitará al nacer, muchas de las cuales morirán si no son estimuladas. Por eso, cantarle, hablarle y ponerle música es esencial para ayudarle a potenciar su inteligencia. También su correcto desarrollo depende de la nutrición de la madre durante el embarazo, así que presta atención a tu alimentación durante estos 9 meses, beneficiarás al cerebro de tu pequeño

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Indice

 

Primeras semanas del desarrollo del cerebro del bebé

El órgano más complejo de un bebé, el cerebro, empieza a desarrollarse a los 18 días de la concepción, a partir de un abultamiento en un extremo del tubo neural. A medida que las células nerviosas unen sus fuerzas, se forman pliegues y oquedades, y las diferentes partes del cerebro asumen las distintas funciones del prosencéfalo, mesencéfalo y cerebelo. En cuanto esto sucede, ya se puede decir que la estructuración básica del sistema nervioso fetal está en posición.

En la semana 13 se produce la diferenciación de los dos hemisferios, recubiertos por la corteza cerebral. 
 

Segundo trimestre de desarrollo

Aunque el sistema nervioso sigue siendo relativamente inmaduro, la base del mismo se desarrolla desde las 16-18 semanas. La primera actividad cerebral que se registra se produce a las 7 semanas, coincidiendo con los primeros movimientos fetales. Las ondas cerebrales se vuelven más regulares después de las 10 semanas. La primera distinción de los tipos de ondas cerebrales (que dependen de su longitud de onda) se produce a las 20 semanas.

Las neuronas del feto se multiplican a un ritmo de 250.000 por minuto. Estas células están conectadas a millones de axones (las prolongaciones neuronales que transmiten los impulsos nerviosos desde los cuerpos celulares) a modo de un entramado de cables en un circuito. Hacia la semana 25 la mayoría de los axones ha llegado a su destino, de modo que el entramado neural básico ya está en su lugar.

Durante el desarrollo, el cerebro produce el doble de células de lo que necesita el bebé. Billones de ellas están laxamente conectadas y necesitan ser estimuladas para establecer conexiones con otras. El exceso de células que no sea estimulado no se conectará y morirá. Se trata de un proceso natural que tiene lugar en torno al octavo mes, de modo que no hay que esperar a que nazca el bebé para empezar a estimular su capacidad mental potencial: cuantas más conexiones se produzcan en el útero, menos células nerviosas morirán.
 

Tercer trimestre de desarrollo

Alrededor de la semana 27 la superficie cerebral aumenta, pero sigue siendo lisa. Se produce un brote de crecimiento para aumentar el número de neuronas, desarrollar las dendritas (las proyecciones del cuerpo celular que reciben los impulsos de otras neuronas), aumentar las conexiones sinápticas (descargas químico-eléctricas que liberan neurotransmisores) entre las neuronas, y desarrollar las vainas grasas de mielina (una capa aislante que se forma alrededor de los nervios permitiendo la transmisión rápida y eficiente de impulsos a lo largo de las neuronas) que protegen los axones.

En la semana 30 de embarazo la superficie cerebral ya ha formado surcos y circunvoluciones poco profundas y se parece a una nuez. Estas ondulaciones aumentan espectacularmente la superficie del cerebro, de modo que caben y pueden conectarse más células.

Una semana después las neuronas superfluas comienzan a morir. Este proceso de muerte celular programado está ideado para conservar rutas neuronales de utilidad. Alcanza su máximo cuatro semanas antes del nacimiento. Las neuronas que mueren se consideran superfluas por no haber sido estimuladas adecuadamente.

Y en la semana 36, el sistema nervioso está completamente desarrollado y el cerebro posee ya un juego completo de 100 billones de neuronas.
 

Alimento para el cerebro del bebé

La nutrición de la madre es esencial para el correcto desarrollo y funcionamiento del cerebro. Los crucialmente importantes ácidos grasos esenciales deben venir necesariamente de la madre porque el feto es incapaz de fabricar los suyos propios. Si no tienes una cantidad suficiente, el feto los sustituirá por otros ácidos grasos, inferiores, que pueden ejercer un efecto a largo plazo sobre su cerebro y sistema nervioso.

El ácido fólico es una vitamina B que ayuda a prevenir los defectos de la médula espinal y el cerebro, llamados “defectos del tubo neural” (DTN), como por ejemplo la espina bífida o la anencefalia (ausencia de cerebro). Los DTN suceden en el primer mes de embarazo, por lo que un par de meses antes de quedarte embarazada deberías estar tomando 400 microgramos (mcg) de ácido fólico al día para reducir el riesgo de que tu bebé tenga DTN. Y una vez embarazada, se debe de aumentar esta cantidad hasta los 600 u 800 mcg.

Además, la colina y el yodo también son esenciales para el desarrollo cerebral. La primera –también una vitamina B- es necesaria para fabricar las membranas celulares y para la división celular; es empleada por las células nerviosas y, según estudios efectuados sobre animales, se asocia a los centros de memoria y aprendizaje del cerebro. Una dieta equilibrada suele proporcionar suficiente colina, aunque sus principales fuentes son los huevos, la carne roja, la soja, las lentejas, los garbanzos, el arroz o los cacahuetes. En cuanto al yodo, hay que señalar que el desarrollo del cerebro depende, entre otros, del suministro materno de la hormona tiroidea, en cuya síntesis interviene el yodo. De ahí la crucial importancia de este micronutriente esencial en el menú diario de toda embarazada. Una alimentación pobre en este mineral puede acarrear enfermedades tiroideas en las madres, y puede suponer asimismo el riesgo de que el bebé nazca con hipotiroidismo y causar lesiones cerebrales en el niño durante el embarazo y la lactancia.

Como las cantidades diarias requeridas son difíciles o imposibles de mantener, siempre que lo recomiende el médico debe suplementarse la dieta con productos farmacológicos.

Aparte de estos micronutrientes, el tejido cerebral también requiere grasa. De hecho, más del 60% del cerebro está compuesto de grasa, sobre todo de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (LCP). Como el bebé no es capaz de fabricar sus propios ácidos grasos, y necesita que sus suministros provengan de las reservas de su madre, la dieta de una embarazada debe contener: DHA (ácido docosahexaeonico), un ácido graso esencial omega 3 que supone el 10-15% del peso del córtex cerebral de un bebé y que se encuentra mayoritariamente en el salmón, el arenque o la anchoa; AA (ácido araquidónico), que se encuentra sobre todo en las semillas, como las pipas de girasol y de calabaza y en sus aceites, y cuya carencia puede favorecer una menor inteligencia y problemas como la dislexia.

Si tu dieta es pobre en LCP, tu bebé seguramente obtendrá el AA y DHA que necesita de tu cerebro, lo que explica la falta de concentración y memoria y la imprecisión que experimentan muchas mujeres embarazadas al final del embarazo.
 

Estimulación neuronal

Un bebé nace con la totalidad de las neuronas activas que tendrá jamás: no se desarrollará ninguna más. Además, el recién nacido dispone de dos a tres veces más neuronas de las que tendrá de adulto.

Hacia los ocho meses de gestación, la mitad de las neuronas degeneran y mueren: se trata de un proceso fisiológico normal. En algunos casos se debe a que ya han cumplido con su función y dejan de ser necesarias; en otros, a que son superfluas y no han sido suficientemente estimuladas para establecer conexiones.

A medida que se establecen sinapsis (conexiones) entre las neuronas, la estimulación de una determinada vía neuronal provoca la liberación de neurotransmisores. Este proceso asegura un mayor número de neuronas en el entramado del bebé, lo que definirá su potencial intelectual, de ahí la importancia de estimularle mientras está en el útero.

Tú bebé oye sonidos y ve luz. Debes hablarle, cantarle, ponerle música… Puedes grabar tu voz y la de tu pareja en una cinta y ponérsela a tu niño a partir de la semana 20 de gestación. Registra en ella frases alegres, positivas y cariñosas. También puedes ponerle música clásica. Coloca los audífonos del reproductor en la parte baja de cada lado del abdomen, al nivel de la línea del bikini. El volumen debe ser el mismo que pondríais para escucharlo tú.
 

Estudios sobre el desarrollo del cerebro

Recientes estudios llevados a cabo por un equipo científico de neurociencia han llegado a la conclusión de que el patrimonio genético de la madre influye directamente durante el embarazo en el desarrollo normal del feto, y en particular del cerebro.

Durante la concepción de un niño, el padre y la madre transmiten cada uno una parte de su patrimonio genético. Pero este equipo científico ha descubierto una influencia de la progenitora sobre el feto independientemente de los genes que haya adquirido de sus padres. Así, los investigadores han establecido el papel crucial de la serotonina materna -que depende de sus propios genes- en el desarrollo fetal, en particular del cerebro, pero también del corazón y del tubo digestivo.

La serotonina, una sustancia que actúa principalmente como neurotransmisor, está implicada en distintos procesos: regulación del ciclo sueño/vigilia, control de la temperatura corporal, de la presión arterial, de la toma de alimentos y del comportamiento sexual o maternal. El equipo de Mallet y Francine Coté, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia, acaba de demostrar que, en los primeros estadios embrionarios, esta sustancia proviene de la madre.

Para probarlo, recurrieron a ratas genéticamente modificadas, a algunas de las cuales se privó del gen tph1, que genera el 95% de la serotonina que circula por la sangre. Posteriormente efectuaron cruces genéticos para la reproducción de los animales. El resultado fue que sólo dominaba un elemento: el nivel sanguíneo de serotonina de la madre. Si éste era bajo, los recién nacidos presentaban anomalías en su arquitectura cerebral, fuera cual fuera su propia capacidad de producción de esta sustancia. Además, su tamaño era entre un 15 y un 30% inferior al de aquellos nacidos de madres con niveles normales de serotonina.

Este descubrimiento puede ayudar a comprender el autismo, los problemas de desarrollo o el síndrome del intestino irritable; pero aún hace falta seguir indagando en ello.

Otro estudio afirma que el aire contaminado puede perjudicar el desarrollo del cerebro de los niños durante el embarazo y la infancia, pudiendo padecer problemas de aprendizaje y de memoria, si bien es cierto que por el momento se ignora cuáles son los contaminantes que intervienen y en qué medida, así como los mecanismos biológicos que toman parte en el proceso.

Este estudio ha sido llevado a cabo en tres ciudades (México DF, Nueva York y Boston), en las que se estudió el desarrollo de 73 niños con una media de 9 años de edad y con unas condiciones socioeconómicas similares. Gracias a él descubrieron que el desarrollo cognitivo de más de la mitad de los pequeños (57%) que residían en la contaminada México DF estaba por debajo de lo esperado en los niños de su edad, algo que apenas ocurría en la limpia Polotitlán (sólo el 7% de niños se vio afectado).

Esta investigación se realizará también en España, donde 750 niños de cuatro años residentes en Sabadell serán estudiados por científicos del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL).

 

 


Fuente:

Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS)

Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL)

 

Fecha de actualización: 09-02-2021

Redacción: Irene García

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