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El abeto presumido

Enviado por jazaks

El abeto presumido

Erase una vez un invernadero donde vendían todo tipo de plantas y árboles. Frente a la tienda había un terrenito donde crecían felices los abetos destinados a la época que estaba próxima \"la Navidad\".

Todos los abetos estaban alegres y nerviosos esperando ser comprados para adornar los salones y albergar todos esos regalos que hacían felices a los niños. Pero había uno:  más hermoso y alto que los demás que presumía de su frondosidad y alardeaba de su perfección. Este abeto se esforzaba mucho en crecer y crecer estirándose hacia el cielo lo más que podía. Siempre hacía comentarios despreciando a sus  compañeros menos agraciados y estaba muy seguro de que sería comprado en primer lugar. Su ego crecía día tras día escuchando a los clientes comentar su belleza y miraba a los demás por encima del hombro.

     Pero llegó la Navidad y uno tras otro fueron desapareciendo los pequeños abetos felices diciendo adios a sus amigos, los iban transplantando a una maceta y cargados en el camión del reparto. Sien embargo, el gran abeto presumido seguía allí. El pensaba que aun no había llegado el cliente especial destinado a comprarlo. A los pocos días ya no quedaban abetos a su alrededor y ni siquiera se había dignado a despedirse de ellos. Empezó a hecharlos de menos y la soledad le hizo darse cuenta de lo mal que se había portado y de lo estúpido que había sido al pensar que sería vendido el primero. El dueño del invernadero comentó a un cliente que este abeto era demasiado grande para trasplantar a una maceta y ocuparía demasiado sitio en un saloncito de una casita del pueblo.  El abeto lloró y lloró todas las noches arrepentido pensando que nunca conocería una Navidad con una familia. 

     Una mañana comenzaron a cavar para sacarlo y llevarlo al monte a plantarlo, cuando llegó a la tienda un grupo de niños de uniforme de colegio. Su profesora preguntó al dueño por los abetos y éste le dijo que habían sido vendidos todos.

-"¡Todos menos uno!."

dijo una pequeña señalando con el dedo al camión de reparto. Todos corrieron para admirar al triste abeto y la profesora asintió satisfecha con la cabeza. Los niños gritaron de entusiasmo y el gran abeto fue llevado al patio del colegio. Allí en un hermoso jardín central fue plantado cuidadosamente para permanecer por toda una vida.

     Y esa Navidad que empezó tan triste para él, fue la primera y más maravillosa. La estrella  brilló en lo más alto de sus ramas y las luces brillaron junto a las bolitas y cintas doradas. Los niños bailaron, cantaron y jugaron a su alrededor día trás día para la felicidad del arbolito que no olvidó nunca una promesa:  ser más humilde ,valorar a cada uno de sus amigos y esforzarse por ser hermoso también por dentro.

     FIN

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