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Primeros Auxilios, ¿qué hacer en caso de accidente?

Primeros Auxilios, ¿qué hacer en caso de accidente?

Los niños pequeños –y no tan pequeños- se caen continuamente, se hacen mil rasguños mientras juegan, se tuercen el tobillo mientras corren a por la pelota… Por eso, mientras se espera a que llegue la ayuda médica, los padres deben estar preparados para afrontar todos estos accidentes caseros. Un curso básico de primeros auxilios nunca está de más

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Indice

 

Heridas

Una herida es una discontinuidad de un tejido (generalmente de la piel) producida por la acción de distintos agentes mecánicos. Según la extensión y la profundidad será más o menos grave.

Ante cualquier tipo de herida, lo primero, con las manos bien limpias, es controlar la hemorragia. Para ello, se debe colocar un apósito limpio sobre la herida y presionar hasta que cese de sangrar. No se debe usar algodón, pues se puede quedar pegado. Una vez que deja de sangrar, se lava la herida con agua y jabón o con agua oxigenada. Si la herida no es extensa, se deja al aire. Si los bordes de la herida están muy separados, habrá que acudir al médico para que la cosa; a veces es suficiente con aplicar puntos de sutura caseros.

Siempre que la herida sea profunda (más de 4 cm), la hemorragia no cese o haya cuerpos extraños en la herida, se debe acudir a Urgencias.

Si la víctima presenta cuerpos extraños en la herida (como cristales, piedras o astillas), hay que intentar extraerlos con unas pinzas de depilar -siempre que sean pequeños- tirando en el mismo sentido por el que entró. Si no se puede sacar, se cubre la herida con una gasa y se acude a un centro médico. Si se logra extraer, se debe desinfectar la herida con un antiséptico y cubrirla con un apósito limpio.

Si la lesión es más grave y hay algún objeto empalado (en el ojo, la cara o cualquier otra parte del cuerpo), nunca se debe extraer, ya que puede estar afectando a algún órgano, se debe intentar solamente que no se mueva de su sitio y acudir rápidamente al médico. 
 

Hemorragia

Es la pérdida de sangre causada por la rotura de un vaso sanguíneo. Será más o menos grave según la cantidad de sangre que se pierda.

En este caso, se debe tumbar al herido en el suelo, cubrir la herida responsable (si la hemorragia es externa) con un apósito limpio y presionar fuertemente durante 10 minutos. Después, elevar la zona por encima del corazón y colocar un vendaje compresivo (sin apretar en exceso). Si la gasa se empapa de sangre, colocar otra. Si a pesar de todo continúa sangrando, comprimir la arteria correspondiente lo más cerca posible del corazón y acudir a un centro de urgencias.

Si la ayuda médica tarda, la hemorragia no cesa y es muy abundante, puede ser necesario realizar un torniquete. El torniquete ha de aplicarse entre la herida y el corazón. No debe emplearse, a ser posible, cuerda, alambre u otros objetos finos que puedan "cortar" al comprimir; lo usual es utilizar un pañuelo triangular plegado o algo similar con suficiente anchura (5 cm aproximadamente). Hay que colocar el torniquete a unos centímetros de la herida. Anudar la tela con un lazo y colocar un palo en su interior. Girar el palo hasta que deje de sangrar. Marcar la hora a la que se instaló el torniquete y aflojarlo cada 25 minutos. Al ir cesando la hemorragia, aflojar poco a poco. Nunca quitarlo, salvo en presencia de un médico.

Un tipo de hemorragia muy común en los niños es la epistaxis (hemorragia nasal). En este caso, se debe poner al herido sentado ligeramente hacia delante para que de este modo la sangre caiga al suelo, ya que si cae hacia el estómago se forman coágulos que producen vómitos sanguinolentos. Comprimir el ala de la nariz sangrante durante 4-5 minutos. Si persiste la hemorragia, se puede realizar un taponamiento mediante una gasa humedecida, formando pliegues que introduciremos en la fosa nasal. Si aún así no para, acudir a un centro médico.

Pero la hemorragia puede ser interna en lugar de externa. Si así fuera, la sangre se derrama en el interior del organismo y no tenemos la posibilidad de verla. Normalmente, su causa es un golpe o traumatismo o una enfermedad grave. Sus síntomas son pulso débil, extremidades frías, respiración entrecortada... En este caso, se debe colocar al herido tumbado con las piernas elevadas, controlando su respiración y pulso y cubrirlo con una manta. Si está consciente colocarlo de lado, con una almohada bajo la cabeza. Si no, llevar a cabo las maniobras de reanimación.

Si la hemorragia es muy grave puede dar lugar a un shock hipovolémico.
 

Esguinces y torceduras

Es el estiramiento o desgarro del ligamento que une los huesos de una articulación, normalmente se producen en el tobillo o la muñeca.

Durante las 72 horas siguientes se debe mantener reposo absoluto y no mover la zona. Se debe aplicar frío para aliviar la tumefacción y disminuir el dolor (unos 20 minutos unas 3-4 horas al día). Además, comprimir la zona con un vendaje y elevar el pie por encima del corazón. Si duele mucho, se puede administrar un analgésico.
 

Fractura de huesos

Una fractura es la rotura de un hueso en uno o más trozos. Los síntomas principales para saber si realmente el hueso se ha partido o no son: chasquido al producirse la rotura, dolor intenso, deformidad en la zona afectada (a veces incluso se ve cómo el hueso sobresale), hinchazón, color amoratado.

Si la rotura se ha producido en las extremidades superiores o inferiores, lo primero que hay que comprobar es si también presenta una herida abierta. Si así fuera, se debe limpiar la herida con agua y jabón y colocar una gasa o apósito limpio. Después, hay que inmovilizar la parte afectada entablillándola. Si se nota la zona deformada, no hay que vendar, ni intentar recolocar el hueso.

Para inmovilizar la zona se deben usar aquellos elementos que se tenga a mano, como  tablas, revistas, periódicos, palos de escoba, toallas enrolladas, cartón, etc. Primero se colocará una gasa o pañuelo limpio entre la piel y la tablilla. Seguidamente se inmovilizará la parte afectada amarrando la tablilla por los extremos, sujetando al miembro afectado. Se debe tener especial cuidado en no apretar demasiado ni usar alambres para sujetarlo. Si la fractura se ha producido en la columna vertebral o el cuello, lo mejor es no mover al paciente, pero si fuera totalmente imprescindible, hacerlo entre varias personas sobre una superficie que asemeje a una camilla. Para saber si se ha roto la columna, hay que verificar si la zona está hinchada, si no puede mover los brazos ni las piernas, siente hormigueo, disminución o pérdida de la sensibilidad en manos o pies y respira con dificultad.

Una vez comprobado, hay que actuar con calma. Colocar a la víctima boca arriba, evitando movimientos bruscos de cabeza y cuello. Después, poner cuidadosamente la cabeza alineada con el cuello y aplicar tracción (hacia arriba y sostenida) colocando las manos alrededor de la mandíbula, mientras otro la sostiene de los pies. Esta medida impide que el cuello se doble y que los bordes de los huesos fracturados rompan la médula.

Luego, utilizando cuello ortopédico o enrollando un periódico o revista alrededor del cuello, reducir al máximo el movimiento de la cabeza y de la columna. Una vez realizado esto, se coloca una camilla dura o una tabla larga a la espalda y se acuesta a la víctima. Las manos se colocan debajo de la pretina del pantalón o aseguradas sobre el tórax.
 

Quemaduras

Son lesiones locales producidas por el calor en cualquiera de sus formas. La piel se destruye y se daña. Si es una quemadura leve, se recomienda colocar la zona afectada bajo un chorro de agua fría durante 10 minutos para calmar el dolor, cubrir con un apósito estéril para evitar su infección y no aplicar ninguna pomada ni ungüento, dejando que se cure sola. Si aparecen ampollas, nunca hay que pincharlas.

Si es grave, de las denominadas de tercer grado, no se debe retirar la ropa ni aplicar antisépticos, pomadas o cremas y, por supuesto, nunca pinchar las ampollas. Hay que colocar un apósito limpio para que no se infecte y acudir a Urgencias. Este tipo de quemaduras se caracteriza por la aparición de una escara de color negruzco con destrucción de los tejidos y formación de una costra, produciendo una necrosis que es la muerte del tejido. En ellas la piel se daña profundamente y puede afectar también a los músculos, huesos, nervios y vasos sanguíneos.
 

Posición lateral de seguridad

La posición lateral de seguridad o de recuperación se usa en caso de que el paciente se halle inconsciente con presencia de respiración y pulso. Suele ser necesaria tras un grave accidente.
 
Para llevarla a cabo, se debe colocar a la persona tumbada boca arriba en una superficie dura. Flexionar el brazo del lado interno para formar un ángulo recto con su cuerpo. Con la pierna del lado interno recta, flexionar la pierna del lado externo, hasta formar un ángulo con el cuerpo. Luego, girar el cuerpo hasta que quede de lado. Por último, colocar el dorso de la mano del lado externo, bajo la mejilla.
 

Masaje cardiaco externo

La reanimación cardiopulmonar es la técnica mediante la cual se realizan compresiones torácicas externas con el propósito de expulsar la sangre del corazón y movilizarla hacia los diferentes tejidos. Previamente se debe verificar si existe la necesidad de masaje cardiaco o no (porque puede que se haya iniciado solamente como paro respiratorio y aún tenga latidos cardiacos); esta evaluación se hace tomando el pulso en la arteria carótida y si no hay latidos, hay que iniciar la reanimación cardiaca.
 
En lactantes el masaje se aplicará con dos de nuestros dedos a una distancia correspondiente a un dedo bajo la línea intermamilar, al menos 100 veces por minuto, coordinado con maniobras de ventilación en una razón 5:1.

En niños entre 1 y 8 años el masaje se aplicará con la palma de una sola mano, a una distancia de dos dedos del borde inferior del esternón (mismo punto de masaje que en el adulto), aproximadamente 100 veces por minuto, coordinándolo con las maniobras de ventilación en una razón 5:1.

En adultos, la presión del tórax se hace con las dos manos, en forma recta y enérgica. Para localizar el punto del masaje, el reanimador seguirá con sus dedos el reborde costal del paciente hasta su unión con el esternón. Con el dedo medio en ese punto, se coloca el dedo índice a su lado. A continuación de los dedos se apoya el talón de la otra mano sobre el esternón (a nivel del tercio inferior del mismo). Sin variar la posición de la mano, colocar el talón de la otra encima y entrelazar los dedos de ambas manos, cuidando que siempre queden ubicadas en el tercio inferior del esternón, en la línea media. Presionar el esternón hasta descenderlo aproximadamente 4-5 centímetros. A continuación se deja de presionar permitiendo que el tórax se eleve sin perder contacto con el área de masaje, repitiéndose a una velocidad de al menos 80 compresiones por minuto. En situaciones de parada cardiorespiratoria, deberán realizarse secuencias de ventilación-compresión a una relación de 2-15 respectivamente si hay sólo un reanimador y de 1-5 respectivamente si hay dos reanimadores.
 

Respiración boca a boca

Boca a boca-nariz: Colocar al lactante sobre una superficie dura de espaldas. Traccionar su mandíbula hacia arriba con una mano y con la otra inclinar ligeramente la frente hacia atrás. Colocar la boca encima de la boca y nariz del lactante e insuflar sólo dos bocanadas de aire (de 1-1,5 segundos) con una frecuencia de 10 por minuto.
 
Boca a boca: Primero hay que asegurar que las vías respiratorias estén libres. En caso contrario, retirar con los dedos cualquier cuerpo extraño que se encuentre en ellas. Posteriormente, colocar al accidentado en posición horizontal y luego inclinar al máximo la cabeza del paciente hacia atrás, colocando una mano sobre la frente y la otra bajo la nuca.

Con la mano que está sobre la frente, cerrar las fosas nasales del accidentado cuidando que la posición se mantenga. Si no es posible, volver a poner la mano sobre la frente y mantener esta posición, ya que es vital que el aire llegue a los pulmones.

A continuación, poner la boca sobre la del paciente, procurando que ambas se ajusten perfectamente. Se debe evitar que el aire escape por la nariz, ya sea cerrándola con los dedos o apoyando la mejilla contra ella. Luego hay que soplar hasta que el tórax se expanda, para posteriormente retirar la boca y dejar que el aire salga. En ese momento, realizar dos respiraciones profundas y seguidas (así se logra dejar una mayor concentración de oxígeno en tus pulmones) reteniendo el aire en la segunda, para insuflarlo enseguida al paciente. Repetir esta operación cuantas veces sea necesario, hasta lograr que el paciente recobre su ritmo e intensidad normal de respiración.

 


Fuente: 

VV.AA. (2011), Guía práctica de primeros auxilios para niños, S.A. Bainet Media.

Fecha de actualización: 22-09-2022

Redacción: Irene García

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