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Vida y dolor

Enviado por Aquarius

Vida y dolor

Érase una vez que

... los ojos de mi madre acumulan tiempo. Dolor. Y belleza. El amor hacia unos hijos ingratos con su trato. Ese, de largas tardes de sol.

El mismo que revoca la inoperancia de un absoluto reconocimiento. El de un cuerpo repleto de llagas de sudor. El de un esfuerzo sobrehumano por dar, alimento y cobijo, al futuro de aquello que fue vientre hinchado. Inflado por una parte de los juegos prohibidos de la juventud. Los de unos años pecaminosos en amores frustrados. Lastrados por la falta de juicio a la hora de escoger, valorar la humanidad del espíritu entrante. Tan vil, que todavía hoy, el lloro de la maldad salpica la esperanza. La vaga esperanza del peor de los finales.

El triste deseo de todo aquello que fue inmensa infelicidad. Tanta, que su recuerdo malogra las buenas virtudes del presente. Esas, que hablan de hijos prósperos y madres olvidadas. Prisioneras de un olvido, en el cual, el rencor es una mera tristeza mal tallada. Mal dibujaba. Su sombra es esa parte del pasado que exhorta lo que pudo ser y, lo que, en realidad es: un ejemplo a continuar.

El sendero de una verdad que engloba los éxitos de su descendencia. Siempre ruines con el logro de lo proporcionado. Con todo aquello que durante años fue renuncia. Hambre. Y condescendía. La que desvía la mirada en los pasos del camino. Gastados éstos, por las arrugas de un tiempo partidario de una muerte advertida. La que retoma lo vivido en alas de lo sufrido. Eso que se escribe en piedra con falsa letra de buenos propósitos. Los que, desde allí, nadie ve. Únicamente certifica el intenso dolor de unos viejos huesos encallecidos. 

FIN

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