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Preadolescencia y alcohol, riesgos y consejos

Preadolescencia y alcohol, riesgos y consejos

El alcohol es uno de los males más extendidos entre la población adolescente. A estas edades es especialmente peligroso porque están adaptándose a su nueva situación social y tanto su inteligencia emocional como su personalidad aún se están desarrollando. Según revela un estudio en el que participa la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Santiago de Compostela, el inicio del consumo de alcohol entre los once y los trece años se relaciona con un mayor riesgo de sufrir alteraciones psicológicas en el futuro.

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Indice

 

Impacto del alcohol en los adolescentes

El estudio, realizado sobre una muestra de 3.696 estudiantes universitarios de dieciocho años, reveló que empezar a beber alcohol a una edad temprana se asocia concretamente con un aumento de los síntomas psicopatológicos –indicios que apuntan a la posibilidad de padecer una alteración psicológica en el futuro. Además, como síntomas frecuentes se observó malestar corporal, hostilidad y agresividad. Los científicos tuvieron en cuenta nueve dominios psicopatológicos: ansiedad, depresión, obsesión-compulsión, fobia, hostilidad, ideación paranoide, sensibilidad interpersonal, psicoticismo y somatización. De ellas extrajeron a modo de conclusión que la presencia de estos indicios no significa necesariamente la existencia de un trastorno clínico, pero sí tener cierta susceptibilidad a padecerlo.

Lo que sí ha determinado el estudio es que empezar a beber alcohol entre los once y los trece años aumenta el riesgo de experimentar síntomas de malestar en comparación con aquellos cuyo inicio se sitúa a partir de los dieciséis años. El síntoma más frecuente registrado por los adolescentes fue la somatización, que implica experimentar sensaciones de malestar corporal relacionadas, sobre todo, con dolores musculares, alteraciones respiratorias y gastrointestinales. Otros síntomas comunes fueron la hostilidad y la agresividad, lo que conlleva una mayor propensión a manifestar ideas o comportamientos violentos hacia otros o hacia sí mismos.

Entre ambos géneros hay consecuencias diferentes, ya que mientras las mujeres mostraron signos de ansiedad y depresión, los hombres tendían más hacia cierto grado de psicoticismo.

Otro estudio del Centro de Tecnología Biomédica CTB (Madrid) y la Universidad de Minho (Portugal) estuvo investigando si existen alteraciones funcionales en el cerebro de jóvenes bebedores después de dos años de seguimiento. Los científicos, que el año pasado comprobaron cómo las borracheras ocasionales alteran los circuitos cerebrales de los adolescentes, han ido un paso más allá al analizar, con magnetoencefalografías (MEG), cómo ha evolucionado la conectividad cerebral en adolescentes en función de si son bebedores o no. Para realizarlo, evaluaron a 39 estudiantes, 22 no consumidores u ocasionales y 17 que practicaban consumo intensivo de alcohol (beber grandes cantidades en poco tiempo), durante un periodo de seguimiento de dos años. Así descubrieron que existe una disposición funcional diferente en diversos circuitos cerebrales según qué tipo de consumidores eran –o si no lo eran. Cuando bebemos, los circuitos implicados forman parte de la denominada red neuronal por defecto, compuesta por regiones cerebrales activas cuando la mente está en reposo. El precúneo, el cíngulo anterior y posterior, el córtex medio prefrontal y córtex inferior parietal son algunas de las zonas que muestran alteraciones en los cerebros de jóvenes cuyo patrón de consumo se mantuvo durante estos dos años.

Nos sobran motivos para hacerles entender que el consumo de alcohol es perjudicial y se incrementa aún más en la adolescencia. Aun así, los jóvenes se expresan mediante la rebeldía del momento y no comprenden que cada acción tiene una consecuencia a corto y sobre todo a largo plazo. Por eso desde casa debemos ayudarles a comprender por qué no es un acto de rebeldía o madurez sino una estupidez.  La edad indicada para empezar a hablarles del alcohol es desde siempre, pero potenciarlo a partir de los 11 años que será cuando empiecen a tener curiosidad por estas sustancias.

 

Comunicarse con un adolescente

Aprovecha las circunstancias cotidianas para hablar sobre alcohol o drogas: ya sea noticias de la televisión o consumo de alcohol, tabaco o drogas… Si les empiezas a hablar del tema porque sí, probablemente no querrán escucharte, porque lo interpretarán como ‘una queja o una charla’. Tienes que ofrecer una respuesta a sus preguntas. Evitar que la busquen en otras fuentes no seguras (amigos o internet). Para ello deben estar informados: conocer las sustancias y sus consecuencias. Nunca olvides que el mensaje debe ir siempre en positivo y lo mejor es que recalques las ventajas de no consumir, en lugar de convertirlo en pecado.

Reforzar las conductas positivas y reprochar las negativas, pero sin descalificaciones personales. Darles autonomía y responsabilidad poco a poco y enseñarles la valiosa lección de saber decir ‘no’. Promover la filosofía de resistir la presión de amigos. Que sepan decir “no” cuando el grupo de amigos le ofrece consumir. No dejarse llevar por lo que hagan los demás. Que hagan lo que más les convenga.

 

Aprender a escuchar a un adolescente

Tus hijos compartirán sus experiencias contigo si demuestras estar escuchando atentamente y con cariño. Pon en sus propias palabras los comentarios de su hijo, para hacerle ver que le has entendido. Cuando tu hijo te hable, observa atento el lenguaje de su cuerpo. Brinda apoyo y estímulo no verbal. Utiliza el tono de voz adecuado a la respuesta que estás dando. Emplea frases alentadoras que demuestren interés y mantengan viva la conversación.

 

Fomentar la autoestima y la inteligencia emocional

Un niño al que sus padres le aportan amor y seguridad tendrá una autoestima de hierro y no tendrá problemas en rechazar el alcohol si se lo ofrecen. La mayoría de los adolescentes que consumen sólo están intentando hacerse un hueco en la sociedad y que sus iguales le tengan respeto. Si tiene una autoestima firme puede que sea más fácil ir contra la norma. Es importante que tus hijos desarrollen valores sólidos para poder reafirmarse en sus opiniones. Estimúlales a salir de vez en cuando de su universo individual. Promueve el hábito de hablar y pensar sobre uno mismo y sobre el entorno cuando las cosas van bien… O no tan bien.

 

Ser un buen ejemplo

Los hábitos y actitudes que tenga respecto al consumo del alcohol y las demás drogas influirán inevitablemente en las ideas que tus hijos desarrollen en relación a este consumo. Por lo mismo que un niño de padres fumadores está más expuesto a serlo, con el alcohol ocurre exactamente igual.

 

Enseñar a tener un pensamiento crítico, a saber decir que no

Jamás les digas qué tienen que creer o qué pensar, pero diles que es importante que busquen su propia voz interior y saquen sus propias conclusiones. Que investiguen y aprendan a decir que no a decisiones que no les van a hacer ningún bien. Que sean capaces de considerar las ventajas e inconvenientes de cada opción.

Aun así, por mucho que sigas todas las pautas, tu hijo puede no hacerte caso y consumir alcohol. Y ante eso, podrás castigarle, reñirle, privarle de lo que más les gusta… Pero hasta que no sufra o se dé cuenta del daño que se está haciendo, no entenderá las consecuencias de sus actos. Hasta que no toque el fuego no se dará cuenta de que quema. ¡Ánimo!


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