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Abuso de los antibióticos en España

Abuso de los antibióticos en España

La resistencia a los antibióticos en España se sitúa por encima de la media europea. La aparición de resistencias es una consecuencia inevitable del uso continuo de antibióticos, ya que las bacterias evolucionan y mutan de manera natural, adquiriendo resistencia a los antibióticos destinados a combatirlas. Dentro de éstas, las infecciones de piel y tejidos blandos por Staphylococcus aureus resistente a meticilina (SARM), que pueden convertirse en infecciones graves, han incrementado su frecuencia en el hospital.

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¿Qué es la resistencia a antibióticos?

Al menos 33.000 personas mueren al año en Europa directamente por infecciones de bacterias resistentes a antibióticos, 3.000 en España. Pero estos datos pueden estar infravalorados al no incluir las complicaciones que producen estas infecciones. Las estimaciones elevan hasta 10 millones las muertes para el año 2050, superando al cáncer como causa de muerte.

En la mayoría de los estados de la Unión Europea, la resistencia a los antimicrobianos es alta o está aumentando, en particular para bacterias habituales como Staphylococcus aureus, entre otras. La mayor parte de las infecciones de piel y tejidos blandos están producidas por Staphylococcus aureus y estreptococos β-hemolíticos. El uso de antibióticos, fundamentalmente betalactámicos, es la base para el tratamiento de estas infecciones, pero la resistencia de Staphylococcus aureus a meticilina se ha convertido en una epidemia hoy en día.
 

Síntomas de la resistencia de Staphylococcus aureus a meticilina (SARM)

El Staphylococcus aureus resistente a meticilina (SARM) es una causa importante de infecciones resistentes a los antimicrobianos asociadas a la asistencia sanitaria en todo el mundo, ya que la infección se puede producir durante procesos de cirugía invasiva o de ventilación asistida, entre otros. Ha aumentado rápidamente en las últimas cuatro décadas y es un problema creciente, que ya afecta a 150.000 pacientes al año en Europa y conlleva un coste adicional de la hospitalización asociado al tratamiento de estos pacientes de 380 millones de euros. En el caso de España, la resistencia de SARM no ha variado mucho a lo largo de los últimos 12 años, pero se sitúa por encima de la media europea, con valores de resistencia del 23,3% al 26,6% según la Red Europea de Vigilancia de Resistencia a Antimicrobianos (EARS-net).

Una vez que el estafilococo entra en el cuerpo, puede propagarse a los huesos, las articulaciones, la sangre o cualquier órgano, como los pulmones, el corazón o el cerebro. Las infecciones graves por estafilococos son más comunes en personas con un sistema inmunitario debilitado: pacientes hospitalizados durante mucho tiempo, en hemodiálisis, en tratamiento para el cáncer, o que se hayan sometido a cirugía el año anterior.

Las infecciones por SARM también se pueden producir en personas sanas que no hayan estado recientemente en el hospital. La mayoría de estas infecciones por SARM son en la piel o menos comúnmente infecciones pulmonares.

Un signo de una infección cutánea por estafilococos es un área de piel roja, hinchada y dolorida, que además puede presentar secreción de pus u otros líquidos. Las infecciones por SARM en los pacientes que se encuentran en centros médicos tienden a ser graves. Estas infecciones por estafilococos pueden darse en el torrente sanguíneo, el corazón, los pulmones u otros órganos, la orina o en el área de una cirugía reciente. El pronóstico de una persona depende de la gravedad de la infección y de su estado general de salud. La neumonía y las infecciones de la sangre relacionadas con SARM están asociadas con tasas de mortalidad altas.
 

¿Cómo se puede solucionar este problema?

Las bacterias que se han hecho resistentes a los antibióticos también son conocidas como ‘superbacterias’ y la principal causa de aparición de esta problema ha sido el abuso, durante años, de los antibióticos. El uso exagerado no se ha limitado a la salud humana sino también a nivel animal y medioambiental.

Ante la situación actual, hay una necesidad crucial de nuevos antibióticos para combatir la propagación de la resistencia antimicrobiana. Pero los retos del descubrimiento de fármacos, el alto coste y las dificultades para llevar a cabo ensayos clínicos han hecho que algunas compañías farmacéuticas reduzcan su inversión en el desarrollo de nuevos antibacterianos.

Mientras, lo que debemos hacer es usar los antibióticos con cabeza. Estos nunca deben ser usados para tratar virus, ya que no son efectivos y pueden aumentar estas resistencias. Además, deben emplearse en la dosis indicada por el profesional de medicina y durante el tiempo marcado por él.

Si dejamos de tomar un antibiótico antes de tiempo porque nos encontramos mejor, la bacteria causante de la infección no es eliminada del todo y se seleccionan los microorganismos que han sobrevivido al fármaco. Estos proliferan y transmiten ese mecanismo de resistencia al medicamento no sólo a sus congéneres sino incluso a bacterias de otras especies y géneros.

Otra opción es usar ciertos virus que podrían ser una alternativa a los antibióticos. Los fagos o bacteriofagos son unos virus que infectan bacterias y causan su muerte. Estos virus se pueden tomar del medio ambiente para matar aquellas bacterias que nos interese a nivel clínico, ya que un solo fago podría reconocer distintas cepas malignas y un cóctel de fagos distintos sería capaz de tener distintas dianas a la hora de tratar una infección resistente. A diferencia de los antimicrobianos, “los fagos coevolucionan y se adaptan a las mutaciones de las bacterias”. El problema es que, por el momento, su uso solo está aprobado cuando no hay más remedio y el paciente se muere.

El reposicionamiento o usar fármacos con otra función que tengan actividad microbiana, como algunos antipsicóticos o anticancerígenos, si no son tóxicos en pacientes, es otra vía para disminuir el impacto de las ‘superbacterias’.


Fuentes:

OMS

Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC)

Asociación Española de Medicamentos y Productos Sanitarios

Fecha de actualización: 25-03-2022

Redacción: Irene García

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