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Cómo cambia el cuerpo durante el embarazo

Cómo cambia el cuerpo durante el embarazo

El embarazo es uno de los momentos de la vida de una mujer en el que su cuerpo soporta los cambios más drásticos. Sin duda, las transformaciones más evidentes son las que se producen en barriga y pecho, pero existen otras menos visibles, aunque igual de importantes para el proceso de la gestación y el parto.

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Índice

En el transcurso de los nueve meses que dura un embarazo, el cuerpo evoluciona día a día para gestar al feto en desarrollo y prepararse para el parto. Para ello los diferentes órganos implicados deberán adaptarse a esta nueva situación.


El útero

Desde el momento en el que el blastocisto se implanta en el endometrio el útero, que en estado normal mide entre 7 y 9 cm de longitud, comienza a transformarse. Los vasos sanguíneos penetran en el endometrio para iniciar su función: permitir el intercambio de nutrientes entre el feto y la futura madre.

Los cambios no son visibles externamente hasta pasadas unas semanas. En algunas mujeres se notará antes la incipiente barriga y en otras tardará más meses en asomar, pero en cualquiera de los casos, el útero no deja de expandirse cada día a medida que lo hace el bebé. Es un músculo elástico que logra dilatarse y multiplicar su tamaño más de 20 veces para alojar a un bebé (o más) y después volver a su forma original.

A las 8 semanas de embarazo ya presenta el tamaño de una naranja mediana.

A las 12 supera la pelvis y llega al abdomen. En este momento, en algunas mujeres, puede llegar a intuirse ligeramente y palparse en la zona inferior.

En la semana 20 ya es visible perfectamente desde el exterior. La barriga es prominente y alcanza la altura del ombligo. La línea alba, una línea oscura en la piel que va del ombligo al pubis, empieza a aparecer.

A partir de la 37ª semana el seno uterino comienza a descender, más o menos por debajo de la zona del apéndice.

Al final del embarazo el útero puede llegar a pesar 1 kilo.

Durante el parto, los cambios que se han ido produciendo en el útero permitirán que éste pueda contraerse con mayor facilidad y por lo tanto realizar adecuadamente su trabajo como motor para abrir el cuello y empujar al niño hacia delante para que pueda salir. Para que el niño pueda nacer será preciso que la matriz se contraiga y que el niño pueda franquear primero el cuello uterino, que en estado normal es un canal de menos de 1 cm de ancho, y después la vagina. Por eso durante el embarazo, el cuello, que era duro y fibroso, gracias a las hormonas, se ablanda y se hace flexible, para que pueda abrirse con facilidad en el momento del parto.

Tras el nacimiento y la expulsión de la placenta la matriz aún conserva el tamaño adquirido al final del embarazo, pero ahora es un espacio vacío. Gracias a la acción de los entuertos (contracciones posparto) el útero volverá a su forma natural y las paredes vaginales se habrán recuperado totalmente de la dilatación del embarazo. Un proceso que durará alrededor de un mes hasta llegar a su total restablecimiento.
 

La pelvis

Una de las funciones de las hormonas en el transcurso del embarazo es la de relajar las articulaciones que unen los huesos para el momento del parto. Debido a esta distensión de las articulaciones, la pelvis adquiere mayor movilidad y se ensancha unos milímetros. Separación suficiente para favorecer el parto vaginal, aunque en ocasiones puede provocar cierto dolor en la zona. Una, además, puede notar cómo sus caderas se ensanchan según pasan los meses.
 

 

La vagina

Este órgano cambia totalmente a lo largo de la gestación. El incremento de la vascularización y los cambios en los músculos del perineo y la vulva provocan un reblandecimiento del tejido. Las paredes de la vagina, también en preparación al parto, se alargan, se ensanchan, se vuelven más flexibles y plegados.

Por la misma causa, aumentan las secreciones vaginales, pero con mayor acidez, como protección antibacteriana.

 

El pecho

Durante el embarazo las glándulas mamarias empiezan a prepararse para su función tras el parto: fabricar leche para alimentar al bebé. Aunque el vientre no empiece a aumentar hasta al cabo de unos meses, el pecho sí empieza a hincharse prácticamente desde el principio de la gestación. Debido a la acción de las hormonas, los senos incrementan ligeramente su volumen tras la concepción, se ponen más tensos y sensibles y los pezones y areolas cambian de color.

A partir de la 5ª semana el crecimiento del pecho será significativo. Igualmente las venas superficiales serán más visibles y azuladas por el aumento del flujo sanguíneo.

Las mamas seguirán creciendo a lo largo de toda la gestación y alrededor de la semana 20 puede iniciarse la actividad secretora y la producción de calostro, por lo que no es de extrañar que antes de dar a luz haya ligeras pérdidas de leche.
 

La piel

Muchas veces, durante el embarazo, se observa una mayor pigmentación de la piel. En algunos casos puede aparecer acné, estrías y el temido cloasma (sobre todo en la cara). Una manera de prevenir estos cambios es llevar una buena higiene cotidiana, sobre todo en el rostro, y aplicar protección solar adecuada a diario. También es importante la hidratación (por dentro y por fuera).

Según la Asociación Española de Mujeres Dermatólogas, las variaciones en la piel comienzan desde el instante en el que el óvulo es fecundado. Desde que el bebé comienza a formarse, la producción de estrógenos y progesterona influyen en las células encargadas de generar la melanina, pigmento responsable del tono de la piel.

 

El cabello

Las mujeres suelen notar que su cabello es más abundante y los pelos de las piernas, brazos y rostro más tupidos. Esta situación se debe al aumento de algunas hormonas del embarazo. Es por esto que después del embarazo existe una gran pérdida de cabello que a muchas mujeres le puede preocupar.
 

Las uñas

Las uñas de la mayoría de embarazadas se vuelven más duras y crecen más rápidamente, aunque también puede ocurrir que se vuelvan más débiles y quebradizas. Procura hidratarlas a diario y cuidarlas, usando productos que las fortalezcan y llevando una dieta sana rica en alimentos con biotina, vitamina B12, vitamina C o hierro.
 

La vista

Durante el embarazo, es posible que que aparezca fatiga visual, sequedad ocular, fotofobia sensibilidad a la luz o que la miopía y/o el astigmatismo (si ya lo padecías) se agrave. Estos cambios vienen motivados por las hormonas y la retención de líquidos que puede causar que tanto el grosor como la curvatura de la córnea se incremente.

Evita el uso muchas horas de las pantallas, usa lágrimas naturales, no fuerces la vista y acude al oftalmólogo si notas cambios en la visión.

Y recuerda que la visión borrosa puede ser síntoma de preeclampsia si va acompañado de mareos, cefaleas, edema brusco en cara y manos, tensión alta...


Fuente:

Huggins-Cooper, Lynn (2005), Maravillosamente embarazada, Madrid, Ed, Nowtilus.

Fecha de actualización: 02-03-2021

Redacción: Irene García

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