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Santa claus pide ayuda

Enviado por cuentacuentos

Santa claus pide ayuda

-"Chicos". –les informó. –"¡Este año la cosa no va nada bien!"

Navidades! Algunos rumores indicaban que los niños habían dejado de creer en Papa Noel. Otras malas lenguas apuntaban a que las criaturas se habían portado muy mal y por lo tanto no se merecían regalo alguno. Ahora Santa les iba a despejar sus dudas.

En vista de que no hubo ningún comentario, Santa Claus hizo un breve resumen de la situación económica en la Tierra.

"–La mayoría de la gente apenas tiene para salir adelante. Eso sin contar los innumerables parados que no saben de dónde van a sacar un plato de comida con el que alimentar a sus hijos. Otros años los ricos hacían donaciones para ayudar a los más desfavorecidos y así, de paso, se promocionaban. Pero este año en vista de que sus cuentas bancarias se han quedado estancadas, todos ellos han debido guardar el talonario en el fondo del armario hasta que empiecen a salir los primeros brotes verdes de la recuperación, como ellos dicen. Ahora mismo lo único que brota es la semilla de la avaricia en sus corazones. Al día de hoy, queridos compañeros, no hay apenas presupuesto para los regalos de los más pequeños."

-"Santa, ¡pero eso no es justo! –objetó un pequeño elfo. –Los niños no son culpables de esta crisis. ¡No podemos robarles la ilusión de la Navidad!"

-"Eso es cierto. ¡Tenemos que hacer algo! "–se escucharon algunas voces alborotadas desde el fondo de la sala.

Un aplauso ensordecedor inundó la sala, hasta que Santa se puso en pie y dijo:

Y señalando con su dedo índice una gran montaña de cartas, añadió: -

"¡No podemos defraudar a esos pequeñines!"

-"Si tienen tanto que ni siquiera lo van a notar". –puntualizó.

El elfo más joven de todos, Eladio que tan sólo sumaba 168 primaveras, opinó que deberían visitar un casino para probar suerte.

-"De vez en cuando se dan auténticos casos de suerte y con poco dinero sales de ahí multimillonario."

-"Tú mismo lo has dicho: “de vez en cuando se tiene suerte”. Pero la mayoría de las veces lo que ocurre es que te dejas allí todo el dinero y si te descuidas hasta los calzoncillos."

Y si Andrés, que así es como se llamaba este elfo lo decía, ninguno se atrevió a dudarlo, pues él era el elfo que llevaba su contabilidad desde tiempos remotos.

-"Al fin y al cabo, no tenemos nada que perder". –alegó Santa Claus y acto seguido se dirigieron hacía el despacho privado de Santa, para poner el plan en marcha.

Últimamente además se había aficionado a echar una partidita o dos de “Solitario” y hasta había participado en un chat, dónde inmediatamente dos supuestas “señoras maduritas” quisieron conocerle en persona para una amistad o lo que surgiese. En aquella ocasión a Santa se le saltaron los colores y nunca más volvió a chatear con desconocidos.

Después de varios intentos fallidos, pues Santa era bastante torpe manejando las nuevas tecnologías, se confeccionó el anuncio a gusto de todos y Santa logró colgarlo en Internet.

"-¡Ahora sólo nos queda rezar y esperar!"

-"Hola somos Santa Claus y sus elfos. Necesitamos tu colaboración para poder comprarle regalos a los niños pobres. ¡Rebusca en tu interior y dona lo que buenamente puedas! ¡Hazlo por los niños. Para que no pierdan su ilusión ni su espíritu navideño! Haz clic aquí e ingresa tu cantidad."

Uno de los pocos que abrió la página web de Santa fue Celestino. Tenía 70 años y vivía en una residencia de ancianos desde que sus hijos así lo decidieron, porque no querían hacerse cargo de él y sólo estaban esperando poder repartirse su herencia. El anciano, al igual que el resto de residentes, acababa de hacer un cursillo rápido para familiarizarse con el manejo del ordenador. Aquella tarde él lo que pretendía en realidad era participar en un foro sobre agricultura para enterarse del precio de la aceituna, cuando sin saber cómo, abrió el anuncio de Santa. El buen hombre se quedó muy pensativo y empezó a llamar a sus compañeros para compartir con ellos la noticia.

"-No zé". –ceceaba Justino por culpa de la ausencia total de sus dientes

. – "Podía zer una broma pezada, de ezas que gaztan loz jóvenes de hoy."

El debate estaba servido y poco a poco se fueron reuniendo todos los habitantes del asilo. Tras una larga y fuerte discusión (fuerte, porque más de la mitad de ellos tenían problemas de audición), los ancianos y ancianas llegaron a la conclusión de que se trataba de una llamada auténtica de socorro y que deberían ayudar en la medida que sus escasos ingresos se lo permitían.-Nosotros ya lo tenemos todo hecho en esta vida y todas nuestras batallas luchadas. Lo poco que necesitamos nos lo dan en la residencia. Tenemos comida y estamos aseados. ¿Qué más podemos pedir? El poco dinerillo que nos quedamos para algún que otro capricho, puede servir muy bien para alegrarle la Navidad a un niño. Debemos tener en cuenta que ellos son el futuro y que si ahora de niños les quitamos todas las ilusiones y esperanzas, de mayores se volverán amargados y la vida en este mundo no resultará nada agradable. Creo que está en nuestras manos devolverles la sonrisa.

Así al día siguiente todos ellos registraron sus escasas pertinencias, en busca de ese billete olvidado o aquellos ahorrillos que solían guardarse entre los calcetines de lana gruesa y las fajas ortopédicas, para casos de emergencia. Algunos incluso fueron más allá. Celestino, por ejemplo, acudió a su abogado para cambiar su testamento. Dio ordenes de vender sus bienes de inmediato y que los ingresos fuesen traspasados a la cuenta de Santa. Y es que Celestino pensó que esos hijos que le habían “abandonado” en una residencia, que apenas le visitaban ni se preocupaban por él y que por adelantado hacían planes con lo que iban a hacer con su parte de la herencia, sencillamente no la merecían.

La abuelita Angelita, una octogenaria con más arrugas en la cara que una pasa, no estaba demasiado conforme con las pocas monedas que halló en su monedero. Tampoco encontró valiosas joyas que pudiese vender, porque nunca las había poseído. Tan sólo una desgastada alianza de matrimonio y unos pendientes bastante pasados de moda, era todo lo que pudo reunir.

"-¡Tengo que encontrar algo más! "–se exigía a sí misma, mientras mordía furiosa una onza de chocolate duro.

Al igual que Celestino y Angelita, cada anciano hizo sus propias cuentas, dignas del mejor ministro de economía.

Florinda siempre había presumido de orinal y lo había cuidado con todo su cariño y esmero. Hoy, sin embargo, lo guardó en una bolsa de plástico y salió a la calle con su tesoro debajo del brazo, en busca de un anticuario, dispuesta a regatear hasta el último céntimo por esta pieza tan valiosa.

Este ingreso junto con los de otros ciudadanos anónimos (en su mayoría humildes trabajadores, porque los ricos empresarios y los grandes magnates no son tan fáciles de convencer para que suelten la pasta), facilitó a Santa y a sus elfos ultimar las compras necesarias para los regalos de estas navidades.

¡Esperemos que con la ayuda de unos y otros esto siempre sea así y que nunca ni un solo niño tenga que estar triste el día de Navidad!

F I N


P.D.: Los ancianos de la residencia “Miraflores”, que tan generosamente habían colaborado para la causa de Santa, decidieron comunicarse por videoconferencia con el Polo Norte durante la cena de Navidad. Les hacía una tremenda ilusión conocer a estos personajes de fábula en persona (o mejor dicho a través de una webcam). Todos juntos brindaron por unas felices fiestas. Eso sí, mientras Santa y su séquito bebían cava en altas copas, los inquilinos del asilo brincaron con batido de nueces y castañas, elaborado por Angelita en su flamante trituradora.

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