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¿Cuándo un bebé empieza a ponerse de pie?

¿Cuándo un bebé empieza a ponerse de pie?

Alrededor de los nueve y diez meses el bebé descubre su movilidad, avanza hacia delante gateando y le encanta cambiar de postura. Además, es capaz ya también de girar el tronco con bastante seguridad. Para ayudarle deberías extender tus brazos, llamarle y animarle a que gatee hasta ti. También puedes ofrecerle tus dedos para que se ayude de ellos para levantarse, y luego levántale los pies, de uno en uno, y vuelve a apoyarlos en el suelo.

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Índice

 

El proceso de ponerse en pie

En torno a los diez y a los once meses tras el embarazo y el parto, el bebé gatea o se arrastra a gran velocidad. Si le sujetas de pie, levantará una pierna y ya es capaz de mantener el equilibrio por completo cuando se sienta. Para ayudar a tu bebé puedes colocar un juguete justamente detrás para obligarle a girarse. Además, no pasará nada porque ya posee esa habilidad. También puedes optar por colocarle en una posición que pueda gatear o arrastrarse.

A medida que va pasando el tiempo, y cuando ya el bebé tiene entre once y doce meses, vas a ir notando cómo progresa cada vez más y más. De hecho, es posible que sea capaz de andar si le coges de una mano y que incluso camine si empuja un carrito lo bastante estable. También puede que se sujete a los muebles para estabilizarse. Para ayudar a tu bebé lo mejor que puedes hacer en esos momentos es apoyarle y animarle a que se suelte llamándolo cuando se esté apoyando sobre algo. Y asegúrate, no obstante, de que los muebles son lo suficientemente estables. Pero ¿hay diferencias en cuanto a desarrollo entre niños y niñas? Por supuesto, de hecho, de bebés las niñas son mejores en saltos, movimientos rítmicos y equilibrio. A la edad escolar, por ejemplo, es cuando a los niños se les suele dar mejor correr, saltar y lanzar.

Lo más normal, por tanto, es que sea entre los 11 y los 16 meses cuando los bebés puedan ser capaces de mantenerse de pie sin apoyo, aunque todo dependerá también de su evolución psicomotriz y, además, han tenido que aprender a mantenerse sentados y a sentarse sin apoyo entre los 8 y los 12 meses. Pero lo cierto es que cada bebé es un mundo. Unos son capaces de adelantarse y otros son un poco más lentos. Sin embargo, y a diferencia también de lo que opinan erróneamente muchos padres y muchas madres, no es que sus hijos sean más o menos torpes que el resto, sino que simplemente su desarrollo será distinto del de otros. Ningún niño es igual al otro y por lo tanto ningún niño ha de por qué desarrollarse exactamente a la vez que otro. Además, todo va a depender también de la madurez de su sistema neurológico y también de que la musculatura de espalda, piernas y glúteos se fortalezca.

Pero no cabe duda de que llega una determinada etapa en la que los papás y las mamás sienten angustia y están preocupados porque tu bebé todavía no anda, pero no hay de qué preocuparse sino simplemente respetar los procesos del pequeño y ser capaces de identificar cuál es el momento adecuado para que el niño comience a caminar. De hecho, no hay que presionarle pues esto lo único que ocasionaría sería el efecto adverso. No obstante, es cierto también que muchas veces son los propios padres y madres de estos niños quienes consideran que su hijo ya está capacitado para ponerse de pie y comenzar a andar. Sin embargo, han de tener en cuenta que esto no es solamente una cuestión de capacidad física sino también neurológica por lo que deberá siempre antes atravesar otras fases como la del gateo.

La fase del gateo no es obligatoria, pero sí en muchos casos resulta necesaria antes de que el niño comience a ponerse de pie y eche a andar. Además, el gateo tiene innumerables beneficios. ¿Quieres saber cuáles?

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- El gateo conecta los hemisferios cerebrales y favorece también el desarrollo cerebral.

Desarrolla el patrón cruzado que hace posible el desplazamiento corporal organizado y el equilibrio.

- Desarrolla la convergencia visual y posibilita el enfoque de los ojos.

- el bebé aprende a medir el mundo que le rodea y se adapta al medio.

- y, por último, ayuda a favorecer la lateralización.

 

¿Qué es la lateralización?

La lateralidad cerebral es la preferencia por utilizar un lado del propio cuerpo. A medida que los niños van creciendo, estos van a ir construyendo su lateralidad para tener un punto referencial espaciotemporal, que se trata además de una referencia vital al menos para automatizar los aprendizajes básicos, para organizarse interiormente y también para organizar todo lo que le rodea. Lo ideal, por tanto, es que los niños siempre tengan una lateralidad homogénea, es decir, que ofrezcan una dominancia hacia un mismo lado, ya sea el derecho o el izquierdo. Cuando esto no sucede así, tenemos que hablar entonces de lateralidad cruzada, que, aunque el tratamiento deba ser adaptado a cada niño teniendo en cuenta siempre el origen y las dificultades que la están provocando, la terapia base es la reorganización neurofuncional, que desbloqueará el desarrollo del pequeño organizando su sistema nervioso y aprovechando las posibilidades de regeneración del Sistema Nervioso.

Si te preocupa el desarrollo o la salud de tu niño, lo mejor siempre es hablar con el profesional de pediatría.

¿Y tu bebé? ¿Ya ha conseguido ponerse en pie?


Fuentes:

Stoppard, Dra. Miriam (2006), Padres primerizos, Barcelona, Pearson.

 

Fecha de actualización: 27-08-2021

Redacción: Ana Ruiz

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