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Aprendo a levantarme: El principio de la autonomía

Aprendo a levantarme:  El principio de la autonomía

Para la mayoría de los bebés el primer método de movimiento es rodar. Si algo que desea no está a su alcance, se las arreglará para mover y girar su cuerpo hacia la dirección del objeto que busca. Cuando descubre que puede hacer esto, no dejará de moverse una y otra vez hasta conseguir levantarse y echar a andar.

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Indice

 

Desarrollo gradual de la autonomía del bebé

Durante sus primeros tres o cuatro meses de vida, el recién nacido observa el mundo desde una única perspectiva: tumbado boca arriba. Hasta que alguien no lo coge en brazos no podrá ver el mundo desde el punto de vista del resto de las personas.

Gradualmente el niño irá adquiriendo fuerza en los músculos del cuello y será capaz de elevar la cabeza cuando esté tumbado boca abajo.

El siguiente paso será sentarse solo. En este proceso las caídas serán frecuentes, hasta que por fin, un día, es capaz de hacerlo solo, sin la ayuda de un adulto.

Cuando experimenta lo que es sentarse, alrededor de los 3 o 5 meses de vida, deseará estar en esa postura todo el tiempo. Al principio, aunque ya ha desarrollado fuerza suficiente en los músculos para mantener esa postura, lo que le falla aún es el equilibrio. Por lo que todavía hace uso de sus manos para apoyarse en el suelo en la llamada postura trípode.

Entre los cuatro y siete meses, puede sentarse por sí solo, sin ayuda de otros o de sus manos. Los músculos de la espalda, de los brazos y de las piernas están ya preparados para soportar esa posición. Esto le permitirá además tener las manos libres para alcanzar objetos y prepararse para el siguiente paso: el gateo.

 

¡Mira mamá, sin manos!

Cuando el bebé está sentado, perfectamente erguido y con las manos libres para explorar, solo tendrá que inclinarse hacia delante y, manteniendo el equilibrio, realizar pequeños movimientos para desplazarse y empezar a gatear. Esto sucede aproximadamente a los ocho meses, aunque como en todo, cada niño tiene sus tiempos y algunos podrán hacerlo antes o después, o tal vez ni siquiera pase por esta etapa y comience a andar sin necesidad de gatear.

Alrededor de los nueve y los doce meses, aprende a gatear más rápido. Ejercitará los músculos de las extremidades y la espalda, lo que le preparará para caminar.

Dependerá también de cada niño el momento en que se ponen de pie por primera vez, pero generalmente entre los 10 y 14 meses la mayoría de ellos logra mantenerse sobre sus pies con un punto de apoyo. Algunos lo harán incluso antes de los ocho meses. Pero este acontecimiento no ocurrirá repentinamente, si no que pasará por tres fases diferentes.

La primera de ellas será la experiencia de estar erguido. Aún requiere de la ayuda de un adulto que le sujete por los brazos para mantenerse recto, pero es capaz de dar algunos pasos, aún toscos e inestables, y de aprender a aguantar esta postura. Si le soltamos las manos las piernas empezarán a temblar y probablemente se caerá, perdiendo el equilibrio. Esto significa que aún no está preparado para andar.

En la siguiente fase el niño se desplazará gateando hasta toparse con un mueble, que le servirá de punto de apoyo para levantarse del suelo sin ayuda de mamá o de otra persona.

Esta nueva perspectiva le proporcionará nuevas cosas que explorar. No es extraño que busque esta postura y se quede ensimismado viendo lo que ocurre a su alrededor desde esta posición.

Se caerá hacia atrás muchas veces y perderá el equilibrio, pero no se dejará vencer, y en un tiempo los movimientos serán más controlados y estables, hasta que un día de pronto consiga quedarse de pie sin caerse. Poco después llegará el primer paso.

 

Estimulando el aprendizaje de la marcha

Mantenerse de pie sin ayuda es un paso muy importante para el niño, habilidad que tú, con ayuda de los juegos, puedes estimular mientras pasas un rato divertido con el pequeño.

Carrera de obstáculos: Cuando aún gatee, puedes fabricarle un circuito de obstáculos. Basta con poner una alfombra de juegos sobre el suelo (el pasillo es un espacio ideal), llenarla de cojines, almohadas, peluches, etc. y dejar que tu pequeño gatee entre ellos, sorteándolos, trepando, o esquivándolos. Este sencillo juego será excelente para su maduración psicomotriz.

Descálzale: Es preferible que no le calces cuando esté aprendiendo a levantarse o a caminar. Aprovecha también para que experimente la sensación de andar sobre diferentes texturas: césped, arena, alfombra, baldosas, madera, etc. Según varios estudios, los bebés que no usan zapatos tienen menos problemas en los pies que aquellos que sí los utilizan. Si camina descalzo los pies crecerán de forma natural, por lo que, los zapatos no deberían utilizarse para andar por casa, sino exclusivamente en el exterior, para protegerlos de los objetos peligrosos o de la suciedad.

No olvides la pelota: Cuando empiece a dar sus primeros pasos las patadas estarán a la orden del día. Recuerda tener una pelota suave y grande a mano, para que chute el balón tantas veces como quiera. Le servirá para desarrollar la psicomotricidad y fortalecer  los músculos de las piernas.

La cama elástica: Déjale que salte sobre el colchón. Esto favorece el sentido del equilibrio. Asegúrate de sostenerle bien para evitar que rebote y se caiga.

Baloncesto: Coge una caja y varios juguetes del niño, preferiblemente suaves o blanditos. Ponle la caja cerca para que introduzca los objetos dentro. A los niños a esta edad les encanta meter y sacar cosas de las cajas. Así que no te costará convencerle. A medida que vaya encestando los juguetes, coloca la caja un poquito más lejos. Después en un lugar más elevado, por ejemplo, en una silla infantil. Recuerda que se trata de motivarle a que se mueva y se levante, por lo que la altura debe ser relativamente alcanzable por el pequeño. Hazlo paulatinamente. A medida que vaya alcanzando los objetivos, súbelo un poco más.

 

 


Fuente:

Fodor, Elizabeth; Morán, Montserrat (2009), Todo un mundo de sonrisas, Madrid, Ed. Pirámide.

Fecha de actualización: 30-05-2020

Redacción: Lola García-Amado

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