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¿Sabes cuál es la alimentación más adecuada para tu hijo?

¿Sabes cuál es la alimentación más adecuada para tu hijo?

La preocupación principal de un padre (sobre todo en los primeros años de vida de un bebé) es que su hijo coma y se desarrolle adecuadamente. ¿Cuánto debe comer un recién nacido? ¿Cómo introducir la alimentación sólida? ¿Cómo lograr que coma de todo (incluso verduras y pescado? Estas son algunas de las dudas más importantes que acucian a los padres, pero aunque parezca complicadísimo, lograr que tu hijo siga una dieta sana y variada no es tan difícil.

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Introducción de la alimentación sólida

Durante los primeros 4-6 meses de vida, la alimentación va a ser exclusivamente con leche materna (a no ser que no sea posible). Siempre que se pueda, es aconsejable que sea la propia madre la que dé de mamar al niño. Aparte del estrecho vínculo afectivo que se produce, la leche materna es excelente en cuanto a su composición, pues tiene todos los nutrientes que necesita el bebé, y además le va a proporcionar las defensas necesarias para luchar contra las infecciones; estará siempre a una temperatura ideal y disponible en cualquier sitio. Si no es posible dar el pecho, se dará entonces leche adaptada de inicio.

Pero llegada esa edad si la leche materna se hace insuficiente. Se puede pasar ya a leche de continuación, y además, ir introduciendo poco a poco alimentos en la dieta del niño. Se hará siempre de forma lenta y progresiva, pues su aparato digestivo es un sistema aún en formación, y si tenemos demasiada prisa en introducir un alimento nuevo, podríamos originar en el bebé alergias alimentarias graves, que le durarán toda la vida.

El momento en el que se introduce el nuevo alimento, así como el orden de los alimentos, lo marcará siempre el pediatra. Sin embargo, lo más habitual es empezar con una papilla de cereales sin gluten alrededor del 4º-6º mes, y continuar con la papilla de frutas posteriormente, con manzana, pera, naranja y plátano. Muchos pediatras aconsejan empezar a los 4 o 5 meses de edad con zumo de frutas si el lactante tiene problemas de estreñimiento.

Seguiremos con la papilla de verduras, hecha las primeras veces con patata y zanahoria, pues son dulces y le recordarán al bebé a la leche materna. Podemos añadir puerro, calabacín, judía… se evitarán la coliflor, las coles de Bruselas, los espárragos, los nabos o la remolacha, por ser verduras de difícil digestión. Y se le añadirá, con posterioridad, carne, empezando con la de pollo por ser más ligera y de textura más suave. Aquí se le empezarán a dar al niño cereales con gluten; en este momento ya se le puede dar pan y galletas, no antes.

Más adelante, a los 9-10 meses de edad, podremos añadir pescado en el puré de verduras en sustitución de la carne. El yogur alrededor de los 10 meses, pues es un alimento muy nutritivo y de fácil digestión, sobre todo las fórmulas especiales de “primer yogur”. Con el huevo empezaremos poco a poco, dando sólo media yema cocida al principio, siendo la clara lo último en introducir, debido a sus propiedades alergénicas. Y por último, a los 12-15 meses, podremos darle ya legumbres, siempre muy bien cocidas para que su digestión sea más sencilla.

 

Una dieta sana para toda la vida

El primer año de vida es la etapa más importante en el futuro desarrollo del niño y la alimentación juega aquí un papel principal. Es el único modo de asegurar un crecimiento sano y equilibrado de los niños. Desde la cuna.

Una buena alimentación es:

- La base necesaria para un buen desarrollo físico, psíquico y social del niño.

- La primera línea de defensa contra numerosas enfermedades infantiles que pueden dejar huella  en los niños de por vida.

- Una buena alimentación y una buena salud están directamente conectadas a través de la vida, pero la conexión es aun más vital durante la infancia. Es en este periodo cuando los niños podrán adquirir buenos hábitos durante la comida en lo que se refiere al sabor, la variedad…

Si el niño no está bien alimentado durante los primeros años de vida, puede tener un efecto profundo en su salud, así como en su habilidad para aprender, para comunicarse, para pensar analíticamente, socializarse efectivamente y adaptarse a nuevos ambientes y personas.

En la primera etapa de la vida del niño, el mayor problema al que se enfrentan los padres es un niño inapetente. Y es que hay que saber adaptar nuestro concepto de ración alimentaria al apetito y capacidad de cada uno. No hay que sentirse angustiado ante la ausencia de apetito temporal, que puede ser debida a múltiples causas: monotonía en la alimentación del niño, problemas de dentición, ambiente poco favorable en el momento de las comidas (padres nerviosos, ruidos, atmósfera cargada…) o simplemente el tiempo, ya que los bebés son extremadamente sensibles a los cambios del clima.

Si la evolución del peso es satisfactoria y no existe ningún estado de enfermedad, debemos dejar que sea el propio niño quien marque su ritmo de comidas, según su apetito, sin forzarle nunca a comer más de lo que desea. No existe una cantidad exacta de comida que debe consumir un niño. Cada niño es un mundo, y sus necesidades son diferentes. En razón de eso, es el niño el que puede decidir, con exactitud, cuánto puede comer. Y no se puede obligar a que coma más.

 

La obesidad infantil, ¿cómo evitarla?

Otro de los grandes problemas actuales es la obesidad infantil. Según la OMS, la obesidad y el sobrepeso han alcanzado rangos de epidemia. Más de mil millones de adultos tienen sobrepeso y de ellas, al menos 300 millones son obesos.

La obesidad tiene su origen en la infancia y, en general, va ligada a los hábitos alimentarios que se adquieren en el marco del hogar, siendo muy raro el número de obesidades metabólicas. Los niños pequeños suelen ser muy golosos, y si tienen buen apetito pueden caer con facilidad en la obesidad. En principio, la madre se siente satisfecha del aspecto “rollizo” de su hijo, y como no le crea problemas a la hora de las comidas, constituye para ella un motivo de satisfacción; sin embargo, a la larga, el niño desarrollará una capacidad para comer muy grande y se convertirá en un futuro obeso.

Desde un punto de vista psíquico, tampoco le beneficia, porque su propio peso le hace perezoso, sedentario y rechaza cualquier juego que le suponga una actividad o un esfuerzo físico, y esto le va a marginar del grupo de compañeros de su edad. Por otra parte, puede llegar el momento en que sea objeto de burlas o bromas, que le convierten en un niño tímido y retraído que se vuelca en la comida como única satisfacción que le consuela.

¿Qué hacer? No olvidemos que la forma de comer es también una cuestión de hábito y que la madre puede influir, y de hecho, influye poderosamente en la creación de buenos hábitos de consumo en sus hijos. La adquisición de hábitos alimentarios sanos es definitiva en el mantenimiento de un buen estado físico y mental a lo largo de nuestra vida.

Para evitar llegar a este extremo conviene que los padres planifiquen la comida cuidadosamente, en la que el azúcar, las patatas, el pan, los dulces, las grasas no sean excesivos y que, sin embargo, exista una proporción correcta entre alimentos de menos contenido en calorias (frutas, verduras, carnes, pescados, huevos…) y de igual poder alimentario.

Conclusión: comer de todo, controlar el peso del niño y no insistirle continuamente para que coma.

 

 


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La cantidad de leche para un bebé recién nacido debe ser definida por el propio bebé tal y como se hace con la lactancia materna, que es a demanda. De esta manera, el bebé se regula en función de las necesidades de cada momento.

Fuente:

Ajram, Dr. Jamil, Tarés, Dra. Rosa María (2005), El primer año de tu hijo, Barcelona, Ed. Planeta.

Parellada, Ada (2007), ¡Es fácil que coman de todo!, Barcelona, Sigma.

Fecha de actualización: 28-05-2020

Redacción: Lola García-Amado

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